Si el desamor fuera un trabajo, algunos de nosotros ya seríamos multimillonarios. Déjame contarte sobre el hombre al que prácticamente llevé sobre mi cabeza, solo para que usara mi amor como escalera y me empujara cuando llegó a la cima.
Nos conocimos cuando la vida todavía lo golpeaba duro. Sin trabajo, sin rumbo claro, solo grandes sueños y una sonrisa de niño bonito. La gente lo llamaba “luchador”, pero yo vi “potencial”.
Le ayudé a reescribir su currículum, usé la impresora de mi oficina por las noches para sacar cientos de copias que él repartía por todos lados. A veces le compraba camisas y zapatos para sus entrevistas. No me importaba: el amor vuelve tonto hasta tu bolsillo.
Cuando por fin consiguió trabajo, lo celebré como si me hubieran contratado a mí. Me llamaba en sus pausas para contarme sobre su jefe, sus compañeros, su estrés. Yo le cocinaba los fines de semana, le lavaba la ropa, incluso le ayudaba a ahorrar para pagar el alquiler.
Cuando me dijo: “Amor, mejor mantengamos nuestra relación en secreto para que mis colegas no hablen,” acepté. No sabía que “en secreto” significaba “tú eres temporal.”
Meses después llegó el ascenso. Nuevo coche, nuevos amigos, nuevos trajes — nueva actitud. Las llamadas disminuyeron. Las citas fueron canceladas. Cuando me quejé, me dijo: “¡Deja de comportarte como una chica de pueblo! ¡Estoy ocupado!”
El día que me rompió el corazón, ni siquiera lo hizo con compasión. Dijo: “Necesito enfocarme en mi futuro. Tú y yo ya no estamos al mismo nivel. Eres una buena chica, pero yo quiero más.”
Me reí tanto que me dolió el pecho. ¿Después de todo eso? ¿De repente yo ya no estaba “a su nivel”? No le rogué. Recogí los pedazos de mi corazón y me prometí a mí misma:
“La próxima vez, construiré mi propia vida antes de ayudar a construir la de ningún hijo de nadie.”
Hoy estoy bien — mejor trabajo, mejor autoestima. El mes pasado, me escribió un “Hola, extraña” por WhatsApp. Lo bloqueé sin responder. Hay piedras que nunca se deben usar para reconstruir puentes viejos.
El desamor me enseñó —de la manera más amarga— que no todos a quienes ayudas te lo agradecerán. Algunos solo pisarán tu espalda para alcanzar el cielo.
¿Pero sabes qué? El cielo es inmenso — y nada puede cambiar eso.
Unos meses después de bloquearlo, me enteré por una amiga en común que lo habían despedido. Al parecer, su arrogancia creció más rápido que su talento. Llegaba tarde, trataba mal a sus subordinados y creía que el mundo debía inclinarse ante él. Los mismos colegas con los que no quería que me viera ahora hablaban a sus espaldas. El mismo jefe que tanto admiraba lo despidió sin pensarlo dos veces.
¿Me alegré? No. Me dio lástima, pero no por él. Me dio lástima por la versión de mí que habría corrido a consolarlo, a abrirle la puerta, a ofrecerle sopa caliente y palabras suaves. Esa versión mía ya no existe.
Ahora tengo nuevas prioridades, nuevas metas, nuevos sueños… y todos llevan mi nombre, no el de otro. Entendí que no se trata de cerrarse al amor, sino de no entregar el corazón como si fuera una limosna. Aprendí a ponerme a mí primero, no como escudo, sino como base. Porque quien no se ama a sí mismo, termina amando con hambre, y el amor con hambre siempre duele.
He conocido nuevas personas. Algunas interesantes, otras no tanto. Pero ya no busco desesperadamente. Ya no me aferro. Ya no justifico maltratos con excusas disfrazadas de paciencia.
Un domingo cualquiera, caminando por el parque, lo vi de lejos. Estaba sentado en una banca, con el mismo abrigo de hace años, pero sin la misma arrogancia. Me miró. Yo también lo miré. Y por un segundo, vi en sus ojos lo que él nunca supo cuidar: mi amor, mi entrega, mi fuerza.
No me acerqué.
Seguí caminando con la frente en alto y el corazón tranquilo. No por orgullo, sino porque entendí que algunas historias no merecen segundas partes.
A veces, la mejor venganza no es devolver el golpe, sino demostrar que sanaste sin necesidad de él. Que floreciste incluso después de haber sido pisoteada.
Y esa soy yo ahora: una mujer que aprendió a levantarse con dignidad, que ya no presta sus alas a quien no sabe volar.
Porque si alguna vez fui la escalera de alguien, hoy soy mi propia torre.
Y desde aquí arriba, todo —incluido el pasado— se ve pequeño.
News
Arrojado al río para morir, regresó años después y sorprendió a todos.
Beatrice Montclaire, una mujer tan vanidosa y fría como hermosa, dio a luz en secreto, lejos de los ojos curiosos…
Una esclava de 19 años fue utilizada para hacer que su hijo “se convirtiera en un hombre”: su represalia fue histórica.
La Cosecha del Horror Hay crímenes tan atroces que destruyen no solo el cuerpo, sino el alma entera de quien…
OBLIGADA A TENER SEXO CON 3 PERROS: Esclava embarazada AHOGADA Amo con la placenta del bebé muerto
En 2020, mientras el mundo se manifestaba bajo la bandera de “Vidas Negras Importan” tras el asesinato de George Floyd,…
La esclava salvó a la joven ama de ahogarse… ¡pero lo que sucedió en el juicio indignó a todos!
El sol ardía implacable sobre las tierras rojas del ingenio Santa Felicidad, en el corazón del Recôncavo Baiano. Las cañas…
La ama ordenó que arrojaran al esclavo al pozo… ¡pero años después alguien encontró una nota dentro!
El cielo pesado sobre el Vale do Paraíba, en la sofocante mañana de 1852, anunciaba una desgracia. Las nubes se…
EL ESCLAVO ALBINO de la plantación que deseaba a las 3 hijas del hacendado—Hasta que una desapareció
El sol de Yucatán caía como plomo derretido sobre los campos de henequén de la hacienda San Jacinto. Era julio…
End of content
No more pages to load






