Episodio 1 – “La Nueva Llegada”
El sol de la mañana se extendía perezosamente sobre las oxidadas puertas del Instituto Saint Dorcas, proyectando largas sombras sobre el campo parcheado y susurrando a través de las ventanas gastadas de las aulas. La escuela acababa de reanudarse después del largo receso del Harmattan, y el aire estaba cargado con el olor a tiza, uniformes nuevos y una expectación contenida.
La señorita Adaku Ibe estaba justo afuera de la sala de profesores, sosteniendo un delgado portafolio de cuero y su bolso. Acababa de mudarse desde Enugu, dejando atrás una breve pero dura etapa en otra escuela. Esto era una hoja en blanco: un ambiente nuevo, caras frescas y, con suerte, menos dolores de cabeza. Ajustó su blusa color vino, enderezó su falda y tocó la puerta.
Desde adentro, una voz ordenó: “¡Adelante!”
Ella entró.
La habitación estaba débilmente iluminada, la mitad de los tubos fluorescentes parpadeaban erráticamente. Cortinas polvorientas enmarcaban las ventanas. Los escritorios estaban desordenados, algunos apilados con viejas notas de clase, otros llenos de tazas olvidadas y exámenes arrugados. Las conversaciones se detuvieron al voltear las cabezas.
El director Ayoola, sentado al fondo, levantó la mirada de su taza de té. “¡Ah! Debes ser la nueva profesora de inglés.”
“Sí, señor. Señorita Adaku Ibe.”
Él esbozó una pequeña sonrisa que no alcanzó sus ojos. “Bienvenida a Saint Dorcas. Aquí esperamos disciplina, discreción y lealtad. ¿Estás preparada para eso?”
“Sí, señor, absolutamente.”
Desde un rincón, una joven con pómulos marcados y labios oscuros murmuró: “A ver cuánto dura esta.”
Adaku miró hacia ella pero no dijo nada. La llevaron a su escritorio, un rincón sin dueño bajo un ventilador de techo que crujía. Al sentarse, sintió el cambio sutil en la sala. Algunos profesores retomaron sus charlas; otros susurraban mientras la miraban de reojo. Intentó ignorarlo.
Una voz cálida rompió la tensión.
“Hola, soy el señor Nwosu — Literatura,” dijo un hombre de voz suave y presencia calmada. “No prestes atención a las miradas. La sala de profesores es… complicada.”
Adaku sonrió educadamente. “Lo he notado.”
Durante el descanso, fue a rellenar su botella de agua en la pequeña cocina anexa a la sala de profesores. Al alcanzar el grifo, notó un pedazo de papel rasgado junto al basurero. Curiosa, lo recogió.
“…si esto sale a la luz, negaré todo. No olvides, ambos lo firmamos.”
No estaba firmado. Sin nombres. Pero el papel olía débilmente a colonia masculina.
Antes de que pudiera examinarlo más, la señora Egwuatu, la estricta subdirectora, apareció detrás de ella.
“Esa área es para el personal senior. No te quedes aquí sin motivo.”
Adaku guardó la nota en su portafolio y se disculpó, saliendo rápidamente.
Esa tarde, se sentó sola en el jardín de la escuela, comiendo arroz de una nevera portátil. Dos estudiantes pasaron cerca — Ngozi y Amaka, chicas de último año. Escuchó que susurraban.
“Dicen que la nueva profesora se parece a la del año pasado.”
“¡Shhh! ¿Quieres que te escuchen? Recuerda lo que le pasó a ella.”
Adaku aguzó el oído. Fingió revisar su teléfono pero prestó atención.
“¿Qué pasó?” susurró Amaka.
“La señora Chinwe dijo que renunció, pero el auto del señor Tunde estuvo estacionado fuera de su casa… días después de que se fue.”
Las chicas se alejaron rápidamente, riendo nerviosamente.
Adaku cerró despacio su nevera portátil, con pensamientos girando en su mente. Algo no estaba bien en esta escuela. Y apenas era su primer día.
Más tarde esa noche, después de que todos los profesores se hubieran ido, volvió a la sala de profesores para recoger un bolígrafo olvidado. La puerta chirrió al abrirse. Vacía.
