6 de junio de 1944, 6:32 de la mañana. El teléfono en el
búnker alemán de Normandía suena con una urgencia que hiela la sangre. Al otro lado de la línea, un oficial alemán con
voz quebrada por el terror pronuncia palabras que nunca pensó que tendría que decir, “Necesitamos refuerzos ahora o
moriremos todos aquí.” Pero lo que este hombre no sabe es que mientras él suplica por ayuda en las playas de Francia, a más de 2,000 km al
este, Joseph Stalin está ejecutando la estrategia militar más brutal y sangrienta de la historia humana. Una
estrategia que ya ha consumido 450,000 vidas soviéticas como si fueran combustible en una hoguera infernal.
Esta es la historia de dos infiernos simultáneos de como el día de no fue solo una batalla por las playas de
Normandía, sino el resultado de un sacrificio masivo que Stalin orquestó con frialdad calculada en el frente
este. Mientras los alemanes rogaban por cada soldado, cada tanque, cada bala en Francia, Stalin los había estado
quemando vivos en una guerra de desgaste tan brutal que haría palidecer cualquier concepto de humanidad. El comandante
Helmut Fiser observa las olas del canal de la Mancha desde su posición fortificada en Omaha Beach. Ha dormido
apenas 3 horas en los últimos dos días. Sus manos tiemblan no por miedo, sino
por agotamiento absoluto. A las 5:45 de la mañana, el cielo comienza a rugir con
un sonido que nunca había escuchado en su vida. No son aviones, son miles de
aviones. El bombardeo naval que sigue es tan intenso que Fiser siente que la tierra misma está siendo destruida bajo
sus pies. A las 6:30, cuando las primeras lanchas de desembarco aparecen en el horizonte, Fiser toma el teléfono
y marca el número de emergencia del cuartel general divisional. “Están aquí!”, grita sobre el ruido
ensordecedor. “Miles de barcos, decenas de miles de soldados. Necesitamos todo
lo que tengan.” La respuesta que recibe es devastadora. No hay refuerzos disponibles. Manténganse en posición.
Pero, ¿cómo es posible que el poderoso ejército alemán, que había conquistado casi toda Europa, no tuviera refuerzos
disponibles para defender su posición más crítica? La respuesta está a más de 2,000 km de distancia, en un lugar donde
el concepto mismo de vida humana ha sido reducido a números en un tablero de guerra. Operación Bagration. Ese es el
nombre que Estalin ha dado a su ofensiva más masiva y brutal contra las líneas alemanas en el frente este. Mientras
Fiser y sus hombres enfrentan la invasión aliada en Normandía, Stalin ha lanzado 2,200,000 soldados soviéticos
contra el grupo de ejército centro alemán en Bielorrusia. Pero estos no son simplemente soldados en una batalla
convencional. Son oleadas humanas diseñadas para absorber balas alemanas, para agotar municiones, para consumir
recursos, para quemar vidas como combustible en una máquina de guerra sin piedad. El mariscal Georgi Sukobov, el
carnicero más eficiente de Stalin, ha perfeccionado una táctica que haría vomitar a cualquier general occidental.
Se llama ataque de saturación profunda, pero en realidad es mucho más simple y más horrible. lanzar tantos hombres
contra las líneas enemigas que los alemanes físicamente no puedan matarlos a todos antes de que sus defensas
colapsen. En una sola semana de junio de 1944, justo cuando Fiser está rogando por
refuerzos en Normandía, Sucova ha enviado 350,000 hombres a una muerte casi segura contra posiciones alemanas
fortificadas en Bitepsk. Los alemanes disparan hasta que los cañones de sus ametralladoras se derriten, literalmente
se derriten por el calor del fuego continuo. Y aún así, los soldados soviéticos siguen avanzando sobre
montañas de cadáveres de sus propios camaradas. Un oficial alemán en el Frente Este, el mayor Klaus Steiner,
escribió en su diario personal una entrada que fue descubierta décadas después. Ya no estamos luchando contra
un ejército. Estamos luchando contra una marea humana que no tiene fin. Hemos
matado a tantos que hemos perdido la cuenta, 10,000, 20,000, quizás más. Y
siguen viniendo. ¿Qué clase de comandante envía a sus hombres a morir así? No son humanos. Son ganados siendo
llevado al matadero y su pastor es el [ __ ] mismo. Stalin lo sabe. Stalin lo
entiende perfectamente. Y Stalin no solo lo acepta, lo celebra. En una reunión
del Estado mayor soviético en mayo de 1944, un mes antes del día D, Stalin dice algo
que sus generales nunca olvidarán. Los alemanes tienen mejores tanques, mejor artillería, mejores aviones, pero
nosotros tenemos algo que ellos nunca tendrán, más hombres de los que ellos tienen balas. Esta filosofía diabólica
tiene un cálculo matemático detrás. Los analistas militares de Stalin han calculado que por cada soldado alemán
que pueden forzar a permanecer en el frente este están quitando ese soldado de Francia. Por cada tanque alemán
destruido en Bielorrusia hay un tanque menos en Normandía. Por cada bala disparada contra oleadas soviéticas hay
una bala menos disponible para detener a los americanos y británicos. Pero el costo es inimaginable. En la primera
semana de la operación Bagration, las bajas soviéticas superan las 120,000. En
la segunda semana, otras 90,000. En la tercera semana, cuando Ficer Normandía
finalmente recibe una respuesta oficial de que no habrá refuerzos debido a la situación crítica en el este, otras
80,000 vidas soviéticas han sido consumidas. El sargento Dimitri Volkov es uno de esos números. Tiene 22 años y
ha sido reclutado hace apenas 6 semanas de una granja en Ucrania. Su entrenamiento militar consistió en
aprender a cargar un rifle mosinagant y a correr hacia delante cuando se diera la orden. Le dijeron que si retrocedía,
las tropas de barrera de la NKVD detrás de le dispararían por desertor. El 23 de
junio de 1944, exactamente 17 días después del día D,
Volkov recibe la orden de atacar una posición alemana fortificada cerca de Minsk. Su unidad tiene 400 hombres, les
han dado 200 rifles. Volcov es uno de los afortunados que tiene uno. La orden
es simple. Correr a través de un campo abierto de 800 m hacia las trincheras alemanas. No hay apoyo de artillería, no
hay cobertura de tanques, solo hombres con rifles corriendo hacia ametralladoras. A las 4:15 de la mañana
suena el silvato. Volcov a su derecha. Su mejor amigo Igor explota cuando pisa
una mina. A su izquierda, el joven Alexei de 19 años es cortado por la mitad por una ráfaga de MG42.
