La Gemela, la Amante, la Asesina: El ADN Revela el Secreto Familiar de 50 Años Tras el Asesinato de una Maestra en Oregón

El verano de 1973 en Pinrest, Oregón, parecía suspendido en una paz dorada y engañosa. Esa seguridad pueblerina donde las puertas cerradas con llave eran una rareza y todos se conocían. Esa ilusión se hizo añicos con la desaparición de Sarah Manning, una brillante maestra de 22 años cuya vida fue truncada trágicamente. Lo que comenzó como un misterio local —la repentina desaparición de una hija muy querida— se convertiría, casi cincuenta años después, en uno de los casos de crímenes reales más complejos genéticamente y psicológicamente perturbadores de la historia estadounidense. El asesino no era un desconocido; era un hombre que se había enamorado de su propia hermana gemela, un vínculo prohibido que condujo al asesinato y a una maldición generacional revelada únicamente por el implacable escrutinio de la ciencia moderna del ADN.

Un pequeño pueblo destrozado: La desaparición

Sarah Manning era la personificación de la inocencia de Pinrest: amable, cálida y destinada a marcar la diferencia. Una noche de julio de 1973, recibió una llamada telefónica con tono profesional de una “clínica local” pidiéndole que sustituyera a una recepcionista enferma. Deseosa de ayudar, salió de casa de sus padres y tomó un atajo por Evergreen Park. El saludo de un vecino a las 19:15 fue la última confirmación de que seguía con vida.

Pasada la medianoche, y tras varias llamadas que confirmaban que nadie de la clínica la había llamado, comenzó el pánico. El sheriff Jim Donnagu movilizó a su pequeño equipo, pero lo único que encontraron fueron sus llaves, su bolso vacío y una zapatilla Ked blanca. Pinrest, un pueblo caracterizado por sus puertas abiertas, de repente empezó a cerrarlas con llave.

Durante dos meses, el pueblo se vio asfixiado por el miedo. Las pistas se esfumaron y el caso quedó sin resolver hasta una sombría mañana de septiembre. Un niño de doce años y su perro se toparon con una fosa poco profunda en el bosque del antiguo campamento maderero de Harrove. Encontraron a Sarah Manning envuelta en una lona azul, estrangulada. Junto a su cuerpo, los investigadores descubrieron una prueba crucial, aunque desconcertante: una pulsera de plata hecha a mano con extraños símbolos grabados. No era de Sarah, y los símbolos no correspondían a nadie en el tranquilo pueblo maderero. El caso pronto se desvaneció en los archivos, recordado como «El misterio silencioso del verano de Oregón».

La cruzada del caso sin resolver
Con el paso de los años, el expediente del homicidio de Sarah Manning se fue amarilleando en el sótano del Departamento del Sheriff. Pero para la detective Martha Coulson, olvidar nunca fue una opción. De niña, había presenciado el miedo que paralizaba a Pinrest, y como detective, el caso se convirtió en su cruzada personal.

A finales de la década de 1990, Martha persiguió incansablemente el caso sin resolver, impulsada por la creencia de que el avance tecnológico finalmente prevalecería. Se enfrentó al escepticismo, pero su determinación fue inquebrantable, sostenida por una inesperada correspondencia con Robert Manning, el anciano padre de Sarah. Martha digitalizó el archivo completo, conservando cada página deteriorada y cada Polaroid descolorida, prediciendo: «Algún día, podremos leer el ADN como si fueran huellas dactilares».

Esa profecía se cumplió en 2019. Robert Manning, ahora de 81 años, subió su ADN a una base de datos genealógica pública simplemente para rastrear su ascendencia. El resultado que llegó al escritorio de Martha fue la chispa que reavivó el caso, que llevaba mucho tiempo archivado: una coincidencia perfecta con una mujer de 45 años de Seattle llamada Diana Thomas, registrada como nieta biológica de Robert.

La revelación era inmediatamente imposible. Sarah había sido la única hija de Robert y murió antes de tener descendencia. Martha y Robert conocieron a Diana, quien tenía un asombroso parecido con Sarah. Diana explicó que había sido adoptada a principios de 1974, pocos meses después de la muerte de Sarah, y que sus registros estaban sellados, indicando únicamente “madre fallecida, padre desconocido”.

El linaje oculto: Gemelos e incesto

El misterio se profundizó cuando una comparación forense demostró que Diana no era hija de Sarah, sino su sobrina. Este marcador genético apuntaba a otro hermano Manning, cuya existencia la familia desconocía. La exhaustiva investigación de Martha en los archivos hospitalarios y de adopción finalmente desveló el impactante secreto generacional:

El nacimiento secreto: En 1951, Patricia Manning dio a luz a gemelos: Sarah y un niño llamado Thomas. Debido a graves dificultades económicas y a la preocupación por la salud mental de Patricia, el niño, Thomas, fue adoptado en secreto y criado aparte en California con el nombre de Thomas Wittmann. Los Manning siguieron el consejo médico y nunca hablaron del segundo hijo.

El reencuentro crucial: Años después, tras quedar huérfano, Thomas Wittmann se matriculó en la Universidad Estatal de Oregón. Sin saber que compartían lazos de sangre, él y Sarah Manning —que tenían la misma edad y estudiaban la misma carrera— se conocieron y se enamoraron profundamente. Fue una atracción biológica confundida con un destino romántico.

El embarazo y la verdad: La relación se intensificó. Sarah quedó embarazada y, al buscar atención médica, descubrió su certificado de nacimiento original solo unas semanas antes de su desaparición. La coincidencia fue decisiva: Sarah había descubierto que su amante era su hermano gemelo.

Las acciones de Thomas después