La Noche del Destino

Me quedé dormida un instante antes de la fiesta. El cansancio del viaje, la emoción contenida y la ansiedad de lo que me esperaba esa noche se mezclaron en un breve sueño ligero. Fue Liam quien me despertó con suavidad, rozando mi brazo con ternura.

—Despierta, Patience —susurró con una sonrisa—. Es hora de vestirte.

Apenas abrí los ojos, recordé el vestido que había guardado con tanto cuidado. Lo saqué de la maleta, lo extendí sobre su cama como si fuera un tesoro, y corrí al baño. Mientras el agua de la regadera caía, mi voz se elevaba en melodías que rebotaban contra los azulejos. Cantaba sin poder contenerme: aquella noche sería distinta a todas.

Ese día, Liam estaba feliz, y yo también. Por fin había vuelto a ver a mi padre después de años de separación. Recordar el pasado aún dolía: el rechazo de su esposa —mi madrastra—, el día que me cerró las puertas de su casa, las veces que intenté llamarlo sin éxito. El destino parecía cruel, hasta que, sin aviso, me ofreció la oportunidad de un nuevo comienzo.

Lo curioso es que horas antes había creído verlo en un automóvil igual al suyo, y mi corazón brincó de ilusión. No era él, solo un desconocido con un coche parecido. Pero ese detalle, esa falsa coincidencia, parecía un presagio del encuentro que me llevaría a esta fiesta… una fiesta que no solo celebraba un cumpleaños, sino también un compromiso inesperado.

“Hoy no solo festejaremos mi vida”, me dijo Liam mientras me ayudaba a colocarme la pulsera que me había regalado, “también festejaremos la tuya. Lo que está por venir.”

Lo miré sin entender del todo. Su sonrisa tenía un misterio, un secreto que aún no me revelaba.

—Después de la fiesta —añadió con voz baja—, ya no volverás a marcharte. Será la primera noche que dormirás aquí conmigo.

Una oleada de nervios recorrió mi cuerpo. ¿Qué quería decir exactamente? ¿Qué sorpresa estaba preparando? Él insistía en que esta sería la noche más memorable de su vida… y de la mía.

Entre la emoción casi olvido el pequeño regalo que había escondido en mi bolso: un paquete sencillo, envuelto con cuidado, esperando el momento adecuado para entregárselo.

Cuando llegamos al salón, comprendí que nada había sido improvisado. Cada detalle estaba planeado: las luces cálidas, la música suave, los rostros conocidos. Liam había invitado a sus amigos más cercanos y a pocos familiares, los que realmente significaban algo en su vida. Era una reunión íntima, selecta, bañada de risas y expectativa.

Sin embargo, la fiesta no podía empezar. Faltaba alguien.

—¿Quién es? —pregunté, al ver que Liam miraba con frecuencia hacia la puerta.

—Un amigo muy querido. Cuando ciertas personas no están, su ausencia se siente como un vacío —respondió.

—¿Y si no llega? —insistí.

—No te preocupes. Ya me avisó que viene en camino.

Mientras tanto, aproveché la espera para retocarme el maquillaje. Quería lucir perfecta, transformarme en esa mariposa que despierta miradas. Y cuando finalmente entré en el salón, lo sentí. El murmullo de la multitud se apagó de golpe. El DJ detuvo la música. Los pasos de mis tacones sobre el piso resonaban como notas musicales.

Liam me miraba con un brillo en los ojos que no había visto antes. Orgullo, amor, deseo. En ese instante, supe que podía detener cualquier guerra con solo mi presencia.

—¿Quién es ella? —susurraban algunos invitados.

—Paciencia —dijo Liam con voz firme—. Muy pronto sabrán quién es para mí.

Nos sentamos. Él se inclinó hacia mí y murmuró:

—Ya está aquí.

Mi corazón dio un salto.

El hombre entró con paso seguro, saludando con una energía que llenaba el espacio.

—¡Liam, hermano! —exclamó, dándole un fuerte abrazo—. ¿Y esta es la mujer de la que tanto me has hablado?

—Sí —respondió Liam con orgullo—. Ella es Patience.

Pero cuando nuestras miradas se encontraron, el mundo se derrumbó bajo mis pies. Lo reconocí de inmediato. Era él. Aquel hombre que me había dado trabajo en los días más oscuros de mi vida, cuando no tenía nada. Aquel hombre que conocía un pasado que yo había intentado enterrar.

Me quedé sin aliento. Sus ojos se clavaron en los míos, intrigados.

—Tu rostro… —dijo lentamente—. Me resulta familiar. ¿Nos hemos visto antes?

Sentí un escalofrío recorrerme el cuerpo. Mis manos temblaban. El aire se me escapaba. Todo lo que había construido junto a Liam, todo lo que estaba por comenzar, se tambaleaba frente a esa simple pregunta.

Antes de que nadie más pudiera reaccionar, tomé mi bolso con manos temblorosas y corrí hacia la salida. Las lágrimas ardían en mis ojos, nublando las luces, apagando las risas.

Esa noche que debía ser mi destino, se transformaba en mi huida.