Excepto… no del todo.
Escuchó dos voces apagadas provenir detrás de la puerta del almacén en la parte trasera de la sala.
“Prometiste destruir los registros—”
“¡Cállate! ¿Quieres que alguien nos escuche?”
Adaku se quedó paralizada.
Las voces se detuvieron.
Se acercaron pasos.
Agarró su bolígrafo y salió corriendo antes de que quien fuera abriera la puerta.
Al salir del edificio, su corazón latía con fuerza. Miró por encima del hombro una vez, y luego otra. Las sombras del Instituto Saint Dorcas se extendían largas detrás de ella… y secretos se agitaban dentro de sus muros.
Episodio 2 – “El Asunto”
A la mañana siguiente, el Instituto Saint Dorcas bullía con una energía apenas contenida. Los susurros corrían por los pasillos como un incendio forestal, pero esta vez no eran sobre la nueva profesora de inglés.
Eran sobre el señor Tunde Fakorede.
Un hombre alto, de hombros anchos, con una voz imponente y una sonrisa pulida, el señor Fakorede siempre había sido el corazón del departamento de ciencias de la escuela —y el sujeto de muchos rumores. Estaba casado, sí, pero sus ojos a menudo se demoraban demasiado, su encanto parecía demasiado intencional.
Hoy, parecía alterado.
Llegó tarde a la asamblea matutina. Su habitual aire confiado había desaparecido, reemplazado por una tensión visible. Los estudiantes intercambiaban miradas. Los profesores notaron la ausencia de la señora Ozioma, la profesora de Economía Doméstica que a menudo estaba a su lado.
De vuelta en la sala de profesores, Adaku tomó asiento y abrió sus notas de clase. Pero algo inusual llamó su atención.
Sobre el escritorio del señor Fakorede había un sobre —simple, sin sello. Él aún no había llegado. Los demás estaban ocupados corrigiendo exámenes o charlando sobre el debate escolar del día anterior. Curiosa, se inclinó ligeramente para leer el nombre escrito con tinta roja:
“T. Fakorede – Privado”
Justo entonces, él irrumpió en la sala. Miró el sobre, lo agarró y leyó su contenido con rapidez. Su mandíbula se tensó.
Sin decir palabra, arrugó la carta y la metió en su cajón.
Minutos después, entró la señora Egwuatu.
“Personal, necesito su atención,” dijo, con rigidez. “Habrá una reunión de emergencia corta después del almuerzo. La asistencia es obligatoria.”
Miró brevemente al señor Fakorede.
Algo estaba pasando.
Receso – Patio de la Clínica Escolar
Adaku se sentó bajo un árbol de mango, sola otra vez. Notó a Ngozi, la callada chica de último año, parada al otro lado del patio, mirando hacia la ventana vacía de la clínica. Parecía observar a alguien.
Entonces vio a él.
El señor Fakorede, caminando dentro de la clínica, discutiendo con alguien invisible detrás de la cortina. Sus manos se agitaban mientras susurraba con dureza.
Segundos después, la señora Ozioma salió del cuarto trasero. Su rostro estaba pálido. Miró rápidamente alrededor y desapareció por una puerta lateral, sin notar a la estudiante ni a Adaku.
Ngozi se dio la vuelta y se alejó rápido. Pero no antes de cruzar una mirada con Adaku—solo por un momento.
Un destello de miedo.
Sala de Profesores – Reunión de Emergencia
“Alguien ha decidido hacer públicas nuestras vidas privadas,” dijo el director Ayoola, con voz cargada de desprecio. “Esta carta anónima, que recibí esta mañana, contiene acusaciones profundamente inapropiadas contra dos de nuestro personal.”
Todos se miraron entre sí. El señor Fakorede miraba sus zapatos.
“No tolero chismes,” continuó el director. “Pero si descubro que algún miembro de este personal usa el tiempo o las instalaciones escolares para asuntos personales, o alimenta escándalos entre los estudiantes, habrá consecuencias.”
La señorita Adaku observaba atentamente. Algunos profesores miraron a la señora Egwuatu, pero ella permaneció impasible.
