Esta es la historia de Aminata Diallo, un relato de resistencia tejido a través de continentes y décadas.
Comienza no en África, sino en Londres, en 1907. Una envejecida pero digna Aminata es presentada ante el Parlamento. Ha venido a contar su vida, una vida que se remonta a 1761, en la aldea de Bayo, en Malí.
En África, la joven Aminata tenía una vida idílica. Su madre, una partera respetada, le enseñó los secretos del nacimiento. Su padre, un guerrero y musulmán devoto, le enseñó a leer, escribir y a comprender la tierra. Pero una sombra se cernía sobre su felicidad: los “ladrones de hombres”. A pesar de las precauciones de su padre, la tragedia los golpeó en el camino a una aldea vecina. Fueron emboscados. Sus padres lucharon valientemente, pero fueron superados y asesinados. Aminata, testigo del incendio de su aldea, fue encadenada y secuestrada.
En la larga y brutal marcha hacia la costa, se encontró con Fanta, una mujer de su aldea, y con Chekura, un joven que trabajaba para los captores pero que conservaba un atisbo de humanidad. Chekura le dio agua a Aminata y, más tarde, un mango para evitar que se rindiera, aunque Fanta, desesperada, se lo arrebató. Cuando Aminata intentó rezar, fue golpeada, pero la crueldad del momento la unió brevemente a Fanta, quien la consoló. Chekura, sintiendo lástima, le quitó las cadenas, y fue entonces cuando Aminata reconoció las marcas tribales en su rostro: él era del pueblo donde su madre solía asistir en los partos.
Al llegar a la costa, se encontraron con los compradores blancos. Fueron marcados como ganado y subidos a un barco negrero. Un hombre blanco llamado Tom inspeccionó sus cuerpos. Aminata, usando su inteligencia, convenció a Fanta de cooperar y demostró su propio valor como partera, salvando a una mujer embarazada de ser arrojada por la borda. Para su sorpresa, Chekura también fue forzado a unirse al barco como cautivo.
Las condiciones bajo cubierta eran infernales. Tom intentó abusar de Aminata, pero ella lo rechazó y logró robarle una cuchilla, que entregó a otro cautivo. En medio del horror, Aminata ayudó a Sanu a dar a luz, incluso insuflando vida al bebé que no respiraba. Agradecida, Sanu llamó a la niña “Aminata”.
Se planeó una rebelión. Cuando Fanta estaba siendo forzada por un tripulante, dio la señal apuñalándolo. La revuelta fue caótica y desesperada, pero inútil contra las armas de fuego. Fanta y otros líderes fueron asesinados y arrojados al mar.
El barco finalmente atracó en Charles Town en 1761. Apenas alimentados y temblando de frío, los supervivientes fueron llevados al mercado de esclavos. Aminata y Chekura esperaban no ser separados, pero Chekura fue comprado primero y se lo llevaron. Aminata fue comprada por un hombre llamado Robinson Appleby y llevada a su plantación.
Allí, otra esclava llamada Georgia la acogió y cuidó de ella. Aminata creció hasta convertirse en una joven mujer, atrayendo la mirada lasciva de Appleby. Georgia la protegió ferozmente, incluso consiguiéndole libros en secreto. Cuando una epidemia de viruela golpeó, Georgia cuidó a Aminata hasta que sanó.

Un día, Appleby presentó a Solomon Lindo, un inspector de añil judío. Appleby se jactó de la inteligencia de Aminata. La Sra. Lindo, al descubrir que Aminata sabía leer, se interesó por ella. Appleby intentó nuevamente abusar de Aminata, pero Georgia lo interrumpió justo a tiempo, anunciando que un hombre llamado Chekura la buscaba.
El reencuentro fue emotivo. Chekura le prometió que volvería por ella. Cuando Appleby se enteró, exigió saber quién era él. Al negarse Aminata, Appleby la forzó brutalmente.
Poco después, la Sra. Lindo le regaló un libro. Aminata no le contó a Chekura sobre la agresión; en lugar de eso, pasaron la noche juntos. Como no podían casarse formalmente, “saltaron la escoba” en una pequeña ceremonia. Cuando Aminata quedó embarazada, Appleby, como castigo, le cortó y afeitó el cabello. Cuando nació la bebé, la llamó May. Appleby se burló, pero Georgia le aseguró que era obvio que él no era el padre.
Aminata le rogó a Chekura que la visitara más a menudo. Pero la tragedia volvió a golpear. Un día, Aminata despertó y May no estaba. Vio a Appleby entregando a su bebé a otro hombre. Él se burló de ella, diciendo que la niña solo le había valido cinco libras.
El dolor sumió a Aminata en la desesperación. Georgia la cuidó hasta que, un día, Appleby anunció que la había vendido al Sr. Lindo.