Volkov sigue corriendo porque sabe que detenerse significa morir de todas formas. De los 400 hombres que
comenzaron la carga, 52 llegan a las trincheras alemanas. Volcov es uno de
ellos. La posición alemana es capturada. El informe oficial soviético declara la
operación un éxito rotundo. Nadie menciona a los 348 muertos. son
simplemente bajas aceptables. Mientras tanto, en Normandía, Fiser y
sus hombres están siendo masacrados lentamente. El problema no es que los alemanes no puedan luchar. El problema
es que están completamente abrumados en números, en municiones, en apoyo aéreo,
en todo. Fiser tiene 300 hombres defendiendo un sector que requeriría 3000. Tiene 12 ametralladoras cuando
necesitaría 50. Tiene tres tanques cuando necesitaría 30. El 8 de junio,
dos días después del desembarco, Ficer hace su quinta llamada desesperada al cuartel general. Hemos perdido el 60% de
nuestros hombres. Necesitamos refuerzos inmediatamente o esta posición caerá en 24 horas. La respuesta esta vez es
diferente, más honesta, más devastadora. Los refuerzos que necesitas están muriendo en Bielorrusia. Lo siento.
Resiste lo que puedas. Esta es la cruel ironía del día de los aliados occidentales ganaron esa batalla
no solo por su superioridad de hombres y material, sino porque Stalin había convertido el Frente este en un agujero
negro que consumía recursos alemanes a una velocidad incomprensible. Por cada soldado alemán que moría en las playas
de Normandía, tres morían en el este. Por cada tanque alemán destruido en Francia, cinco eran destruidos en Rusia.
Pero la diferencia fundamental es esta. Cuando un soldado americano moría en Omaha Beach, su muerte era considerada
una tragedia. Su cuerpo era recuperado cuando era posible. Su familia recibía una carta personal. Su nombre era
grabado en monumentos. Cuando un soldado soviético moría en Bielorrusia, era simplemente un número que se borraba de
una lista y se reemplazaba con otro número. El general Friedrich Goyzer, comandante del 12o ejército alemán en el
Frente Este, escribe un informe en julio de 1944 que es clasificado inmediatamente como Alto Secreto. El
enemigo ha desarrollado una nueva forma de guerra que no respeta ninguna convención militar conocida. No buscan
minimizar bajas, no buscan preservar la vida de sus tropas. utilizan a sus
hombres como nosotros utilizamos municiones. Son un recurso desechable que se gasta para lograr objetivos.
Hemos matado números que deberían haber destruido tres ejércitos y siguen viniendo. Esta no es una guerra, es un
ritual de sacrificio masivo. Stalin lee este informe interceptado y sonríe. Su
estrategia está funcionando exactamente como la había planeado. La operación Bagration no es solo una ofensiva
militar, es un acto calculado de genocidio contra su propio pueblo disfrazado de estrategia militar
brillante. Stalin sabe exactamente cuántos hombres va a perder. Sus analistas le han dado las cifras
exactas, entre 400,000 y 500,000 bajas para destruir al grupo de ejército centro alemán y evitar que envíen
refuerzos a Francia. Stalin acepta estas cifras sin pestañear, de hecho las
considera conservadoras. Su respuesta a sus generales es escalofriante. Si perdemos medio millón, pero destruimos
la capacidad alemana de defender Francia, habremos obtenido una ganga. El teniente coronel Basili Chikov, uno de
los oficiales más veteranos del Ejército Rojo, está presente en esta reunión. Décadas después, en sus memorias
publicadas postumamente, escribirá: “En ese momento comprendí que estaba sirviendo a un monstruo, no a la madre
Rusia, no al pueblo soviético, a un monstruo que veía a los seres humanos como números en una ecuación donde
algunos números tenían que ser sacrificados para que otros números pudieran ganar. Pero la brutalidad de
Stalin va mucho más allá de simplemente aceptar bajas masivas. En las ingeniería deliberadamente, las tácticas soviéticas
están diseñadas específicamente para maximizar el desgaste alemán a costa de vida soviéticas masivas. Una de estas
tácticas es el ataque nocturno de saturación. Funciona así. A las 2 de la madrugada,
cuando la visibilidad es mínima, se lanzan 5,000 y 10,000 soldados soviéticos contra una posición alemana
fortificada. No hay bombardeo de artillería previo porque eso alertaría a los alemanes. No hay reconocimiento
porque eso desperdiciaría tiempo. Simplemente se envía una masa humana corriendo en la oscuridad. Los alemanes,
despertados repentinamente comienzan a disparar sus ametralladoras hacia el ruido. En la oscuridad es imposible
apuntar con precisión, pero hay tantos atacantes que es imposible no darle a alguien. Las bajas soviéticas son
monstruosas, típicamente entre el 40 y el 60%. Pero si hombres logran llegar a
las trincheras alemanas de los 5000 que comenzaron, la posición casi siempre cae. El soldado Hans Müller, un joven
alemán de 23 años que sobrevivió a uno de estos ataques, escribió una carta a su madre que fue interceptada por la
censura militar. Madre, anoche viví el infierno. Nos atacaron en la oscuridad.