La reunión terminó con tensión. No se nombraron personas, pero todos mostraban sospecha en sus rostros.
Más tarde, cuando los profesores se retiraban, Adaku vio un pedazo de papel rasgado asomando del bote de basura del señor Fakorede. Esperó hasta que no hubiera nadie y lo recogió.
Era la continuación del de ayer:
“…Te lo advertí. La chica sabe. Si habla, ambos caeremos.”
Las manos de Adaku temblaron ligeramente mientras doblaba la nota y la guardaba en su carpeta.
Anochecer – Apartamento de Adaku
Esa noche, mientras escribía planes de clase en su pequeño colchón, su teléfono vibró.
Número desconocido.
Dudó, luego contestó.
“¿Señorita Ibe?” susurró una voz femenina nerviosa.
“¿Sí?”
“No me conoces… pero estoy en último año. Por favor… ten cuidado.”
Antes de que Adaku pudiera responder, la llamada terminó.
Se quedó paralizada, mirando el teléfono.
En algún lugar de la noche, los secretos de Saint Dorcas se acercaban más a la superficie—y ella ahora estaba atrapada en su red.
Episodio 3 – “Sombras Reveladas”
La mañana siguiente llegó con una brisa fresca, pero la tensión en el Instituto Saint Dorcas era palpable. Adaku no pudo dormir bien; las palabras de la llamada aún resonaban en su mente. ¿Quién era aquella estudiante? ¿Qué secretos ocultaba esa escuela?
Al entrar en la sala de profesores, la atmósfera estaba aún más tensa que el día anterior. Los murmullos no cesaban, y miradas esquivas la seguían por el salón. La señorita Adaku decidió acercarse al señor Nwosu, el profesor de Literatura, con quien había tenido una breve conversación días atrás.
—Señor Nwosu, ¿qué sabe usted de todo esto? —preguntó en voz baja.
Él suspiró y respondió con cautela:
—No mucho, pero aquí no es fácil que las cosas sean lo que parecen. El señor Fakorede… no es solo un profesor. Hay mucho más detrás de él y la señora Ozioma. Y esa carta… es solo la punta del iceberg.
Antes de que pudiera decir más, la subdirectora Egwuatu apareció.
—Adaku, necesito hablar contigo en privado —dijo con un tono frío y autoritario.
En el despacho de la subdirectora, Egwuatu la miró fijamente y susurró:
—Hay cosas que no deberías investigar, señorita Ibe. Saint Dorcas tiene sus propias reglas, y algunos secretos… mejor quedan en las sombras.
Adaku sintió un escalofrío, pero no se dejó intimidar.
—No puedo quedarme al margen si esto afecta a los estudiantes y al personal. Tengo que saber la verdad.
Egwuatu la observó un momento y luego, casi resignada, le dijo:
—Ten cuidado. No todos quieren que la verdad salga a la luz.
De regreso en su aula, Adaku decidió que no se dejaría amedrentar. Sacó la nota que había recogido y comenzó a buscar pistas, decidida a descubrir qué estaba ocultando el Instituto Saint Dorcas.
Mientras tanto, en los pasillos, la sombra de la sospecha y el miedo crecía. Y en alguna parte, alguien vigilaba cada movimiento de la nueva profesora, preparando su próximo paso.
Episodio 4 – “La Verdad a Medias”
El sol de la mañana iluminaba débilmente la sala de profesores, pero la atmósfera estaba cargada de inquietud. Adaku, con la nota doblada en su mano, sintió que estaba más cerca de desentrañar los secretos del Instituto Saint Dorcas.
Después de clase, decidió buscar a Ngozi, la estudiante que había intercambiado miradas con ella en la clínica escolar. Sabía que esa joven podía tener respuestas.
En un rincón apartado del patio, Adaku se acercó con cautela.
—Ngozi, ¿podemos hablar? —preguntó con voz baja.
La joven la miró con ojos llenos de miedo y asintió.
Sentadas bajo la sombra de un árbol, Ngozi comenzó a hablar entre susurros.
—Hay cosas aquí que los profesores no quieren que sepamos. El señor Fakorede y la señora Ozioma… no solo tienen una relación. Se dice que están involucrados en algo que podría arruinar la reputación de la escuela.
