En una tranquila mañana de agosto de 2023, la vasta y silenciosa majestuosidad del Gran Cañón se vio interrumpida por la llegada de un fantasma. A la entrada de la estación de guardabosques, apareció un hombre que parecía menos un excursionista y más un mito que había cobrado vida de forma aterradora. Era Kyle Marsh, el fotógrafo que había desaparecido con su mejor amigo, Brandon Lowry, cinco años antes en el peligroso sendero de Hance Creek.

Iba descalzo, esquelético, con el cuerpo cubierto de piel de animal destrozada y el pecho marcado con un tosco tatuaje en espiral. El hombre que había sido declarado legalmente muerto, con su seguro de vida pagado, estaba vivo. Sin embargo, la conmoción de su aparición no era nada comparada con la escalofriante e imposible historia que portaba: una historia de secuestro, tortura ritual y el descubrimiento de un culto subterráneo primitivo conocido simplemente como los “Descendientes de la Serpiente Llorona”. El acto de desaparición: Una desaparición perfecta
La historia comenzó el 12 de abril de 2018. Kyle, de 27 años, y Brandon, de 29, ambos fotógrafos comerciales, estaban equipados, con experiencia y preparados para una caminata de siete días por una de las rutas más remotas del parque. Su última comunicación confirmada, vía teléfono satelital, fue el 14 de abril: un mensaje de texto informal que prometía que podrían perder contacto durante uno o dos días mientras exploraban los cañones laterales.

Al no regresar, la búsqueda fue masiva: un radio de 24 kilómetros cubierto por guardabosques, helicópteros y perros adiestrados. Sin embargo, el resultado fue un vacío escalofriante. Su campamento mostraba señales de actividad reciente, pero la tienda de campaña y la mayor parte del equipo habían desaparecido. No había cuerpos, ni señales de forcejeo, ni pistas. La investigación oficial, dirigida por el detective Robert Campbell, concluyó que la causa más probable fue una caída fatal en una grieta, cuyos cuerpos se perdieron en el terreno complejo o en las aguas de la inundación. El caso se convirtió en uno de los misterios más desconcertantes de la historia del Gran Cañón, obligando a los tribunales a declararlos legalmente fallecidos en octubre de 2019.

La verdad, como Kyle revelaría cinco años después, era mucho más siniestra que un desafortunado accidente de senderismo.

El testimonio: Secuestrado por los Primitivos
Tras días de cuidados médicos intensivos por deshidratación severa, agotamiento y múltiples fracturas curadas, la identidad de Kyle fue confirmada mediante ADN. Su memoria estaba fracturada, plagada de signos de trastorno de estrés postraumático (TEPT) complejo, pero la narrativa central de sus cinco años de encarcelamiento fue terriblemente consistente.

El secuestro ocurrió el 14 de abril de 2018, cerca del aislado Elves Chasm. Kyle escuchó un grito y corrió a encontrar a Brandon, retenido por varios hombres vestidos con pieles de animales primitivos, con los rostros cubiertos de tatuajes o pintura, armados con lanzas con puntas de piedra y cuchillos de obsidiana.

Kyle describió un viaje silencioso y poco comunicativo a las profundidades de un cañón lateral, descendiendo por una grieta invisible y adentrándose en un elaborado sistema de cuevas excavado en la escarpada pared de roca. Esta era la morada de los “Descendientes de la Serpiente Llorona”, un grupo de 12 a 15 hombres gobernados por un anciano con cicatrices llamado “La Sangre”. Se comunicaban con gestos y sonidos suaves, similares a los de los pájaros, lo que sugería un profundo aislamiento o un voto de silencio.

Los cautivos eran alimentados con carne hervida, raíces y agua extraña y amarga, evidencia de una vida completamente separada del mundo moderno. Su rutina diaria incluía ser llevados ante un primitivo altar de piedra cubierto de huesos de animales y extraños símbolos pintados en ocre, donde La Sangre realizaba rituales que implicaban cortar las manos de los prisioneros y recolectar su sangre.

El Sacrificio Definitivo y el Tormento Ritualista
El momento más oscuro de la terrible experiencia de Kyle llegó dos semanas después de su cautiverio, cuando Brandon intentó escapar. Fue capturado y su castigo fue inmediato, público y brutal.

Kyle se vio obligado a presenciar cómo ataban a Brandon a una estaca y lo bajaban lentamente a un pozo profundo lleno de brasas y ramas secas. La ejecución, acompañada por los cánticos de La Sangre en un idioma incomprensible, duró hasta el amanecer. Brandon Lowry fue quemado vivo.

Tras el asesinato de Brandon, el destino de Kyle cambió. Se vio obligado a integrarse en el rígido y aterrador mundo del culto. Le tatuaron en el pecho brasas ardientes: la dolorosa marca en espiral que encontraron en su cuerpo al ser rescatado. Lo obligaron a participar en ceremonias, ordenando huesos de animales, preparando decocciones desconocidas y usando máscaras hechas con cabezas secas de coyote y ciervo.

El culto, según Kyle, creía ser los “últimos guardianes de los antiguos derechos”, considerando que el mundo moderno había profanado su tierra sagrada. Kyle, símbolo viviente de esta profanación, estaba siendo preparado para un sacrificio final tras un período de purificación ritual y sufrimiento.

El escape y las consecuencias
El tiempo se deformaba en las cuevas, y Kyle dependía de los cambios de temperatura para seguir las estaciones. Su única esperanza residía en la debilidad del sistema de cuevas. Durante un período de fuertes lluvias en julio de 2023, una sección del techo se derrumbó. Aprovechando el caos resultante, Kyle logró abrirse paso a través de una sección suelta de la pared y comenzó un ascenso desesperado de horas a través de estrechas grietas.