Mi abuelo me llamó bruja y dijo que maté a mis padres. ¡Juro que le enseñaré una lección!

EPISODIO 1

Había una vez una chica llamada Amanda. Amanda tenía 20 años y nació en una familia de cinco personas. Amaba actuar y cantar, y tenía un gran talento para el canto.

Un día, Amanda y su familia iban camino al pueblo para visitar a sus abuelos. En el trayecto, tuvieron un accidente. Amanda fue la única sobreviviente. Estuvo en coma durante seis meses antes de despertar.

Amanda: ¿Dónde estoy?

Doctor: Por favor, querida, necesitas descansar. Acabas de despertar de un coma.

Amanda: (Gritando) ¡No! ¿Dónde demonios estoy? ¿Dónde está mi mamá? ¿Dónde está todos?

Doctor: Señorita, necesita calmarse. Su familia fue traída aquí de urgencia porque sufrieron un accidente, y usted fue la única que sobrevivió.

Amanda: (Llorando) ¡¿Qué?! Esto no puede estar pasándome.

Doctor: Necesita calmarse…

Amanda: (Sigue llorando)

Doctor: No necesitas llorar, todo estará bien.

Justo en ese momento, los abuelos de Amanda entraron en la habitación…

Abuela: Ohhh, mi querida nieta, por fin has despertado. Estaba tan asustada. (Llora)

Amanda: Abuela, todos se han ido… Abuelo, todos se han ido.

Abuelo: (Chasqueando la lengua) Mtscheewww. Le dije a mi hijo desde el principio que tú eras una bruja, y no me escuchó.

Todos: ¡¡¡¿¿¿Qué???!!!…

EPISODIO 2: La Maldición de la Sangre

Amanda se quedó paralizada. Las palabras de su abuelo la golpearon como una bofetada. Las lágrimas se congelaron en su rostro.

Amanda: (temblando) ¿Bruja? ¿Qué está diciendo, abuelo?

Abuelo: (con la voz dura) ¡Desde que eras niña traías desgracia! Cuando naciste, tu madre perdió a su hermana. A los cinco años, tu padre perdió el trabajo. Y ahora… toda tu familia ha muerto menos tú.

Abuela: ¡Por favor, basta! ¡Ella acaba de despertar! ¡¿Cómo puedes decirle eso a una niña que acaba de perderlo todo?!

Abuelo: ¡Estoy diciendo la verdad! Siempre lo supe. Pero nadie me escuchó.

Amanda intentó incorporarse, pero su cuerpo aún estaba débil. El corazón le latía con rabia y miedo.

Amanda: ¡Yo no soy una bruja! ¡No fue mi culpa!

Abuelo: (acercándose con mirada de desprecio) ¿No fue tu culpa? ¡Entonces dime por qué eras la única con vida! ¡¿Por qué tú?!

Amanda gritó.

Amanda: ¡Porque luché! ¡Porque no me rendí! ¡Y si eso me convierte en bruja, entonces ser fuerte es brujería!

Su grito resonó por toda la habitación, y los monitores del hospital comenzaron a pitar con fuerza. Una enfermera corrió a ver qué pasaba.

Enfermera: ¡Por favor, todos tienen que salir! ¡Necesita descansar!

La abuela, llorando, tomó la mano de Amanda.

Abuela: Te amo, hija. No escuches esas palabras… tu abuelo solo está herido por la pérdida.

Amanda: (mirando al abuelo) Él no está herido… él está lleno de odio.

Días después, Amanda fue dada de alta. Pero no volvió a casa de sus abuelos.

Decidió buscar refugio en casa de su mejor amiga, Sonia, una joven que había sido como una hermana para ella.

Sonia: (abrazándola fuerte) ¡Gracias a Dios estás viva! No sabes cuánto recé por ti.

Amanda: (con voz apagada) Gracias, Sonia. Pero algo no encaja… siento que hay más en ese accidente.

Sonia: ¿A qué te refieres?

Amanda: Mi madre me llamó media hora antes del accidente. Me dijo que estaba asustada… que alguien los estaba siguiendo. Y luego… silencio.

Sonia: ¿Crees que no fue un simple accidente?

Amanda: No lo sé. Pero mi abuelo… su odio. Es como si supiera algo más.

Esa noche, Amanda tuvo una pesadilla. En el sueño, veía un círculo de fuego, a su abuelo lanzando oraciones en voz alta, y un cuervo volando en círculos sobre ella.

Despertó sudando.