Adaku frunció el ceño.
—¿Qué tipo de cosas?
Ngozi vaciló, luego dijo:
—Algunos estudiantes han visto intercambios de dinero y documentos extraños. Y hay rumores de que la clínica escolar está siendo usada para algo ilegal.
Antes de que pudiera decir más, un grupo de estudiantes pasó cerca y Ngozi se puso de pie rápidamente.
—Ten cuidado, señorita. No todos quieren que se sepa la verdad.
Esa noche, mientras revisaba documentos en su apartamento, Adaku recibió un correo anónimo. Adjuntaba fotos borrosas de reuniones clandestinas en la clínica y conversaciones comprometedoras entre Fakorede y Ozioma.
Al abrirlas, el teléfono vibró con un mensaje:
“Deja de buscar o serás la próxima.”
Un escalofrío recorrió su espalda.
Pero Adaku sabía que estaba demasiado involucrada para detenerse ahora.
Al día siguiente, decidió enfrentar al director Ayoola.
—Señor, hay cosas que no están bien en esta escuela. Necesitamos investigar.
Él la miró fijamente y respondió con voz fría:
—Ten cuidado con lo que buscas, señorita Ibe. Algunos secretos podrían destruirnos a todos.
Mientras la tensión crecía, la verdad parecía estar al alcance… pero con ella, también el peligro.
Episodio 5 – “El Juego de las Apariencias”
La presión sobre Adaku aumentaba con cada día que pasaba. Sabía que había llegado a un punto crítico, donde seguir indagando podría poner en riesgo su trabajo… y su seguridad.
Esa mañana, mientras revisaba el correo, encontró una nota deslizada bajo la puerta de su apartamento:
“Deja la escuela. No insistas. Este juego no es para ti.”
Pero su determinación era más fuerte que el miedo.
Durante la clase, intentó mantener la calma, pero sus pensamientos volvían una y otra vez a las fotografías y mensajes que había recibido.
Esa tarde, en la sala de profesores, el ambiente estaba más tenso que nunca. El señor Fakorede y la señora Ozioma evitaban cualquier contacto visual, y la subdirectora Egwuatu parecía estar siempre vigilando.
En un momento de valentía, Adaku se acercó al señor Nwosu.
—¿Podrías ayudarme a entender qué está pasando realmente aquí? —susurró.
Él asintió lentamente y le entregó una carpeta con documentos confidenciales.
—Hay mucho más de lo que imaginas, Adaku. Este lugar ha estado cubriendo escándalos durante años. Algunos profesores están involucrados en tratos ilegales usando la clínica escolar como fachada. Otros están atrapados en chantajes y secretos.
Mientras hojeaba los documentos, una voz seca cortó la conversación.
—¿Qué hacen ustedes dos?
Era la subdirectora Egwuatu, con los ojos llenos de advertencia.
Adaku sostuvo la carpeta con firmeza.
—Solo buscando la verdad.
Egwuatu respiró profundo y dijo:
—Si sigues así, no solo perderás tu empleo… podrías ponerte en peligro.
Pero Adaku ya sabía que no había vuelta atrás.
Esa noche, recibió un mensaje nuevo:
“Tu valentía es admirable, pero tonta. Estamos observando. Última advertencia.”
En ese momento, un golpe fuerte sacudió la puerta. Adaku miró hacia la ventana y vio una figura oscura desaparecer entre las sombras.
El juego de las apariencias había terminado. Ahora comenzaba la verdadera lucha.
Episodio 6 – “La Red Se Cierra”
Las noches en el Instituto Saint Dorcas se volvían cada vez más inquietantes. Adaku sentía que cada paso que daba la acercaba a un peligro invisible, una red que poco a poco se cerraba a su alrededor.
Una tarde, mientras organizaba sus notas en la sala de profesores, notó que la carpeta con los documentos confidenciales había desaparecido. El corazón le dio un vuelco. ¿Quién había entrado sin que ella se diera cuenta?
Sin tiempo para alarmarse, recibió una llamada anónima.
