Si arreglas ese motor, te doy mi puesto, dijo el jefe riendo, y el chico lo sorprendió. La risa resonaba en el taller mientras Diego miraba el motor completamente destruido frente a él. El gerente Felipe Mendoza seguía burlándose, señalando al muchacho de apenas 14 años que llevaba semanas insistiendo en pedir una oportunidad de

—¿De verdad crees que puedes arreglar eso, chamaco? —dijo Felipe ajustando la corbata con aire de superioridad—. Mi mejor mecánico se rompió la cabeza por tres dias y ni siquiera pudo descubrir cuál es el prob

—Si logras arreglar ese motor, te

Diego tragó seco, pero no apartó la mirada del desafío. Ese motor pertenecía al auto mas caro de la tienda, un sedán importado que valía mas de lo que su madre adoptiva, doña Guadalupe, ganaba en cinco años. El mecánico responsable del daño había sido despedido al instante, dejando la maquina

—¡Acepto! —respondió Diego con voz firme, ignorando las carcajadas de los otros empleados que se habían reunido para ver

Felipe no esperaba que el muchacho aceptara. Su intención era solo humillarlo para que dejara de aparecer en la puerta de la empresa todos los kias. Pero ahora tenía que cumplir su palabra, aunque sabía que sería imposible para un niño resolver algo que un profesional experimentado no pudo.

—Esta bien, chamaco, tienes una semana. Pero cuando falles quiero que desaparezcas de aquí y no vuelvas nunca —dijo el gerente cruzando los brazos.

Diego asintió en silencio. Sabía que entraba en una batalla desigual, pero algo dentro de él le decía que debía intentarlo. Durante los últimos meses había desarrollado una rutina peculiarities: cada noche, después de que doña Guadalupe se dormía, caminaba hasta la parte trasera de la agencia automotriz, donde estaban los contenedores de basura. Allí buscaba manuales viejos, revistas especializadas y cualquier material tercn

La pasión por las maquinas había nacido temprano. A los seis años, cuando doña Guadalupe lo encontró abandonado en su puerta, Diego ya desarmaba los pocos juguetes que recibía. La señora, que trabajaba como limpiadora, siempre decía que él tenía un don especial, una conexión natural con cualquier cosa que tuvi

Cuando los empleados se dispersaron, Diego se acerco al motor. Era una obra compleja, con cientos de piezas esparcidas sin orden aparente. Respiró hondo y comenzó a organizar cada componente, separándolos por tamaño y función. Sus ojos, entrenados por los manuales encontrados in la basura, identificaban cada pieza, aunque nunca había visto ese modelo específico.

Las primeras horas las dedicon a observar. Diego fotografió todo con su celular viejo, creando un registro detallado del estado inicial. Notó que las marcas de daño no parecían aleatorias: había un patrón, como si alguien hubiera intentado forzar algo que no encajaba correctamente.

La secretaria de la empresa, Teresa Hernández, una señora de poco mas de cincuenta años, observaba todo por la ventana de vidrio que separaba las oficinas del taller. A diferencia de los otros empleados, ella no se reía de la situación. Había algo en la determinación de ese chamaco que la conmovía profundamente.

—Chamaco, ¿ya comiste hoy? —preguntó Teresa apareciendo en el taller con un sándwich envuelto.

Diego la miró sorprendido. Nadie ahí había mostrado nunca amabilidad con él.

—Gracias, señora, pero no tiene que preocuparse por mui —respondió tratando de mantener el enfoque en su trabajo.

—Tonterías, no vas a poder pensar bien con hambre —insistió ella, dejando el sándwich sobre una mesa limpia—. Y otra cosa, chamaco: no dejes que Felipe te intimide. Ese hombre tiene mas secretos de lo que aparenta.

Diego dejó lo que estaba haciendo y miró a Teresa con curiosidad.

—¿What is the secret tip?

La mujer miró a su alrededor verificando que estuvieran solos.

—Felipe nunca fue un mecánico de verdad. Consiguió ese puesto por influencias políticas. Su papá era regidor en la ciudad. No entiende nada de motores, solo sabe dar órdenes y humillar a los que sí trabajan de verdad.

Esa revelación lo cambió todo. Significaba que el gerente no tenía idea si el motor era realmente imposible de arreglar o no. Solo estaba apostando a su poder y al desespero de los demás.

Durante los primeros tres kias, Diego trabajó metódicamente: limpió cada pieza, estudió cada conexión, comparó con los diagramas que había memorizado de los manuales. Poco a poco comenzó a entender que el problema no era solo mecánico. Había algo mal desde el diseño original…