Disparé mi MG42 hasta que el cañón estaba al rojo vivo. Maté a tantos que
perdí la cuenta. Los cadáveres estaban apilados tan alto frente a nuestra posición que tuvimos que usar bayonetas
para empujarlos hacia abajo porque bloqueaban nuestra línea de fuego y aún así seguían viniendo. No puedo quitarme
sus gritos de la cabeza. No eran gritos de guerra, eran gritos de terror.
Estaban tan aterrorizados como nosotros, pero alguien los estaba empujando hacia delante. Alguien los estaba obligando a
morir. Ese alguien tiene un nombre, las tropas de bloqueo de la NKVD. Estas son
unidades especiales soviéticas colocadas detrás de las tropas de ataque con órdenes específicas de disparar a
cualquiera que intente retroceder. No es una amenaza vacía. Los registros soviéticos desclasificados muestran que
durante la operación Bagration, más de 14,000 soldados soviéticos fueron ejecutados por sus propias tropas de
bloqueo por intentar desertar o retroceder. Imagina la pesadilla psicológica. Eres un soldado soviético
corriendo hacia ametralladoras alemanas. Sabes que si avanzas probablemente morirás, pero si retrocedes
definitivamente morirás ejecutado por tu propio lado. La única esperanza es correr lo suficientemente rápido, tener
suficiente suerte y quizás, solo quizás, sobrevivir el tiempo suficiente para llegar a las líneas enemigas. Esta es la
máquina de guerra que Stalin ha construido, una máquina que funciona con carne humana como combustible y terror
como motivación. Pero incluso estas tácticas brutales palidecen comparadas con la operación más despiadada de
Stalin durante este periodo, el uso de batallones penales. Los batallones penales soviéticos son unidades formadas
por prisioneros, disidentes políticos, soldados que mostraron cobardía y cualquiera a quien el régimen considera
prescindible. Se estima que durante 1944 más de 400,000 hombres fueron asignados
a batallones penales. Su función es simple y horrible. son enviados a las misiones más suicidas imaginables para
redimir sus crímenes con sangre. Una de estas misiones se llama despeje de minas humano. Funciona exactamente como suena.
Los batallones penales son enviados a correr a través de campos minados para detonar las minas con sus propios
cuerpos, despejando así un camino seguro para las tropas regulares. No es una exageración, es una táctica oficial
documentada en múltiples órdenes militares soviéticas. El mayor Yuri Petrov, comandante de uno de estos
batallones penales, escribió en su diario, “Me han convertido en un asesino. No lucho contra alemanes. Mato
a mis propios hombres, enviándolos a morir en formas que ningún ser humano debería morir.” Anoche envié a 200
hombres a través de un campo minado. 32 sobrevivieron. Los supervivientes no me
agradecieron. Me miraron con un odio que nunca olvidaré. Y tienen razón en odiarme. Soy un monstruo sirviendo a
monstruos. Mientras estos horrores ocurren en el este, Fiser Normandía finalmente entiende la verdad completa
de su situación. El 12 de junio, 6 días después del día D, recibe su última
orden del alto mando. Retirarse está prohibido. Rendirse está prohibido.
Defiendan su posición hasta el último hombre. No hay refuerzos disponibles y no lo sabrá. El furer espera que cumplan
con su deber. Fiser lee la orden tres veces, luego la quema, reúne a sus
oficiales restantes y les dice la verdad. Estamos solos, nos han abandonado. Podemos morir aquí por nada
o podemos intentar sobrevivir para luchar otro día. De los 72 hombres que le quedan, 68 votan por intentar
escapar. Lo logran cuatro. Esta es la brutal realidad que Stalin había calculado perfectamente. Los alemanes no
podían defender dos frentes simultáneos contra enemigos con recursos casi limitados. Tenían que elegir y Stalin se
aseguró de que la elección fuera imposible al hacer del frente este una crisis existencial que consumía todo.
