Mi nombre es Ayochidi… y fue la escritura quien me eligió.
Fui a casa de Amanda, furioso.
Mi intención era clara: confrontarla.
Quería saber por qué le había mentido a Olivia diciéndole que era su prometida.
Quería terminar lo que fuera que tuviéramos, cerrar esa historia.
Pero lo que encontré al llegar me dejó completamente desconcertado…
Su tío estaba sentado tranquilamente en la sala, como si me esperara.
La casa estaba llena de empleados decorando todo con flores y luces.
No entendía nada.
—¡El hombre del momento! Ya llegaste —dijo el tío de Amanda con una sonrisa.
—Ah… sí… —respondí, sin entender aún lo que pasaba.
—Ven, siéntate —me ofreció.
Me senté, algo incómodo.
—¿Dónde está Amanda? —pregunté.
—Está en su habitación, bañándose —me respondió con total calma.
Entonces sacó una caja pequeña de terciopelo rojo.
—Compré un anillo para que se lo des esta noche. Vale 50 millones de nairas.
Aquí está. Úsalo para comprometerte con mi sobrina esta noche —me dijo, entregándome la caja.
¿Qué demonios estaba pasando?
—Puedes subir a ver a tu prometida —añadió, sin imaginar lo que realmente ocurría entre Amanda y yo.
Lo más extraño era que Amanda no le había dicho nada a su tío sobre haberme visto con otra mujer.
Subí.
Amanda estaba sentada frente al espejo, aplicándose crema en los brazos.
Me acerqué con paso firme.
—¿Por qué hiciste eso? —le pregunté directamente.
—¿Hacer qué? —respondió sin siquiera voltearme a ver.
—¿Por qué le dijiste a Olivia que eres mi prometida?
—¿A la mesera? Ay, pronto dejará de importar. Hoy es nuestra fiesta de compromiso, Ayochidi.
No quiero que nada arruine mi humor.
Ya te perdoné por engañarme.
Te amo de verdad… no sé cómo más demostrártelo —dijo Amanda con total seguridad.
En ese momento, mi enojo empezó a desvanecerse.
Todo el caos emocional fue reemplazado por confusión… y tentación.
—Pero no me dijiste que hoy era nuestro compromiso —le reclamé.
—¡Quería decírtelo! Pero en la mañana te fuiste sin despedirte.
Te mandé un mensaje. ¿No lo leíste?
Busqué en mi teléfono.
El mensaje ya estaba abierto. Alguien lo había leído antes.
Amanda me mostró el traje que había mandado a hacer para mí.
Ya era tarde. La noche se acercaba.
Y si soy honesto… ¿quién diría que no a ser CEO de una compañía multimillonaria?
Me preparé para la noche.
Los invitados empezaron a llegar.
La casa se llenó rápidamente.
El maestro de ceremonias comenzó a presentar a los dignatarios.
Altos funcionarios y empresarios asistieron al compromiso.
Todo parecía un cuento de hadas… excepto para mí.
Y entonces, en el punto máximo de la fiesta, el tío de Amanda me lanzó la mirada que habíamos acordado.
Era la señal.
Me puse de rodillas frente a Amanda.
Tomé el anillo.
Estaba a punto de pedirle matrimonio cuando…
Olivia entró.
Con toda su belleza, con esa elegancia natural que siempre la distinguió.
Mi mirada fue directo a ella.
Y en ese momento…
Todo cambió.
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