El secreto del bloque de sal: El descubrimiento de un granjero resolvió el misterio de 23 años de Robbie Andrews, revelando la escalofriante conexión de un trampero local.
El suelo del bosque había guardado su secreto durante más de dos décadas, oculto a plena vista. En la primavera de 2021, cerca del límite del extenso Bosque Nacional Mark Twain en Misuri, un granjero local llamado Donald Miller decidió mover un viejo y abandonado comedero para ciervos. Al levantar el último bloque de sal compactado, se reveló un agujero oscuro, y dentro, yaciendo en la tierra, yacía el cráneo erosionado de un ser humano.

Los restos pertenecían a Robbie Andrews, un estudiante de último año de secundaria de 17 años que había desaparecido en una excursión aparentemente rutinaria 23 años antes, en septiembre de 1998. El descubrimiento fue trágico, pero no supuso una solución, ya que junto a los huesos yacía una única trampa de cable de acero oxidada, lo que apuntaba la investigación hacia una sombría posibilidad relacionada con un trampero local, una fotografía oculta y un motivo perdido en el tiempo. La desaparición y el silencio desconcertante
Robbie Andrews era un adolescente típico del pequeño pueblo de Van Buren, profundamente familiarizado con los bosques locales. En la clara mañana del 26 de septiembre de 1998, empacó una mochila ligera y le dijo a su madre que se adentraría en el bosque durante unas horas para recorrer un antiguo sendero que conducía a una cabaña de caza abandonada. Era un día normal, una excursión sin importancia. Fue la última vez que su familia lo vio.

Cuando Robbie no regresó al anochecer, se dio la alarma. Las búsquedas iniciales fueron meticulosas, pero infructuosas. La zona del Bosque Nacional Mark Twain, en el condado de Carter, es un vasto e implacable paisaje de densos matorrales de robles y nogales, cuevas y manantiales traicioneros. A finales de los 90, la falta de cobertura móvil significaba que cualquiera que se saliera del sendero se perdía en un vacío de comunicación.

Durante semanas, los equipos de búsqueda peinaron la zona, revisando la cabaña abandonada, siguiendo arroyos y recorriendo caminos forestales olvidados. Nunca se encontró rastro de Robbie: ni su mochila, ni su brújula, ni su cuchillo. Para noviembre de 1998, se suspendió la búsqueda oficial. Robbie Andrews se convirtió en otro misterio trágico sin resolver, con sus padres sumidos en una incertidumbre perpetua. El bosque se había convertido en una tumba colosal e indiferente.

La tumba de bloques de sal y la trampa de acero
Veintitrés años después, la verdad se desenterró por casualidad. El granjero Donald Miller, que alquilaba un terreno adyacente al bosque, decidió trasladar un antiguo comedero para ciervos, una estructura sencilla utilizada por los cazadores para colocar bloques de sal que atraen a la fauna. Bajo el último bloque de sal compactada, Miller encontró la tumba poco profunda.

El examen forense confirmó que los restos eran los de Robbie Andrews, coincidiendo con sus registros dentales. Sin embargo, la escena planteó de inmediato preguntas inquietantes:

La trampa: Un nudo corredizo de cable de acero oxidado, una trampa profesional utilizada para coyotes y zorros, yacía junto al cráneo. Un extremo estaba asegurado a la gruesa raíz de un árbol a dos metros de distancia.

La ubicación: El comedero se encontraba aproximadamente a dos kilómetros del sendero principal por el que caminaba Robbie. Debió desviarse deliberadamente del sendero y atravesar un denso bosque para llegar a ese punto específico.

El escondite: La causa de la muerte no fue concluyente; no había fracturas ni lesiones en el cráneo ni en las vértebras cervicales que demostraran definitivamente estrangulación o un golpe. Sin embargo, la teoría de la trampa era convincente. Si Robbie había tropezado accidentalmente con la trampa, alguien tuvo que haber movido su cuerpo posteriormente bajo los bloques de sal y cubierto la trampa, un acto deliberado de ocultación.

La sospecha local recayó inmediatamente sobre Victor Cain, un trampero de edad avanzada que había vivido en un terreno cerca del comedero en la década de 1990. Cain era conocido por colocar trampas de acero y vender pieles de animales. Aunque se había mudado a Arkansas en 2001, su reputación y la proximidad de su propiedad al macabro descubrimiento lo convirtieron en el principal sospechoso.

La Fotografía: Una Conexión Escalofriante
Cuando los investigadores localizaron a Cain, quien entonces tenía más de 70 años, se presentó para ser interrogado con un abogado. Estaba tranquilo, negó conocer a Robbie y confirmó que usaba regularmente trampas y comederos en su propiedad. Afirmó que el hallazgo de un cadáver cerca de su antiguo terreno era una coincidencia y que era improbable que una persona quedara atrapada en una trampa baja para animales.

Sin embargo, un registro ordenado por el tribunal en el destartalado cobertizo de almacenamiento de Cain —abandonado y utilizado por el nuevo propietario solo para trastos— reveló la aterradora e innegable conexión. Clavada en la pared, bajo la hoja de un cuchillo, había una fotografía descolorida y amarillenta de un niño. Los padres de Robbie identificaron la imagen de inmediato: era de su hijo, tomada cuando tenía unos 14 o 15 años.

Este descubrimiento cambió radicalmente el caso. Cain, quien afirmó no reconocer a Robbie, llevaba años guardando una foto personal de él. Al ser interrogado, Caín simplemente afirmó no recordar de dónde provenía la foto, sugiriendo que alguien más podría haberla dejado. El abogado defensor argumentó con vehemencia que la fotografía era circunstancial y no probaba nada, especialmente después de 23 años.

Un rompecabezas sin solución
A pesar de las circunstancias