Pero el costo humano es tan incomprensible que la mente humana casi no puede procesarlo. 450,000 soviéticos
muertos en la operación Bagration. Eso es el equivalente a borrar completamente ciudades enteras. Es más muertos que la
población total de muchos países. Es una cifra tan grande que deja de tener significado real. Para ponerlo en
perspectiva, los americanos y británicos perdieron aproximadamente 10,000 hombres. El día de fue considerado un
costo terrible, pero necesario para la victoria. Stalin perdió 45 veces ese
número en la misma ventana de tiempo y para él fue aceptable. El general Ivan
Conv, uno de los comandantes más exitosos de Stalin, proporciona quizás el testimonio más escalofriante de todos
en una entrevista grabada secretamente en 1952. Stalin nos preguntó cuántos hombres
necesitaríamos para destruir al grupo de ejército centro. Le dijimos que con un millón de soldados y tácticas cuidadosas
podríamos hacerlo en tr meses con bajas moderadas de quizás 100,000. Stalin nos dijo que teníamos 2 millones de soldados
y seis semanas. Cuando protestamos que las bajas serían inaceptables, nos miró como si fuéramos idiotas y dijo, “Las
bajas son irrelevantes y ganamos. Así que enviamos 2 millones de hombres a morir en seis semanas y ganamos.
Esta mentalidad no es solo militar, es filosófica. Stalin realmente cree que
los individuos no importan, que solo importa el colectivo y que el colectivo puede sacrificar cualquier cantidad de
individuos por el bien mayor. Es comunismo llevado a su conclusión lógica más oscura. Si el Estado lo decide, tu
vida no vale nada. Un médico militar soviético, el Dr. Mikel Resnikov, documenta la realidad en los hospitales
de campo. Nos llegan entre 2000 y 3,000 heridos cada día. Tenemos camas para 500, tenemos morfina para 200, tenemos
antibióticos para 50. El resto simplemente muere en el suelo en agonía,
gritando por ayuda que no podemos darles. Y al día siguiente llegan otros 2000. Y al día siguiente y al día
siguiente hemos dejado de ver a los heridos como personas. Son números, son
problemas de logística. ¿Tiene este hombre probabilidades razonables de volver al combate en menos de dos
semanas? Si la respuesta es no, recibe una inyección de sedante y es colocado en el área de cuidados terminales, que
es simplemente un eufemismo para aquí es donde la gente viene a morir. Mientras tanto, de vuelta en Moscú, Stalin está
celebrando. Los informes de inteligencia confirman que el día de ha sido un éxito. Los aliados están estableciendo
una cabeza de playa en Francia. Los alemanes están en retirada en el este.
La estrategia está funcionando. En una cena celebratoria con sus generales principales el 20 de junio de 1944,
Stalin levanta su copa y hace un brindis por nuestros valientes soldados que han pagado el precio de la victoria. por los
400,000 que han dado sus vidas para asegurar que los fascistas no puedan defender Francia por los sacrificios que
han hecho posible este día histórico. Los generales beben en silencio. Algunos
están llorando discretamente. Saben exactamente lo que han hecho y el costo que han pagado, pero ninguno se atreve a
decir nada porque saben que expresar dudas sobre la estrategia de Stalin es una sentencia de muerte. El mariscal
Sucob, el carnicero en jefe, escribe en su diario esa noche, “Hemos ganado la guerra, pero hemos perdido nuestra
humanidad. ¿Valió la pena? La historia lo dirá, pero yo ya sé la respuesta. No,
mil veces no. Podríamos haber ganado de otra manera. Podríamos haber salvado a
cientos de miles, pero a Stalin no le importa. Para él somos todos desechables, incluso yo. La conexión
entre el día D y la operación Bagration es tan directa que es casi matemática. Los registros militares alemanes
muestran que en junio de 1944 el alto mando alemán había planeado transferir 12 divisiones desde el este
hacia Francia para reforzar las defensas de Normandía. Esto habría representado aproximadamente 180,000 soldados
adicionales, 100 tanques y 500 piezas de artillería pesada. Si esos refuerzos
hubieran llegado a Normandía, el día de podría haber fallado. Las bajas aliadas habrían sido astronómicas. La cabeza de
playa podría haber sido contenida, el curso de la guerra podría haber cambiado, pero esos refuerzos nunca
llegaron. No porque los alemanes no quisieran enviarlos, sino porque Stalin los estaba matando más rápido de lo que
podían ser transferidos. El general Alfred Hodl, jefe del Estado Mayor alemán, escribe una nota desesperada a
Hitler el 15 de junio. Mainfurer, la situación en el este ha alcanzado proporciones catastróficas. El grupo de
ejército centro está siendo destruido. Hemos perdido contacto con tres divisiones completas. Se estima que
hemos sufrido más de 200,000 bajas en 9 días. Si no enviamos refuerzos inmediatos, todo el Frente Central
colapsará y los soviéticos tendrán un camino abierto hacia Alemania. La respuesta de Hitler es típicamente
delusional. El frente occidental es la prioridad. Francia debe ser defendida a toda costa. Pero esta orden es imposible
de cumplir porque para defender Francia necesitan tropas que están siendo aniquiladas en el este. Es un círculo
vicioso perfecto que Stalin ha creado. Los alemanes no pueden defender Francia sin tropas del este, pero no pueden
retirar tropas del este porque están siendo masacrados allí. Es una trampa sin salida y Stalin lo sabe. Uno de los
aspectos más perturbadores de toda esta historia es que Stalin no solo aceptó las masivas bajas soviéticas, sino que
las infló deliberadamente. Múltiples comandantes militares soviéticos propusieron alternativas tácticas que
podrían haber logrado los mismos objetivos con significativamente menos pérdidas de vidas. Todas fueron
rechazadas. El general Constantin Rokosovski, comandante del primer frente bielorruso, presentó un plan detallado
que utilizaba más maniobras y menos asaltos frontales directos. Calculó que podría destruir al grupo de ejército
centro en 8 semanas con aproximadamente 150,000 bajas en lugar de 450,000.
