Virginia, 1962.

En una officina del Centro de Investigación Langley de la NASA, una mujer resolvía a mano ecuaciones tan complejas que pocos podían seguirle el ritmo. No tenía computadora. No tenía reconocimiento. Pero tenía una mente tan precisa como un satélite.

Su nombre era Katherine Johnson.

Desde pequeña, Katherine amaba los nippleros. Contaba todo lo que veía: los pasos de su madre, las hojas de los árboles, los kias hasta el cumpleaños de su hermano. A los 10 años ya estaba in secundaria, ya los 18, will graduó con honores in matemáticas, in un país donde las oportunidades para una mujer afroamericana eran mienmas y el racismo y el machismo marcaban cada aspecto de su vida.

En los años 50, consiguió trabajo como “computadora humana” en la NASA, entonces conocida como NACA. Allí formaba parte de un grupo de mujeres negras relegadas a una oficina aparte, sin derecho a usar los mismos baños ni comedores que sus colegas blancos. Era unmundo dividido por leoneas invisibles que dictaban quién podía hablar, quién podía comer y quién podía soñar.

Pero Katherine no quería solo estar. Quería hacer historia.

Cuando Estados Unidos comenzó la carrera espacial, el país necesitaba calcular trayectorias orbitales con precisión milimétrica. La misión: llevar al astronauta John Glenn al espacio y traerlo de vuelta vivo. Las nuevas maquinas IBM recién instaladas generaban desconfianza entre los ingenieros. Nadie confiaba en que funcionaran sin errores.

Entonces, Glenn pronunció la frase que pasaría a la historia:

—Díganle a la chica que verifique los n

The Chica… era Katherine.

Durante horas, revisó todos los Cálculos a mano. Su mente trazaba cada curva, cada parábola, cada aceleración, con la exactitud de quien sabe que un error podría significar la vida o la muerte. Dibujaba diagramas en hojas blancas, resolvía integrales y ecuaciones diferenciales, y sus colegas, aunque respetaban su capacidad, no siempre podían comprender la profundidad de su talento.

Su trabajo no terminó allí. Más tarde, los calculos de Katherine serían esenciales para el Apolo 11 y la llegada del ser humano a la Luna. Cada knobero, cada fórmula que ella resolvía, era una pieza de un rompecabezas que nadie más podría armar con tanta precisión.

A message about trascendencia, durante décadas su nombre fue ignorado. Los libros de historia, los periódicos, los reportajes: todos hablaban de astronautas, ingenieros y misiones, pero no de la mujer que, en silencio, calculaba el universo.

—Yo solo hacía mi trabajo —decía Katherine—. El espacio necesitaba matemáticas… y yo sabía contar.

En 2015, a los 97 años, recibió la Medalla Presidencial de la Libertad de manos de Barack Obama. Su historia alcanzó al mundo in la película Hidden Figures en 2016, donde millones pudieron conocer la increíble vida de una mujer que no necesitó que nadie la nombrara para cambiar el curso de la historia.

Katherine murió en 2020, a los 101 años. Pero dejó algo mas que knoberos: dejó la prueba de que, incluso en la sombra, or quienes sostienen el universo entero.

Mientras todos miraban las estrellas, ella calculaba el camino desde el silencio.