Mi esposo duerme en el baño todas las noches

Episodio 3

Me quedé viéndolo… sin poder pronunciar una sola palabra.
Esperaba que reaccionara con furia, que me gritara o me echara en cara mi intromisión, pero en lugar de eso… se quebró. Lágrimas gruesas comenzaron a rodar por sus mejillas y, con la voz rota, me dijo:

—Pensé que advirtiéndote… todo se quedaría en privado. Pero ya que salió a la luz… te lo voy a confesar.

Su llanto me golpeó en el pecho.
Algo muy grave debía estar ocurriendo.
Me acerqué despacio, tomé su brazo y lo guié de regreso al dormitorio.

Entonces comenzó a hablar.

—Sé que te asustaste cuando me viste en esa postura… con una botella de plástico. Sé que te ha estado carcomiendo por dentro, y créeme… yo tampoco me siento orgulloso. Lo hago… por nosotros. Sobre todo, por ti.

Sentí un escalofrío. Me moví incómoda sobre la cama.

—¿Por nosotros? ¿Por mí? —pregunté con incredulidad—. Yo me desvelo esperando tu abrazo, tu calor… y tú te escabulles al baño. ¿Ahora me dices que es por mi bien?

Él asintió, secándose las lágrimas.

—Sí… No quería que después te sintieras culpable.

Me levanté de golpe.
—¿Culpable? ¿Estás diciendo que no soy suficiente para ti? ¿O que hay algo mal en mí que no puedes decirme?

—No —parpadeó rápido—. Eres perfecta. Por favor, cálmate.

—¡Ah, claro! No te satisfacía yo… pero una botella de plástico sí —repliqué con rabia—. ¡Vaya humillación!

Fui directo al armario y comencé a meter mi ropa en una maleta.

—Creo que necesito irme… despejar mi mente.

—Amor, por favor, no hagas esto —me dijo apresuradamente, poniéndose frente a mí—. No he terminado de explicarte.

—¿Y qué más quieres decir? —lo miré con frialdad—. ¿Acaso eso es normal? ¿Hay alguna explicación que lo justifique?

—Si no soy suficiente… entonces cásate con la maldita botella. Yo me largo.

Cerré el cierre de la maleta con fuerza.

Él rogó. Suplicó.
Pero yo ya no escuchaba nada.

Abrí la puerta de la recámara…
Y ahí estaba mi hermana.
De pie. En silencio. Había escuchado absolutamente todo.

Felix se apresuró detrás de mí, intentando detenerme.

Me giré hacia ella y, con una calma extraña, le dije:
—Por favor… llévame a tu casa.

No me importaba lo que hubiera oído.
Solo quería respirar.

Salimos juntas, sin que yo pronunciara palabra.

Pero esa misma noche…
Mi hermana volvió.

Regresó… para ver a mi esposo.

Continuará en el Episodio 4.