La respuesta de Stalin fue brutal. Tu plan es demasiado lento. Necesitamos destruir a los alemanes ahora, no en 8
semanas. Las bajas adicionales son irrelevantes. Rechazado.
Cuando Rokosovski intentó argumentar que 300,000 vidas soviéticas no eran irrelevantes, Stalin lo interrumpió,
“Camarada general, ¿me estás cuestionando? ¿Estás sugiriendo que entiendes mejor la situación estratégica
que yo?” Rokosovski inmediatamente se retractó, sabiendo que continuar la
discusión significaría su arresto y probable ejecución. Este intercambio encapsula perfectamente la tiranía de
Stalin. No solo era cruel, era una crueldad defendida con terror. Nadie podía cuestionarlo, nadie podía ofrecer
alternativas, nadie podía siquiera sugerir que tal vez, solo tal vez, podría haber una forma mejor de hacer
las cosas. Las historias individuales de los soldados soviéticos durante este periodo son devastadoras. El soldado
Anatolicus Netsob sobrevivió a la guerra y escribió sus memorias en los años 60.
Su relato de la operación Bagration es desgarrador. Nos dijeron que atacaríamos al amanecer. Éramos 3200 hombres en mi
regimiento. Nos dieron bodca la noche anterior, supuestamente para celebrar, pero todos sabíamos que era para
anestesiarnos contra lo que vendría. A las 5 de la mañana comenzó el bombardeo de artillería. Duró exactamente 15
minutos. Luego el silvato. Corrimos hacia delante a través de un campo
abierto de 1 km hacia posiciones alemanas fortificadas. Los primeros 200
m fueron tranquilos. Luego comenzó el infierno. Las ametralladoras alemanas
abrieron fuego simultáneamente. Era como correr en una tormenta de metal. Los hombres a mi alrededor caían
como trigo cortado. La primera ola completa, aproximadamente 1000 hombres,
fue aniquilada en menos de 2 minutos. La segunda ola, de la cual yo era parte,
siguió corriendo sobre los cadáveres de la primera. Caí cuando el hombre frente a mí fue alcanzado y su sangre me cegó
temporalmente. Me quedé en el suelo, fingiendo estar muerto mientras la tercera ola pasaba sobre mí. Cuando
finalmente levanté la cabeza, vi algo que nunca olvidaré. De los 3,200 hombres
que comenzamos, quizás 400 habían llegado a las trincheras alemanas, pero
lo habíamos logrado. Habíamos capturado la posición. El oficial que sobrevivió
informó por radio: “Objetivo asegurado, bajas mínimas, 2800 hombres muertos o
heridos graves y lo llamó bajas mínimas. Esta desconexión entre la realidad del
sufrimiento humano y la frialdad burocrática de los informes militares es característica de toda la operación
Bagration. Los números se volvieron tan grandes que perdieron significado. Un comandante informando bajas de 15,000 en
el sector norte estaba hablando de 15,000 vidas humanas individuales, cada una con familias, esperanzas, sueños,
miedos, pero en los informes eran solo un número. De vuelta en Normandía, la
situación alemana se ha vuelto completamente desesperada. Para el 20 de junio, los aliados han establecido una
cabeza de playa sólida y están expandiéndose tierra adentro. Los alemanes están luchando ferozmente, pero
es una batalla perdida. Simplemente no tienen los números ni los recursos para contener la marea. El coronel Hans
Bonlac, comandante de la VIª división Pancer, escribe en su informe final antes de ser capturado. Hemos luchado
con todo lo que teníamos. Cada hombre bajo mi comando ha mostrado valentía extraordinaria, pero estamos siendo
abrumados. No por falta de coraje o habilidad, sino por pura aritmética. Nos
enfrentamos a 10 enemigos por cada uno de nosotros. Tenemos 10 balas mientras
ellos tienen 1000. Tenemos un tanque mientras ellos tienen 20. Esta no es una
batalla, es una ejecución lenta. Lo que Bonl sabe es que su situación
desesperada es exactamente lo que Stalin había planificado. Cada soldado alemán que lucha y muere en Normandía es un
soldado que no está luchando en el este. Cada tanque destruido en Francia es un tanque que no está defendiendo
Bielorrusia. Y para asegurar que los alemanes no tuvieran nada que enviar a Francia, Stalin había estado dispuesto a
quemar medio millón de vidas soviéticas. La guerra de desgaste en el este alcanza su punto más brutal a finales de junio.
Las cifras son tan apocalípticas que incluso los oficiales soviéticos más endurecidos están horrorizados. El
coronel Boris Gorbatov, oficial de inteligencia soviético, compila un informe secreto sobre las bajas que es
clasificado inmediatamente y solo se desclasifica 70 años después. El informe detalla que entre el primero de junio y
el 30 de junio de 1944, las bajas soviéticas en el Frente Este incluyen 423,000 muertos en combate,
190,000 heridos graves que nunca regresarán al servicio activo, 52,000 desaparecidos, presumiblemente muertos y
14,000 ejecutados por deserción o cobardía. El total, 679,000 bajas en un
solo mes. Es más que toda la población de muchas ciudades. Es más que las bajas
totales americanas en toda la Segunda Guerra Mundial. Es una cifra tan monstruosa que desafía la comprensión. Y
Stalin lo sabe todo. Recibe informes diarios detallados, ve los números y su
única respuesta es, ¿es suficiente para mantener a los alemanes en el este? Si es así, continúen. Si no, aumenten la
presión. Esta mentalidad expone algo fundamental sobre Stalin que muchos historiadores han tratado de
racionalizar, pero que realmente es bastante simple. Stalin era un sociópata en la escala más masiva posible. No
sentía empatía, no valoraba la vida humana. veía a las personas como recursos que se podían gastar, usar y
desechar. El contraste con los líderes occidentales no podría ser más marcado.
