Zainab nunca había visto el mundo, pero podía sentir su crueldad con cada respiro que tomaba. Nació ciega en una familia que valoraba la belleza por encima de todo. Sus dos hermanas eran admiradas por sus ojos cautivadores y sus figuras elegantes, mientras que Zainab era tratada como una carga. Con el paso del tiempo y su unión inesperada con Yusha, el supuesto mendigo que resultó ser el hijo del Emir, su vida dio un giro inesperado. Pero la historia de Zainab, lejos de concluir con su aceptación en el palacio, apenas comenzaba.
En los meses que siguieron a su proclamación como princesa, Zainab no solo se adaptó a su nueva vida, sino que decidió reformarla desde dentro. Comprendió que muchos en la corte la veían con desprecio o condescendencia, como si su ceguera la hiciera menos capaz. Pero Zainab tenía un don que pocos en el palacio poseían: sabía escuchar.
Convocó reuniones con campesinos, comerciantes, mujeres, niños, y hasta con mendigos, quienes nunca habían sido escuchados por la nobleza. Usando su agudo sentido del oído y su intuición, comenzó a crear una red de voces que transformó su manera de gobernar. Poco a poco, la gente del reino empezó a respetarla no por su título, sino por su compasión y eficacia.
Zainab también impulsó reformas educativas, promoviendo el aprendizaje del braille en las escuelas y creando una biblioteca real accesible a personas con discapacidades. Su meta era clara: que ningún niño creciera sintiéndose invisible como ella se había sentido.
Mientras tanto, Yusha se convertía en su aliado más fiel. Juntos compartían las responsabilidades del reino, sin que él intentara opacar su luz. El pueblo los admiraba por su unión y por el amor visible que los unía.
Sin embargo, no todos estaban contentos. Algunos nobles conspiraban en las sombras, molestos por los cambios y la creciente influencia de una mujer ciega en el poder. Entre ellos estaba Malik, el primo ambicioso de Yusha, que había soñado con ser el heredero del trono. Malik comenzó a sembrar rumores, insinuando que Zainab usaba su condición para manipular al príncipe.
La tensión llegó a su punto máximo durante una cena oficial con delegados de otros reinos. Malik, fingiendo brindar por la pareja real, hizo un comentario venenoso:
—Brindemos por nuestra querida princesa, cuyo corazón es tan fuerte como su visión es… limitada.
El silencio fue absoluto. Pero Zainab no se dejó vencer. Se levantó con dignidad y respondió:
—Gracias, primo Malik. Es cierto, no veo con los ojos. Pero a veces, la verdadera ceguera es del corazón, y esa es mucho más peligrosa.
La respuesta fue tan elegante como contundente. La reina madre, quien había observado en silencio durante meses, se levantó y dijo en voz alta:
—Esta corte tiene mucho que aprender de la princesa Zainab. Su fuerza, su sabiduría y su amor por el pueblo son lo que todo gobernante debería aspirar a tener.
Tras ese día, Malik fue despojado de sus cargos. Y aunque la amenaza de enemigos nunca desapareció por completo, Zainab había demostrado que podía enfrentar cualquier adversidad con gracia y valentía.
Años después, cuando el Emir murió y Yusha fue coronado rey, Zainab fue coronada reina junto a él. El día de su coronación, los ciudadanos del reino llenaron las calles. Niños ciegos de distintos pueblos fueron llevados al palacio como invitados de honor. Zainab caminó por la alfombra real guiada por Yusha, pero con la cabeza en alto, como la reina que era.
Su padre, ahora anciano y enfermo, había escuchado los rumores de la transformación de su hija. Se había arrepentido en silencio, consumido por la culpa. Un día, fue llevado al palacio, tembloroso y sin saber si sería recibido. Zainab, al enterarse, no dudó.
Fue a verlo sola. En la sala de audiencias, su padre se arrodilló ante ella.
—No merezco tu perdón —dijo con voz apagada—. Fui un monstruo. Te negué amor, dignidad, y hasta tu nombre. No hay excusa.
Zainab respiró profundamente. El pasado había sido duro, pero ahora ella era diferente. Se acercó y puso su mano sobre el hombro encorvado de su padre.
—Lo que me hiciste fue cruel. Pero no quiero vivir con odio. Yo elegí perdonarte, no por ti, sino por mí.
Su padre lloró como un niño. Y aunque nunca fueron cercanos, murió meses después con el corazón un poco más en paz.
A lo largo de los años, Zainab se convirtió en una figura legendaria. Se le conocía como “la Reina que escuchaba”. Su historia cruzó fronteras, inspiró canciones, obras de teatro y generaciones enteras de niñas que comprendieron que la fuerza no está en los ojos, sino en el alma.
Y cuando el tiempo pasó, cuando las canas adornaron las sienes de Yusha y las de ella, Zainab se sentó una noche junto a su amado en el jardín del palacio, con el sonido de los árboles y el canto de los ruiseñores a su alrededor.
—Nunca imaginé que una vida así era posible para mí —susurró.
Yusha le tomó la mano.
—Yo sí. Desde el primer momento que te vi.
Zainab sonrió, y por un instante, sintió que podía ver todo: el pasado, el presente y el futuro. Y en todos ellos, ella seguía siendo quien siempre fue: una mujer valiente, una luchadora, una reina sin corona que se ganó su trono con amor.
Fin.
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