—Si quieres vivir, deja todo esto atrás —dijo una voz distorsionada—. No intentes ser heroína.
Adaku apretó el teléfono, decidida a no ceder. Pero sabía que necesitaba aliados.
Buscó al señor Nwosu, quien le confesó que otros profesores también habían recibido amenazas, y que algunos incluso estaban considerando renunciar.
—Pero no podemos callarnos —dijo con voz firme—. La verdad debe salir.
Juntos, comenzaron a recopilar pruebas, fotografías, y testimonios que demostraban que la clínica escolar era el centro de una red que traficaba con datos y favores indebidos.
Mientras tanto, la directora Egwuatu intensificaba la vigilancia, y se rumoreaba que había involucrado a seguridad privada para intimidar a los que investigaban.
Una noche, al regresar a casa, Adaku encontró su apartamento revuelto. Papeles tirados, puertas abiertas, y una nota sobre su escritorio:
“La próxima vez, será peor.”
Pero la joven profesora ya no estaba sola. Con la ayuda de algunos colegas y estudiantes valientes, decidió contactar a la prensa local.
El escándalo estaba a punto de estallar.
Episodio 7 – “La Luz en la Oscuridad”
La mañana siguiente al contacto con la prensa local amaneció tensa en el Instituto Saint Dorcas. Los rumores se esparcieron como fuego y la administración intentaba controlar el daño. Sin embargo, la verdad comenzaba a salir a la luz.
Adaku y el señor Nwosu fueron llamados a la oficina del director Ayoola, acompañado por la subdirectora Egwuatu y un representante del consejo escolar.
—Hemos recibido la denuncia formal —dijo el representante con voz grave—. La junta investigará los hechos. Mientras tanto, se suspenden las actividades en la clínica escolar.
El ambiente era denso; algunos profesores respiraron aliviados, otros miraron con recelo a Adaku y Nwosu.
Más tarde, en el aula, las estudiantes Ngozi y Amaka se acercaron a Adaku con ojos brillantes.
—Gracias por ayudarnos a que se sepa la verdad —dijo Ngozi—. No sabíamos a quién acudir.
Adaku sonrió con gratitud y les prometió:
—Esto es solo el comienzo. Saint Dorcas cambiará.
Durante las semanas siguientes, la investigación reveló una red de corrupción que involucraba a varios miembros del personal. Fakorede y Ozioma fueron suspendidos mientras se aclaraban los cargos.
Aunque la lucha no había terminado, el Instituto Saint Dorcas empezaba a respirar un aire de esperanza.
Una noche, sentada en el jardín bajo un cielo estrellado, Adaku reflexionó:
—Los secretos pueden vivir en las sombras, pero la verdad siempre encuentra su luz.
Y con esa convicción, estaba lista para enfrentar lo que viniera.
Episodio 8 – “Renacer y Justicia”
El sol brillaba con una fuerza renovada sobre el Instituto Saint Dorcas. Después de semanas de incertidumbre, la comunidad escolar comenzaba a sanar.
La investigación oficial concluyó con la expulsión de Fakorede y Ozioma, quienes enfrentaban cargos por malversación y abuso de poder. La subdirectora Egwuatu, aunque nunca involucrada directamente, fue removida para dar paso a una administración más transparente.
Adaku, reconocida por su valentía, fue invitada a participar en el comité de reforma escolar, con la misión de reconstruir la confianza en el instituto.
En una emotiva ceremonia, estudiantes, profesores y padres se reunieron para celebrar el compromiso renovado de Saint Dorcas con la verdad y el respeto.
Ngozi, ahora portavoz de un grupo estudiantil, tomó la palabra:
—Gracias a quienes no tuvieron miedo de hablar, hoy podemos mirar hacia el futuro con esperanza.
Adaku, mirando a su alrededor, sintió que había cumplido más que un rol docente: había sido la chispa que encendió el cambio.
Mientras caminaba por los pasillos ahora llenos de vida y sonrisas, susurró para sí misma:
—La verdad duele, pero sana. Y cuando somos valientes, la justicia florece.
Así terminó el capítulo más oscuro del Instituto Saint Dorcas, dando paso a un renacer lleno de luz y promesas.
FIN
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