Cuando Isenoer planificó el día D, pasó meses angustiados sobre las potenciales bajas. Escribió una carta asumiendo
completa responsabilidad en caso de que la invasión fallara. Visitó personalmente a las tropas antes del
ataque, sabiendo que estaba enviando a muchos a la muerte. La decisión lo atormentó. Cuando Churchill recibió los
informes de bajas del día D, lloró abiertamente en su oficina. Cuando Roseelt fue informado de los números
finales, se dice que no pudo dormir durante dos días. Stalin recibió informes de bajas 20 veces peores y no
mostró emoción alguna. De hecho, se enojaba cuando los oficiales expresaban preocupación por las altas bajas,
considerándolo un signo de debilidad burguesa. La crueldad de Stalin alcanza niveles casi incomprensibles en el trato
a las familias de los soldados muertos. A diferencia de los países occidentales donde las familias recibían notificación
oficial y compensación en la Unión Soviética, las familias a menudo simplemente nunca volvían a saber de sus
seres queridos. María Ivanova, una campesina de Kursk, describe su experiencia. Mi hijo Pavel fue reclutado
en mayo de 1944. Era mi único hijo. Me prometió que escribiría cada semana. Recibí dos
cartas. Luego nada. Fui a las oficinas militares a preguntar. Me dijeron que no
tenían información. Pregunté si estaba muerto, herido o prisionero. Me dijeron
que no tenían obligación de informarme. Esperé 2 años después de la guerra.
Finalmente, un oficial me dijo casualmente, “Su hijo probablemente murió en Bielorrusia en junio del 44.
Muchos murieron ahí.” Eso fue todo. Ni condolencias, ni certificado de muerte,
ni tumba, nada. Mi hijo simplemente desapareció como si nunca hubiera existido. Esta historia se repitió
cientos de miles de veces. Familias enteras perdieron a sus hijos, padres,
hermanos, sin nunca recibir confirmación oficial. El Estado soviético simplemente
no se molestaba en documentar o comunicar las muertes porque había demasiadas y las consideraba irrelevantes. La maquinaria burocrática
de la muerte soviética era casi tan horrible como la muerte misma. Oficiales de menor rango eran responsables de
compilar listas de bajas, pero había tantas muertes que físicamente no podían procesar todos los nombres, así que
desarrollaron un sistema de bajas por categoría. El capitán Vladimir Sokolob,
oficial de registro de bajas, explica el sistema en sus memorias. Dejamos de intentar registrar nombres individuales
después de la primera semana de Bagration. Era imposible. En cambio, compilábamos números por unidad. El
du34º regimiento de rifle sufrió el 70% de bajas.
El noveno batallón fue completamente aniquilado. Estos informes eran enviados
a Moscú, donde se consolidaban en cifras totales. Los nombres individuales simplemente se perdían. Yo personalmente
fui responsable de perder los nombres de al menos 20,000 hombres. No porque fuera
descuidado, sino porque no había física ni temporalmente forma de procesarlos todos. Esta deshumanización total es
quizás el crimen más insidioso de Stalin. No solo mató a cientos de miles, sino que los borró de la historia, los
hizo estadísticas anónimas, los despojó incluso de la dignidad de ser recordados individualmente. La situación de los
soldados alemanes en Normandía continúa deteriorándose. Para finales de junio,
la batalla de Normandía está efectivamente perdida. Los alemanes están en retirada general. Los aliados
están avanzando en múltiples frentes y aún así no hay refuerzos. El mayor
Werner Cortenaus, oficial de Estado Mayor alemán en Francia, escribe un memo amargo que nunca fue enviado
oficialmente, pero fue descubierto en sus papeles personales. Nos han abandonado a morir. No por incompetencia
de nuestro alto mando, sino porque enfrentamos un enemigo en el este que lucha de una manera que ningún ejército
civilizado podría imaginar. Los soviéticos están dispuestos a perder 10 hombres por cada uno de los nuestros.
Están dispuestos a quemar ciudades enteras de su propia gente para lograr objetivos militares. ¿Cómo se lucha
contra un enemigo así? ¿Cómo se gana una guerra contra alguien que literalmente no valora la vida humana en absoluto?
