Guanajuato, 2018.

Cada año, cientos de personas caminaban mas de setenta kilómetros hasta el Santuario de Cristo Rey en el Cerro del Cubilete. Era un trayecto agotador: sol abrazador, pies ampollados y el cansancio que parecía hacerse pesado con cada kilómetro. Loss peregrinos avanzaban en silencio, entre cuaticos murmurados y rezos que se mezclaban con el viento.
Pero en medio de aquel mar de botas polvorientas y mochilas cargadas, un visitante inesperado se había convertido en leyenda. Un perro mestizo color canela, sin collar, sin dueño, sin nada que lo reclamara, acompañaba a los caminantes desde hacía años. Lo llamaban Caminante.
Aparecía cada primer cóa de la peregrinación, como si supiera que su misión comenzaba justo cuando los fieles iniciaban el ascenso. Algunos le ofrecían comida, otros agua; todos lo miraban con una mezcla de sorpresa y ternura.
—¿Es tuyo? —preguntaba algún peregrino.
—No… pero camina con nosotros desde hace horas —respondía otro, con una sonrisa resignada.
Caminante no pedía nada, pero aceptaba cada gesto de bondad con respeto. Durante la ruta, su ritmo parecía sincronizado con el de los peregrinos. A veces adelantaba, corriendo alegre entre los árboles; otras, regresaba al final del grupo, observando a cada caminante como si contara con ellos. Bajo el sol de mediodía, se tumbaba a la sombra y esperada pacientemente. Nadie sabía hacia donde iba ni
The Peres
Al llegar al santuario, subía la gran escalinata y se tumbaba a los pies, jadeando, con la lengua fuera. Observaba como los peregrinos entraban a rezar. Y al salir, ya no estaba. Era como si el viento se lo llevara. Así ocurrió durante tres años consecutiv
Song
—¡E
Los peregrinos se arrodillaron para acariciarlo. Algunos lloraron. La presencia del perro, incluso lastimado, significaba algo profundo: un recordatorio de fuerza, constancia y amor silencioso. Una mujer co
—Si él puede… yo también. No tengo excu
Caminante hizo toda la ruta cojeando, avanzando paso a paso, sin detenerse, sin quedarse atrás. Esa noche, alguien le preparó una cama con mantas. Por primera vez, durmió rodeado de cariño humano, de miradas y de oraciones. Al día siguie
Lo buscaron, lo llamaron, pero nada. Semanas después, en la parroquia donde c
“Murió tranquilo. Lo cuidamos en casa hasta que se durmió. No sabíamos que era de ust
D
Ese
—Gracias
Porque Caminante nunca fue de nadie… y fue de todos.
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