Amanda: ¿Y si no fue una coincidencia? ¿Y si todo esto fue planeado?

Mientras tanto, en la casa de los abuelos, el abuelo sacó un viejo baúl. Dentro había una carta de su hijo —el padre de Amanda— que nunca había sido leída

Carta (voz en off):
“Papá, si estás leyendo esto, es porque ya no estoy contigo. Amanda no es lo que crees. Tiene un don… uno que puede salvar o destruir. Protégela. Y sobre todo, no dejes que los otros la encuentren primero. Hay más de los que imaginas.”

El abuelo se quedó inmóvil. La carta temblaba en sus manos. Su expresión cambió del odio al terror.

Abuelo: ¡No! ¡No puede ser! Entonces… ¿ella… es…?

EPISODIO 3 – LA MALDICIÓN DE LA FAMILIA

Amanda abrió los ojos, paralizada en la cama del hospital. Las palabras de su abuelo fueron como un cuchillo que se clavaba en una herida aún abierta.

Amanda: (susurrando) ¿Me… llamó… bruja?

Abuela: (sobresaltada) ¡Viejo loco! ¿Qué estás diciendo? ¡Amanda es solo una niña!

Abuelo: (interrumpiendo, con la mirada helada) Una niña que trajo desgracia a esta familia. Desde que nació, cosas extrañas comenzaron a suceder. ¿Y ahora qué? ¡Todos muertos, menos ella!

Amanda se quedó en silencio. Una lágrima resbaló por su mejilla. No entendía nada de lo que estaba pasando. Había perdido a sus padres, a sus hermanos… y ahora su propia familia la miraba con desconfianza.

Amanda: Yo… yo no recuerdo nada. ¿Por qué me dice eso, abuelo?

Abuela: Amanda, no lo escuches. Estás viva, eso ya es un milagro. Dios te salvó, hija.

Abuelo: ¿Dios? No. Esto no fue obra de Dios. Fue ella.

El abuelo salió de la habitación furioso, dejando atrás una atmósfera pesada y oscura.

Días después, Amanda fue dada de alta del hospital. Su abuela la llevó a vivir con ella en una antigua casa en medio del bosque, la misma que la familia solía llamar “la casa maldita”.

Cada noche, Amanda escuchaba murmullos extraños desde el bosque. Voces que susurraban su nombre desde la oscuridad.

Hasta que un día, decidió seguir esa voz…

Se adentró en el bosque y encontró una vieja cabaña. En su interior, colgaban retratos antiguos, y entre ellos… una foto de ella misma, pero parecía tomada hace décadas.

Amanda: (susurrando) ¿Qué demonios es esto…?

Una anciana emergió de las sombras. Sus ojos estaban nublados, pero cortaban como cuchillas.

Anciana: Al fin… has llegado.

Amanda: ¿Quién… quién es usted?

Anciana: Soy la guardiana del secreto de los Del Castillo. Y tú, Amanda, eres el último eslabón.

Amanda: ¡No entiendo nada!

Anciana: Tu padre intentó huir de la maldición. Pero siempre regresa. Tú eres la última que lleva esa sangre, y si no despiertas… la muerte seguirá persiguiendo a los tuyos.

Amanda: ¿La maldición… es real?

Anciana: Hay verdades de las que uno no puede escapar. Aunque no recuerdes… tu sangre sí recuerda.

Amanda salió corriendo de la cabaña, aterrada. Ya no sabía qué era real y qué era fantasía. Pero al llegar a casa, su abuelo la esperaba en el porche, con una mirada que lo decía todo.

Abuelo: Sabía que irías allí. Es hora de que elijas, Amanda… ¿bruja o víctima?

EPISODIO 4 – LA ELECCIÓN DEL DESTINO

La lluvia golpeaba las viejas tejas del techo como tambores que martilleaban el pecho de Amanda. Ella estaba frente a su abuelo, cuyos ojos seguían siendo penetrantes, como si quisieran desnudar su alma.

Amanda: (negando suavemente con la cabeza) No soy una bruja. No sé nada.
Abuelo: Pero tu sangre sí lo sabe. Y el fuego dentro de ti… está comenzando a despertar, quieras o no.

Colocó frente a ella un cofre de madera oscura, tan antiguo que parecía que se desmoronaría con un toque. No tenía cerradura — solo un símbolo profundamente tallado en la madera: un búho de dos cabezas con ojos de rubí.

Abuelo: Tu padre intentó quemar este cofre. No se quemó. Intentó enterrarlo, pero volvió a la puerta. Y luego, uno tras otro… todos murieron.

