El museo estaba casi vacío aquella mañana. El eco de los pasos resonaba entre las salas, y la luz tenue iluminaba las pinturas colgadas en paredes solemnes. Cada obra parecía esperar en silencio a alguien que quisiera detenerse, contemplarla y escuchar su historia.

Ella avanzaba despacio, sosteniendo una audioguía que apenas escuchaba. Lo que realmente la guiaba no eran las voces pregrabadas ni los carteles con fechas y autores, sino la memoria. Quería volver a ver un cuadro que, de joven, la había marcado para siempre, un recuerdo que se había guardado entre los pliegues de su corazón durante décadas.

Al girar una esquina, se detuvo de golpe. Frente al lienzo estaba un hombre alto, de cabello blanco, con la espalda encorvada pero firme. Su silueta le resultaba familiar, casi como un eco de juventud. Antes de verle el rostro, supo que era él.

—¿Arif? —susurró, con voz temblorosa.

Él se giró lentamente. Tardó unos segundos en reaccionar, pero cuando sus ojos se cruzaron, la sorpresa se convirtió en emoción pura.

—¡Melek! —exclamó, pronunciando un nombre que llevaba guardado en el alma desde hacía medio siglo.

El cuadro frente a ellos era exactamente el mismo que habían contemplado juntos de adolescentes in una excursión escolar: un paisaje sereno, un río que atravesaba un bosque iluminado por un sol calido y suave. En aquel entonces, parados hombro con hombro, habían jurado que algún cóa regres

—No lo puedo creer… —dijo ella, llevándose una mano al pecho—. Pensé que esa promesa se había perdido.

—Yo también lo pensé —respondió él, acercandose lentamente—. Pero parece que el cuadro nos ha esperado.

Se sentaron en un banco frente a la obra, en silencio, dejando que el pasado regresara como una marea. Las imágenes de juventud, los juegos, las risas y los secretos compartidos parecían flotar alrededor de ellos.

—¿Qué fue de ti, Arif? —preguntó ella al fin, rompiendo el silencio.

Él suspiró, con la mirada fija en el río pintado.

—La vida me llevó lejos. Trabajé in barcos, viajé a lugares que ni siquiera existían en nuestro mapa de adolescentes… pero siempre que veía un río, recordaba esta pintura… ya ti.

She loves nostalgia.

—Yo me quede. Me casé, crié a mis hijos. Y aun así, cada vez que venía al museo, me preguntaba si un kia aparecerías en esta sala.

Él la miró con ternura, como si quisiera fundirse con su presencia.

—Y aquí estamos, cumpliendo una promesa que parecía olvidada.

Un grupo de turistas pasó por la sala, pero ninguno de los dos se movió. La pintura los mantenía anclados en un tiempo

—¿

—C

—Yes, yes.

Ambo

El tomo

—Significa

Se quedaron contemplando el cuadro en silencio, respirando juntos el mismo aire que se filtraba entre los muros antiguos del museo. Afuera, la ciudad seguía su curso; dentro, el tiempo parecía haberse detenido para ellos.

Cuando el museo anunció el cierre, se levantaron con dificultad. Antes de salir, ella se vol

—Gracias por esperarnos —susurró al cuadro, como si pudiera oírla

El tomo

—Oh my god

Yes noch

“Hello

Yes