La Confesión del Monstruo del Lago Willow Creek

 

Aquel octubre, cuando el buzo asomó la cabeza sobre la superficie del Lago Willow Creek, su grito de horror resonó en todo el bosque. En el fondo, entre las raíces sumergidas, yacían dos adolescentes. Parecían dormir en paz, pero sus ojos estaban cosidos con hilo negro y basto.

Cuatro meses antes, en una mañana de sol de junio de 2016, Cody Bowen, de 17 años, y Lily Morgan, de 16, habían iniciado una caminata rutinaria. Eran jóvenes responsables; Cody, pelirrojo y delgado, amaba el bosque, y Lily, una morena de ojos verdes, conocía cada sendero. Dejaron sus bicicletas candadas en la entrada del sendero y saludaron al guarda forestal Tom Henderson, prometiendo estar de vuelta para cenar.

A las 6:00 p.m., la hora de la llamada acordada, el teléfono de Lily permaneció en silencio. A las 8:30 p.m., los padres, Jennifer Morgan y Michael Bowen, se encontraron en el punto de partida. Las bicicletas estaban intactas, pero el bosque se tragaba a sus hijos. El sol se había puesto. Tras una búsqueda inicial infructuosa, llamaron a emergencias.

La búsqueda se prolongó durante tres semanas. Más de cuarenta voluntarios y equipos de rescate peinaron la zona, pero los jóvenes habían desaparecido sin dejar rastro. La policía descartó la fuga: Cody y Lily eran demasiado apegados a sus familias. La investigación se estancó. El verano dio paso al otoño y el lago se enfrió, cubierto de hojas caídas.

 

El Hilo Negro y la Revelación

 

El 27 de octubre, una llamada anónima con voz nerviosa alertó a la policía: “Puede que haya algo importante en el lago, cerca de los viejos troncos, en la orilla este”. Era la primera pista sólida en cuatro meses.

Al día siguiente, un equipo de buzos se sumergió en el agua turbia. A los treinta minutos, encontraron el cuerpo de Lily. Estaba entre dos grandes troncos, colocada cuidadosamente boca arriba, con los brazos cruzados. Piedras pesadas atadas con sedal de pesca la sujetaban al fondo. Poco después, encontraron a Cody en una posición idéntica.

Pero fue al sacar los cuerpos a la superficie cuando el horror se hizo palpable: los ojos de ambos adolescentes estaban cosidos con hilo negro y grueso, con puntadas descuidadas, hechas a mano.

La autopsia reveló que la muerte fue por asfixia y ocurrió la noche de su desaparición, el 7 de junio. No hubo agresión sexual. Bajo las uñas de Lily, los forenses hallaron fibras de vellón verde y cabellos oscuros que no pertenecían a Cody. Además, el hilo negro resultaba ser hilo casero, comúnmente usado por artesanos o personas que viven aisladas.

 

El Vecino Solitario

 

La investigación se centró en los residentes cercanos al lago. En la lista apareció el nombre de Greg Walker, un hombre de 42 años que vivía solo en una vieja casa a cinco kilómetros del lago. Trabajaba en empleos ocasionales y tenía un historial de agresión menor contra un adolescente cinco años atrás. Los vecinos lo describían como un hombre solitario y reclusivo que evitaba todo contacto.

La orden de registro en la casa de Walker arrojó pruebas cruciales:

      Un

chaqueta de vellón verde oscuro

      a la que le faltaba un trozo de tela. Las fibras coincidían con las encontradas bajo las uñas de Lily.

 

      Un carrete de

hilo negro

      de la misma composición que el utilizado para coser los ojos de las víctimas.

 

      Una carpeta con

fotos impresas de adolescentes

    , descargadas de redes sociales, incluyendo imágenes de Cody y Lily en caminatas anteriores.

Walker fue arrestado sin resistencia. Al abrir la puerta a la policía, no mostró sorpresa, solo agotamiento y un extraño alivio. Permaneció en silencio durante tres días, hasta que, en el cuarto día de interrogatorio, decidió hablar.

Un Trauma de la Infancia

 

La confesión de Walker fue macabra. Confesó haber estado observando a jóvenes en el lago durante semanas, desarrollando una obsesión mórbida por controlar otras vidas. Su trastorno mental tenía raíces profundas: de niño, su padrastro lo encerraba en un sótano oscuro. El trauma le dejó un miedo patológico a la mirada de los demás y el deseo obsesivo de controlar lo que veían.

El 7 de junio, Walker reconoció a Cody y Lily al ver sus fotos en internet. Se apostó cerca del sendero. Cuando los adolescentes regresaban, cansados, Walker se acercó y se presentó como vecino, diciendo que había visto a alguien manipulando sus bicicletas. Les ofreció acompañarlos.

En el camino, atacó a Cody con un palo pesado. Cuando Lily intentó huir, la alcanzó y la estranguló hasta dejarla inconsciente. Los llevó a su propiedad, los ató y los encerró en una vieja cabaña de pesca, sin ventanas.

A la mañana siguiente, el enfermo razonamiento de Walker le dijo que no podía liberarlos. Los estranguló con una cuerda de su equipo de pesca. La parte más horrible de la confesión fue el motivo para coserles los ojos: no podía soportar mirar sus rostros muertos. Creía que aún podían verlo, juzgándolo incluso después de la muerte.

Esa noche, lastró los cuerpos con piedras, los envolvió en sedal y los sumergió en el sector de troncos del lago. Cuatro meses después, la carga de la conciencia se volvió insoportable, lo que lo llevó a realizar la llamada anónima.

 

Justicia y Legado

 

La evaluación psiquiátrica determinó que Walker sufría trastorno de personalidad antisocial con tendencias sádicas y elementos de estrés postraumático, pero que era cuerdo en el momento del crimen.

El juicio, celebrado en 2018, fue rápido. Walker no mostró remordimiento. Fue declarado culpable y sentenciado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.

Los padres de Cody y Lily, a pesar del dolor, canalizaron su pérdida creando un fondo benéfico para la seguridad forestal, instalando sistemas de comunicación de emergencia en los senderos. El Lago Willow Creek sigue recibiendo visitantes, pero ahora, el paraje está marcado por una vigilancia más estricta y por el recuerdo de dos jóvenes cuyas vidas fueron cruelmente truncadas por la locura de un hombre.