Esta pregunta captura la esencia del dilema alemán. Habían construido su máquina de guerra en la suposición de
que todos los ejércitos valoran la vida de sus soldados y buscarán minimizar bajas. Pero Stalin no operaba bajo esas
reglas. Para él, las bajas soviéticas no eran un costo a minimizar, sino una herramienta a utilizar. La batalla final
por Minsk ilustra perfectamente la diabólica eficiencia de la estrategia de Stalin. Minsk era un nudo de
comunicaciones crítico. Su captura aislaría completamente al grupo de ejército centro alemán y sellaría su
destrucción. Los alemanes lo sabían y habían fortificado la ciudad masivamente. Stalin le ordenó a Sukob
capturar Minsk en 72 horas. Sucob protestó que necesitaba al menos una semana para hacerlo correctamente con
bajas razonables. Stalin le dio 60 horas y tropas adicionales. El asalto a Minsk
comenzó el primero de julio de 1944. Sucob lanzó 120,000 hombres contra las
defensas alemanas. El primer día las bajas soviéticas fueron 32,000. El
segundo día otras 28,000. Al tercer día Minsk había caído. Las bajas totales
soviéticas, 68,000 hombres en 72 horas. El análisis postbatalla de oficiales
soviéticos concluyó que con tácticas más cuidadosas y una semana adicional, Minsk podría haber sido capturado con bajas de
aproximadamente 15,000. Pero Stalin había querido velocidad sobre vidas y había obtenido ambas. Minsk capturado
rápidamente y 68,000 hombres muertos. Cuando Suob presentó su informe de bajas a Stalin, la respuesta del dictador fue
aceptable. ¿Cuál es el próximo objetivo? Esta indiferencia casual ante el
sufrimiento humano masivo es lo que define a Stalin como uno de los monstruos más grandes de la historia. No
era simplemente cruel. Era cruel con una eficiencia burocrática que convertía el asesinato en masa en una cuestión
administrativa rutinaria. Mientras todo esto ocurre, los propagandistas soviéticos están trabajando duro para
crear una narrativa completamente diferente. Los periódicos soviéticos están llenos de historias de victorias
gloriosas, héroes valientes y sacrificios nobles. No hay mención de las cifras reales de bajas, no hay
admisión de las tácticas brutales, solo hay triunfo y gloria. Un artículo típico
de Pravda del 5 de julio de 1944 dice: “Nuestras valientes tropas soviéticas
han liberado Minsk después de una batalla heroica. Los fascistas alemanes han sufrido pérdidas devastadoras. La
victoria es nuestra.” No hay mención de que esa batalla heroica costó 68,000
vidas soviéticas en 3 días. Esta desconexión entre la propaganda y la realidad crea una situación surrealista.
Los ciudadanos soviéticos leen sobre victorias gloriosas mientras sus hijos, hermanos y padres desaparecen en el
vacío del Frente Oriental, nunca vuelven y nunca se escucha de ellos nuevamente. Una maestra de escuela en Moscú, Ana
Sergelleeva, escribe en su diario, “Perdemos a tantos hombres que ya no quedan hombres jóvenes en nuestro
pueblo. Es solo mujeres, niños y ancianos. Pero los periódicos dicen que
estamos ganando gloriosamente. ¿Cómo puede ser esto una victoria gloriosa cuando hemos perdido a toda una
generación de hombres? Es una pregunta que millones de soviéticos se hacen en privado, pero nunca en público, porque hacer tales
preguntas públicamente significa arresto, interrogatorio y posible ejecución por derrotismo. La conexión
entre el sacrificio soviético y el éxito del día de se vuelve innegable cuando se examinan los números totales. En junio
de 1944, los alemanes tenían aproximadamente 2,800,000 soldados en el Frente Este y
400,000 en el frente oeste. Esta disparidad masiva en la distribución de fuerzas alemanas fue el factor decisivo
que permitió el éxito del día D. Los planificadores aliados lo sabían. Eenober escribió en sus memorias, “No
podríamos haber tenido éxito en Normandía sin el enorme sacrificio del pueblo soviético en el este. Ellos
mantuvieron la vasta mayoría de las fuerzas alemanas ocupadas, permitiéndonos establecer nuestra cabeza
de playa. Pero lo que Iseno probablemente no sabía o no quería admitir era el precio exacto de ese
enorme sacrificio. No fueron simplemente soldados luchando valientemente. Fueron
cientos de miles siendo deliberadamente sacrificados en una estrategia calculada de desgaste humano. El general George
Patton, conocido por sus declaraciones controvertidas, dijo algo notable después de la guerra. Stalin ganó la
guerra, no nosotros. Él laganó estando dispuesto a hacer cosas que ningún líder occidental podría hacer. Estaba
dispuesto a sacrificar millones, literalmente millones. Y ese sacrificio
brutal es lo que destruyó a Alemania. Patton, a pesar de su anticomunismo virulento, había entendido una verdad
fundamental. La voluntad de Stalin de gastar vidas humanas sin límite fue la ventaja decisiva en la guerra contra
Alemania. Para mediados de julio de 1944, la operación Bagration ha logrado sus
objetivos. El grupo de ejército centro alemán ha sido destruido. 28 divisiones
alemanas han sido aniquiladas o severamente debilitadas. Aproximadamente 400,000 soldados alemanes han muerto o
sido capturados. Y de manera crítica, no un solo refuerzo alemán ha llegado a Francia desde el este. El costo
soviético, 450,000 muertos, 190,000 heridos permanentemente y otros 200,000
heridos que eventualmente regresarían al servicio. Total, 840,000 bajas en 6
semanas. Es un intercambio que Stalin considera extremadamente favorable. 800,000 bajas soviéticas por 400,000
bajas alemanas y la garantía del éxito aliado en Francia. Para Stalin es matemática simple. Tenía más gente que
perder de la que los alemanes tenían para defender. Pero detrás de estas estadísticas frías están historias
humanas de sufrimiento inimaginable. El soldado Yuri Bondarev, quien sobrevivió a Bagration, escribió décadas después:
“Lo que experimentamos no fue guerra, fue apocalipsis. Era la visión del infierno hecha real. Vi cosas que ningún
ser humano debería ver. Vi a hombres quemados vivos, despedazados por artillería, pisoteados por sus propios
camaradas en pánico. Vi a oficiales disparar a sus propios hombres por cobardía. Vi montañas de cadáveres tan
altas que bloqueaban carreteras. Y lo peor es que todo fue innecesario. Podríamos haber ganado sin tanto
derramamiento de sangre, pero alguien decidió que nuestras vidas no valían el tiempo extra que tomaría hacerlo de otra
manera. Este testimonio captura la tragedia definitiva de la operación Bagration. No
fue solo brutal, fue innecesariamente brutal. Las mismas victorias podrían haberse logrado con tácticas más
cuidadosas, más tiempo y significativamente menos bajas. Pero Stalin eligió el camino del máximo
derramamiento de sangre porque era más rápido y porque simplemente no le importaba cuántos murieran. La ironía
final es que incluso después de toda esta masacre, la Unión Soviética aún tenía millones de hombres disponibles
para continuar la guerra. Stalin había estado preparándose para exactamente este tipo de desgaste durante años.