Las manos de Amanda temblaban, pero abrió la tapa. Dentro encontró:

– Un diario encuadernado en cuero — parecido a piel humana, con la tinta descolorida, del color de sangre seca.
– Un collar de plata ennegrecida con su nombre grabado: Amanda D.C.
– Y… una foto: su madre en los brazos de una mujer de cabello blanco, con los mismos ojos que Amanda.

Amanda: ¿Quién es esta mujer?

Abuelo: Tu bisabuela. Fue quemada viva, acusada de ser “la bruja de fuego”. Pero no murió.

Abuela: (entrando con un crucifijo en la mano) ¡Basta! ¡No más brujería en esta casa!
Abuelo: (gritando) ¡Cállate, mujer! ¡Ella debe saber la verdad!

Esa noche, Amanda estaba en la cama, abrazando el collar. Cerró los ojos, pero su mente fue absorbida por un sueño extraño y vívido…

En el sueño, estaba de pie en el centro de un círculo de fuego. Alrededor, figuras sombrías — su familia — susurraban:

“Despierta, Amanda. Esto no ha terminado…”

Luego, una voz profunda y hueca resonó:

“Elige. Sangre o salvación.”

Se despertó sobresaltada. El collar alrededor de su cuello brillaba con un rojo intenso — y desde el bosque afuera, un aullido largo y escalofriante se escuchó.
¿Lobo?
¿O algo más… humano?

A la mañana siguiente, Amanda regresó a la cabaña en el bosque.
Pero esta vez, la anciana ya la esperaba — con una pila de libros gruesos y un espejo cubierto con un paño negro.

Anciana: Si quieres la verdad… mira en el espejo.

Amanda retiró el paño. Pero el espejo no reflejaba su rostro actual — en su lugar, vio a una mujer vestida de negro, con ojos llameantes.

Anciana: Esa eres tú. O lo que serás… si no aprendes a controlarlo.
Amanda: Entonces… ¿puedo aprender? ¿A no convertirme en un monstruo?
Anciana: Nadie aprende a no convertirse en un monstruo, Amanda. Aprendes a ser algo más fuerte que cualquier monstruo.

Al final del episodio 4, Amanda mira hacia el bosque frente a ella — una vez cementerio de sus antepasados, ahora un campo de batalla del destino.
Sujeta con fuerza el libro encuadernado en piel humana en sus manos.

Amanda: Si el destino me eligió… no voy a huir más.

EPISODIO 5: LA HERENCIA OCULTA

Amanda cerró la puerta del sótano con fuerza, tratando de calmar la tormenta que le rugía dentro. El diario en sus manos parecía pesado, como si cargara siglos de secretos y verdades ocultas.

Con cautela, comenzó a leer las primeras páginas. Allí estaba la historia de Isabel, su tía desaparecida:

Isabel había nacido con un don poco común, capaz de ver lo invisible para los demás. Una habilidad que la gente del pueblo interpretaba como brujería. La familia, presa del miedo y las supersticiones, la había apartado poco a poco.

Pero Isabel había encontrado refugio en sus estudios y en rituales ancestrales, buscando protección para ella y su familia. En el diario describía un peligro inminente: un grupo de aldeanos había conspirado para hacerle daño, convencidos de que ella era una maldición.

Mientras Amanda leía, las piezas empezaron a encajar. Las acusaciones de su abuelo, las muertes, el accidente… ¿y si todo había sido obra de ese miedo irracional? ¿Y si la tragedia familiar no era casualidad, sino un acto de odio disfrazado de justicia?

Decidida a encontrar respuestas, Amanda fue a buscar a su abuela.

Amanda: Abuela, necesito que me cuentes todo sobre Isabel. Lo que pasó realmente.

Abuela: (con lágrimas) Isabel era una niña especial. Nadie la entendía. Cuando desapareció, temíamos lo peor. Pero también había miedo… mucho miedo en nuestra familia.

Amanda: ¿Crees que alguien le hizo daño?

Abuela: Sí, y ese miedo destruyó nuestra familia poco a poco.

Entonces Amanda tuvo una idea: debía encontrar a alguien que conociera la verdad de Isabel. Un viejo amigo, un guardián de secretos que su abuela mencionó una vez, llamado Don Mateo, un anciano que vivía en las afueras del pueblo.

Esa misma tarde, Amanda emprendió el camino hacia la pequeña cabaña de Don Mateo. Al llegar, encontró un hombre de mirada profunda y serena.

