En 1987, trilliizas desaparecieron en Disney World. 25 años después, hayan algo escalofriante. Juan Carlos Méndez Rivera llevaba trabajando en mantenimiento de Disney World durante 15 años. El 15 de marzo de 2012, a las 6 de la mañana recibió la orden de inspeccionar los túneles subterráneos del sector Fantasy Land. La tubería principal había presentado filtraciones y necesitaba reparación urgente antes de la apertura al público. Los túneles utilitarios bajo Magic Kingdom eran un laberinto conocido solo por empleados autorizados.

Juan Carlos descendió por la escalera de servicio, linterna en mano y herramientas en su cinturón. El aire húmedo y el sonido de las máquinas creaban un ambiente industrial familiar. Había recorrido estos pasillos cientos de veces. Durante sus años de servicio, al doblar hacia el sector B7, una sección raramente visitada debido a su lejanía de las atracciones principales, Juan Carlos notó que una de las placas de metal del suelo estaba ligeramente desplazada. Los protocolos de seguridad exigían reportar cualquier irregularidad estructural inmediatamente.

Se arrodilló para examinar la placa. Estaba suelta como si hubiera sido removida recientemente. Juan Carlos la levantó con cuidado y dirigió la linterna hacia abajo. Lo que vio lo hizo retroceder instintivamente. Tres pequeños esqueletos yacían en el compartimento subterráneo. Vestían ropas descoloridas que parecían de décadas atrás. Junto a ellos había objetos personales, una gorra de Mickey Mouse, un autógrafo firmado y algo que hizo que Juan Carlos sintiera un escalofrío por la espalda. Tres pulseras de identificación médica idénticas con nombres grabados.

Juan Carlos sabía que había encontrado algo terrible. Sacó su teléfono celular y marcó inmediatamente a su supervisor Michael Davidson. Michael, soy Juan Carlos. ¿Necesitas venir al túnel B7 inmediatamente? He encontrado algo que debe ver la policía. ¿Qué tipo de cosa, Juan Carlos? Cuerpos. Tres niños han estado aquí mucho tiempo. Michael Davidson llegó en menos de 10 minutos. Al ver el hallazgo, inmediatamente contactó a la administración superior de Disney y a las autoridades de Orange County. El detective James Patterson fue asignado al caso a las 9 de la mañana.

Patterson, un veterano de 20 años en casos de homicidios, examinó la escena con meticulosidad profesional. Los esqueletos estaban dispuestos lado a lado, como si hubieran sido colocados cuidadosamente. No había signos de violencia obvia, pero la ubicación era claramente un intento de ocultación permanente. Las pulseras médicas contenían información crucial. Miguel Vázquez Moreno, Mario Vázquez Moreno, Mauricio Vázquez Moreno, todos nacidos el mismo día en 1981, trillizos de 6 años. Las pulseras también indicaban una condición médica: diabetes tipo 1, insulina requerida.

Patterson ordenó el sellado completo del área y contactó al departamento de personas desaparecidas. Una búsqueda en los archivos reveló que los tres niños habían sido reportados como desaparecidos. El 23 de julio de 1987, durante unas vacaciones familiares en Disney World. El caso había sido investigado extensivamente en su momento. La familia Vázquez, procedente de Ciudad de México, había llegado a Orlando el 20 de julio de 1987. Los padres Roberto Vázquez Herrera y María Elena Vázquez Moreno habían denunciado la desaparición después de perder de vista a los niños durante una visita al área de Fantasy Land.

La investigación original había concluido que los niños probablemente se habían perdido en los extensos terrenos del parque y habían sufrido un accidente, posiblemente ahogándose en uno de los lagos artificiales. Sus cuerpos nunca fueron encontrados y el caso permaneció oficialmente abierto, pero inactivo durante 25 años. Patterson revisó cuidadosamente los reportes originales. El detective original William Harrison había interrogado a docenas de empleados y visitantes. Los padres habían sido sometidos a múltiples interrogatorios y pruebas de polígrafo, las cuales habían pasado satisfactoriamente.

No había evidencia de negligencia parental o falta intencional. La familia había cooperado completamente con las autoridades. Roberto trabajaba como ingeniero en una empresa petrolera mexicana y María Elena era maestra de primaria. Eran una familia estable, sin antecedentes criminales y habían ahorrado durante dos años para pagar el viaje a Disney World. Lo que intrigaba a Patterson era la discrepancia obvia. Si los niños se habían perdido accidentalmente en el parque, ¿cómo habían terminado en un túnel de servicio subterráneo altamente restringido?