Había construido un sistema demográfico y económico diseñado específicamente para poder absorber pérdidas masivas y
seguir funcionando. Era como si Stalin hubiera diseñado la Unión Soviética para ser una máquina de sacrificio humano
desde el principio. La colectivización forzada, las purgas, los guls, todo
había sido práctica para este momento, cuando el Estado soviético podría literalmente gastar vidas humanas como
municiones en una guerra total. Para agosto de 1944, tanto el Frente Oeste como el Frente
este están en colapso para Alemania. París será liberado el 25 de agosto. El
Ejército Rojo está aproximándose a la frontera alemana. La guerra está efectivamente perdida para Alemania. Los
oficiales alemanes que suplicaron por refuerzos en Normandía nunca los recibieron. Muchos murieron en las
playas de Francia. Los que sobrevivieron fueron capturados o se retiraron en caos. Sus súplicas desesperadas por
ayuda permanecen como testimonios de la efectividad brutal de la estrategia de Stalin. Y en algún lugar en los campos
de Bielorrusia, entre el barro y la sangre yacen los restos de 450,000 soldados soviéticos. Muchos nunca fueron
identificados, muchos nunca tuvieron funerales. Muchos simplemente desaparecieron de la historia como si
nunca hubieran existido. Esos son los hombres que Stalin quemó vivos para ganar la guerra. No literalmente con
fuego, sino con tácticas tan brutales que el fuego habría sido misericordioso en comparación. Los quemó en el altar
del poder soviético, sacrificios humanos para el dios de la victoria total. La historia recuerda el día de como una de
las operaciones militares más grandes e importantes de la historia. y lo fue. Pero la historia a menudo olvida que el
éxito del día de fue comprado con la sangre de medio millón de soviéticos que murieron para asegurar que los alemanes
no pudieran defender Francia adecuadamente. Cuando celebramos la victoria aliada, deberíamos recordar que
fue posible no solo por el coraje de los soldados que desembarcaron en Normandía, sino también por el sacrificio
incomprensible de aquellos que murieron en lugares con nombres que nadie puede pronunciar, en batallas que nadie
recuerda. bajo las órdenes de un hombre que no sentía nada por ellos, excepto la satisfacción fría de ver sus estrategias
funcionar. El legado de Stalin es complejo y contradictorio. Ayudó a derrotar al nazismo, uno de los males
más grandes de la historia, pero lo hizo empleando métodos que rivalizan con los nazis en crueldad y desprecio por la
vida humana. Ganó la guerra, pero la ganó de una manera que reveló que el comunismo soviético, cuando se lo lleva
a su conclusión lógica, es tan deshumanizante y mortífero como el fascismo que derrotó. Los oficiales
alemanes que suplicaron refuerzos en el día de estaban enfrentando las consecuencias de servir a un régimen
malvado. Pero los soldados soviéticos que Stalin quemó en el Frente este eran víctimas de un régimen igualmente
malvado, simplemente uno que resultó estar en el lado ganador de la historia. Y esa es quizás la lección más oscura de
todo esto. A veces en la historia no hay buenos, solo hay grados diferentes de maldad. Y el ganador es simplemente el
que está dispuesto a ser más brutal, más despiadado y más indiferente al sufrimiento humano que su enemigo.
Stalin estaba dispuesto a quemar 450,000 de sus propios hombres para ganar.
Hitler no estaba dispuesto a sacrificar lo mismo y esa diferencia en crueldad pura es lo que decidió la guerra. Los
oficiales alemanes suplicaron refuerzos que nunca llegaron. Los soldados soviéticos suplicaron misericordia que
nunca recibieron. Y en medio de esta súplica sin respuesta, la historia siguió adelante, fría e indiferente,
hacia su conclusión inevitable. La guerra terminó. Los buenos ganaron, o
eso nos dicen. Pero cuando examinas los métodos con los que se ganó, cuando cuentas los cuerpos, cuando lees los
testimonios de aquellos que estuvieron allí, comienzas a preguntarte, ¿realmente hubo buenos en esta historia