¿Alguna

vez has sentido que el mundo entero te

ha dado la espalda? Que las personas que

deberían amarte son las que más te

lastiman. Esta es la historia de una

mujer que fue declarada muerta por los

doctores, olvidada por su familia y

traicionada por el hombre que juró

amarla para siempre. Pero lo que pasó

después, nadie lo vio venir. Quédate

hasta el final porque esto te va a

partir el alma y luego te va a llenar de

esperanza como nunca antes. Anis dice,

“Si crees en las segundas oportunidades,

en el poder del amor maternal y en que

las mejores historias son las reales.

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apoyo mantiene vivas estas historias que

necesitan ser contadas. Ahora sí, vamos

a la historia. Su nombre era Aisha, una

mujer de esas que pasan desapercibidas,

no porque no valgan, sino porque su

bondad es silenciosa, de esas quedan

todo sin pedir nada. Se casó con un

hombre de familia rica, pensando que el

amor sería suficiente para superar las

diferencias de clase. Qué equivocada

estaba. Desde el primer día, su suegra

la trató como si fuera la muchacha del

servicio. Su esposo, que al principio

parecía diferente, poco a poco se

transformó en alguien frío, distante,

obsesionado con el que dirán, y con

mantener las apariencias. Y como si eso

no fuera suficiente, él tenía a otra

mujer. Sí, así como lo oyes, una mujer

que encajaba mejor en su mundo de lujos

y superficialidad, una mujer que no

venía de abajo como Isisha. Mientras

tanto, ella cargaba con un embarazo

complicado, completamente sola en esa

casa. enorme y vacía, náuseas que no

paraban, noche sin dormir, miedo

constante de que su bebé fuera rechazado

igual que ella. Se la pasaba sentada

junto a la ventana con las manos sobre

su panza, susurrándole cosas bonitas a

esa criatura que aún no nacían rezaban.

lloraba en silencio y nadie,

absolutamente nadie, se daba cuenta de

lo mucho que estaba sufriendo. Ni suer,

ni su suegra, a nadie, hasta que llegó

el día del parto. El cielo estaba

despejado, el sol brillaba con fuerza,

los pájaros cantaban afuera del

hospital. Un día normal para el resto

del mundo, pero para Isa fue el día en

que todo se puso en juego. Las

complicaciones empezaron rápido. Los

doctores corrían de un lado a otro, las

enfermeras gritaban instrucciones y el

tiempo se detuvo de la peor manera

posible. Afuera de la sala de parto, su

esposo estaba parado con cara de