Don Mateo: Te estaba esperando, Amanda. Isabel te ha estado protegiendo desde lejos.

Amanda: ¿Cómo? ¿Qué puedo hacer para arreglar todo?

Don Mateo: Hay un poder en ti, heredado de Isabel. No es una maldición, sino un regalo. Pero para controlarlo, debes enfrentar tus miedos y limpiar la sombra que cubre a tu familia.

Con la ayuda de Don Mateo, Amanda comenzó un entrenamiento espiritual que la conectaba con su linaje y su verdadera fuerza.

Al regresar a casa, Amanda sintió que ya no estaba sola. La culpa, el miedo y el odio que la habían asfixiado comenzaban a disiparse.

Sin embargo, sabía que el mayor reto estaba por venir: enfrentar a su abuelo y liberar a su familia del pasado oscuro que los había condenado.

EPISODIO 6: ENFRENTANDO AL PASADO

Después de varias semanas en el hospital y de enfrentarse a la dura realidad, Amanda volvió a la vieja casa familiar, un lugar cargado de recuerdos y de silencios incómodos. El sol de la tarde entraba tímidamente por la ventana, pero en su corazón había una tormenta.

Amanda se paró frente a la sala, donde su abuelo estaba sentado en una vieja mecedora, mirando al vacío. Sus ojos se posaron en ella con una mezcla de dureza y tristeza.

Amanda (con voz temblorosa pero decidida):
—Abuelo, necesito hablar contigo.

Él levantó la mirada, con una expresión fría que casi cortaba el aire.

Abuelo (con voz seca):
—¿Qué quieres, niña? ¿Más mentiras?

Amanda (tratando de controlar las lágrimas):
—No son mentiras. Quiero que sepas la verdad. Yo no soy una bruja. No maté a mamá ni a papá.

El abuelo se levantó con lentitud, sus ojos llenos de una mezcla de rabia y dolor.

Abuelo:
—Siempre te dije la verdad. Desde pequeña eras diferente, Amanda. Fría, extraña. Vi cosas que no supe cómo explicar.

Amanda avanzó unos pasos y sacó de su bolso un viejo cuaderno cubierto de polvo.

Amanda:
—Este es el diario de mamá. Aquí está todo, abuelo. Lo que ella sentía, lo que pasó de verdad. Te juro que no hay nada de brujería. Solo miedo y tristeza.

El abuelo tomó el diario, sus manos temblaban ligeramente. Sus ojos se ablandaron al leer las primeras líneas.

Abuelo (con voz quebrada):
—Nunca quise perder a mis hijos… ni a tu madre. Pero pensé que había algo oscuro. Que eras tú.

Amanda tomó la mano de su abuelo con fuerza.

Amanda:
—Yo también he sufrido mucho. Pero aprendí que el miedo puede cegarnos y separarnos. Conocí a Don Mateo, él me enseñó que solo con verdad y perdón podemos sanar. Quiero que tú y yo también lo hagamos.

El abuelo la miró largamente y, con lágrimas que corrían por sus arrugadas mejillas, asintió lentamente.

Abuelo:
—Tal vez… siempre temí lo que no entendía. Pero veo ahora que el miedo nos ha hecho daño a todos.

Amanda sonrió, sintiendo un cálido alivio.


Cambio de escena: reunión en la iglesia del pueblo

Amanda y su abuelo están frente a toda la comunidad reunida en la iglesia. Amanda sostiene el diario y habla con voz firme y clara.

Amanda:
—Hoy quiero contarles la verdadera historia de mi familia. No somos brujos ni monstruos. Somos personas que hemos sufrido y necesitamos comprensión.

Lee algunos fragmentos del diario de su madre, donde se describen los miedos, las incomprensiones y el dolor que atravesaron.

Los vecinos se miran entre sí, algunos con lágrimas en los ojos, otros con gestos de arrepentimiento.

Una anciana con voz quebrada dice:

—Juzgamos sin saber. Perdónanos.

Amanda responde con una sonrisa esperanzada.

—Gracias. Solo quiero que juntos construyamos un futuro sin miedo.

EPISODIO 7: RENACER ENTRE CENIZAS

Los días posteriores a la reunión en la iglesia fueron de cambios profundos para Amanda y su abuelo. El pueblo poco a poco empezó a mirarlos con otros ojos, aunque aún quedaban heridas por sanar.

Amanda decidió que su mejor manera de honrar a sus padres y a su propio pasado era volver a la música, su verdadera pasión. La música había sido siempre su refugio y su voz cuando no podía hablar.