El Sr. Lindo le aseguró que sería tratada como una “sirvienta”, no como una esclava, insistiendo en que él era judío, no blanco. En su nuevo hogar, la Sra. Lindo se mostró amable. Aminata le confió que Appleby había vendido a su hija. La Sra. Lindo prometió ayudar. Juntas, buscaron a May, siguiendo una pista hasta la plantación de un tal Sr. Scott, pero la bebé que encontraron allí no era la suya. Poco después, Aminata ayudó a la Sra. Lindo a dar a luz a un niño.
En 1774, Chekura la encontró de nuevo. Pasaron la noche juntos, pero fueron descubiertos por el Sr. Lindo. La tragedia golpeó de nuevo cuando la viruela mató a la Sra. Lindo y a su hijo. Antes de morir, ella le hizo prometer a su esposo que dejaría que Aminata viera a Chekura.
Destrozado, el Sr. Lindo decidió llevar a Aminata a Nueva York por negocios. Fue entonces cuando Chekura le reveló una verdad devastadora: el Sr. Lindo había ayudado a Appleby a vender a May.
A la mañana siguiente, Aminata se negó a trabajar. Cuando Lindo la golpeó, ella le devolvió el golpe y lo confrontó. Él admitió la venta, justificándose con que le había dado una vida mejor, pero añadió una última crueldad: May también había muerto de viruela.
En Nueva York, en 1775, Aminata descubrió que algunos negros eran libres y vivían en un lugar llamado Canvas Town. Conocieron a Sam, el dueño negro de una taberna. Aminata le confió su deseo de escapar y regresar a África, pero Sam le advirtió que Nueva York era su mejor opción.
La Revolución Americana estalló. Sam vio la oportunidad perfecta y le dijo a Aminata que huyera. Ella corrió hacia el bosque y se escondió. Dos días después, regresó; Sam le informó que Lindo, furioso, se había marchado en un barco. Sam le dio dinero y le aconsejó que se refugiara en Canvas Town. Allí, Aminata comenzó a enseñar a otros a leer y escribir.
El 4 de julio de 1776, mientras los blancos celebraban su independencia, Aminata se sentía frustrada por la hipocresía. Un día, Chekura la encontró. Su reencuentro fue una explosión de alegría. Sin embargo, pronto surgieron tensiones: Chekura apoyaba a los británicos, que prometían libertad a los esclavos que lucharan por ellos, mientras que Sam apoyaba a los rebeldes americanos.
Un teniente británico, Waters, le pidió a Aminata que ayudara a su amante, Rosetta, a dar a luz. Después del parto, Waters reclutó a Chekura para luchar. A pesar de las súplicas de Aminata, Chekura se unió al ejército británico, creyendo que era su único camino hacia la libertad.
Pasó el tiempo, y Aminata solo sabía de él por cartas. Una noche, un soldado regresó solo: Chekura había sido gravemente herido y estaba escondido tras las líneas enemigas. Desesperada, Aminata le rogó a Sam que la ayudara. Usando un pase de los rebeldes, Sam la guio a través del territorio peligroso. Encontraron a Chekura al borde de la muerte y lograron llevarlo de regreso a Canvas Town, donde Aminata lo cuidó hasta que recuperó la salud.
La guerra terminó con la victoria americana. Sam les advirtió que el Sr. Lindo podría regresar ahora que el caos había cesado. El miedo a ser recapturada era constante.
El Final de la Historia
En el Londres de 1907, Aminata Diallo miró a los miembros del Parlamento.
“Chekura se recuperó”, continuó, con voz firme. “Vivimos juntos en Canvas Town, siempre con el temor del regreso del Sr. Lindo. Pero él nunca volvió. La nueva nación era demasiado caótica, y nosotros éramos demasiado buenos para escondernos”.
Sam, Chekura y ella formaron una nueva familia. El sueño de África se desvaneció, reemplazado por la realidad de construir una vida libre en una tierra que aún no los aceptaba. Aminata continuó enseñando, usando su habilidad para leer y escribir como un escudo y un arma, ayudando a otros a navegar su libertad.
“Nunca encontré a mi hija May”, dijo Aminata, mientras el silencio llenaba la cámara. “Pero viví por ella. Luché por ella. Y estoy aquí hoy, ante ustedes, no solo como Aminata Diallo de Bayo, sino como la memoria de todos los que se perdieron en el camino”.
Terminó su testimonio. Se puso de pie, una mujer anciana que había sobrevivido a la esclavitud, a la guerra y a la pérdida indescriptible, habiendo finalmente contado su verdad al mundo con la esperanza de que, esta vez, el mundo escuchara y cambiara.
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