Una tarde, en la plaza del pueblo, Amanda preparó un pequeño escenario improvisado. El sol se escondía lentamente, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y violetas.

El abuelo se sentó en la primera fila, mirando a su nieta con orgullo silencioso.

Amanda tomó el micrófono y respiró hondo.

Amanda (mirando a la multitud):
—Esta canción es para mi familia, para mi pasado, y para todos los que alguna vez se sintieron solos por ser diferentes.

Comenzó a cantar una melodía dulce, llena de esperanza y fuerza, que hablaba de dolor, perdón y renacimiento.

La voz de Amanda, clara y potente, llenó el aire, con cada nota llevando un mensaje de sanación.

Al terminar, un aplauso espontáneo rompió el silencio. Algunos lloraban, otros sonreían conmovidos.

Su abuelo se levantó, aplaudiendo con entusiasmo.

Después del concierto, un grupo de jóvenes se acercó a Amanda.

Joven 1:
—Tu voz es increíble. ¿Has pensado en llevar tu música más allá del pueblo?

Amanda (sonriendo tímidamente):
—Sí, ese es mi sueño. Pero primero quiero reconstruir mi vida aquí, con los míos.


Una conversación importante

Esa noche, Amanda y su abuelo conversaron en la vieja sala.

Abuelo (mirando la luna desde la ventana):
—Amanda, estoy orgulloso de ti. Has enfrentado el pasado y has elegido la luz.

Amanda (sentada a su lado):
—Gracias, abuelo. Pero aún hay mucho por sanar. No solo yo, sino todos en el pueblo.

Abuelo (asintiendo):
—Lo sé. Pero la semilla ya está plantada. El amor y la verdad crecerán.

Se quedaron en silencio, compartiendo un momento de paz que hacía tiempo no sentían.

EPISODIO 8: LA VERDAD LIBERADORA

Pasaron semanas desde aquel concierto en la plaza. Amanda se dedicó a reconstruir su relación con el pueblo, participando en eventos, ayudando a las familias y enseñando música a los niños.

Un día, su abuelo la llamó a la casa con expresión seria.

Abuelo:
—Amanda, es hora de que te cuente todo lo que he guardado en silencio. No solo por ti, sino por tu paz.

Amanda lo miró con curiosidad y un poco de miedo.

Abuelo:
—Cuando te acusé de bruja, lo hice porque tenía miedo. No entendía la enfermedad de tus padres ni cómo podían haber muerto tan jóvenes. Fue mi ignorancia y dolor lo que me cegó.

Amanda sintió un nudo en la garganta.

Abuelo:
—Pero ahora veo que te equivocaba. Eres mi nieta, una mujer fuerte, valiente y llena de luz. Quiero pedirte perdón… y también que me ayudes a sanar a este pueblo que tanto ha sufrido.

Amanda, con lágrimas en los ojos, lo abrazó fuerte.

Amanda:
—Gracias, abuelo. Eso significa todo para mí.


Un último obstáculo: el juicio del pueblo

Aunque muchos en el pueblo la habían aceptado, otros todavía guardaban resentimientos y rumores. Una noche, un grupo de vecinos se reunió en la plaza para confrontarla.

Vecino 1:
—¿Por qué deberíamos creer en ti después de todo lo que pasó? ¿No trajiste mala suerte a nuestra familia?

Amanda salió a enfrentarlos, con calma y dignidad.

Amanda:
—No soy culpable de la muerte de mis padres. Tampoco soy una bruja. Soy una hija de este pueblo, que quiere sanar y crecer junto a ustedes.

Poco a poco, con palabras honestas y actos de bondad, fue ganando la confianza de todos.


El renacer

Meses después, Amanda fue invitada a cantar en el festival anual del pueblo. Su abuelo, ahora un hombre renovado, la presentó ante toda la comunidad.

Abuelo:
—Hoy celebramos a Amanda, quien nos enseñó que el amor puede vencer al miedo y que la verdad siempre encuentra su camino.

Amanda cantó con el corazón, rodeada de amigos, vecinos y su abuelo. La música fue el puente que curó heridas, unió almas y dio paso a un futuro lleno de esperanza.


Epílogo

Amanda miraba el atardecer desde el porche de la casa familiar, sintiendo paz por primera vez en años.

Sabía que la vida no siempre sería fácil, pero con la verdad, el amor y el perdón, todo era posible.

Y así, de la mano de su abuelo y del pueblo que la abrazó, Amanda renació como una mujer libre, fuerte y llena de luz.