El padre esconde un dispositivo de grabación en el cabello de su hija, y lo que sucede después es aterrador. Hola a todos, disfruten de estos momentos mientras ven esto. Anthony se inclinó para atar los cordones de Lucy.

Ella tenía solo siete años, pequeña y frágil. Pero últimamente, sus ojos parecían siempre contener un miedo invisible. Él le dio una sonrisa suave y acarició delicadamente el cabello de su hija.
“Compórtate hoy en la escuela, ¿vale, princesa de papi?” Lucy permaneció en silencio, sin responder. Bajó la cabeza, sus pequeñas manos agarrando con fuerza el borde de su camiseta.
Anthony sintió un escalofrío recorrer su espalda. “Lucy, ¿qué pasa?” La niña tembló ligeramente, pegándose a su padre. “Papi, ¿puedo quedarme en casa hoy?” Anthony frunció el ceño.
Lucy nunca había pedido faltar a la escuela antes. “¿Te sientes enferma? ¿O pasó algo en la escuela?” Lucy mordió su labio y negó con la cabeza. “No. Solo no quiero ir.”
Anthony se arrodilló para ponerse a la altura de su hija, mirándola directamente a los ojos. “Lucy, puedes contarle cualquier cosa a papi.”
Ella evitó su mirada. Una sola lágrima se deslizó por la esquina de su ojo. “No es nada, papi.”
“Iré a la escuela.” Anthony suspiró. Abrió la puerta del auto y observó cómo Lucy subía al asiento trasero a regañadientes.
Durante el camino, ella no era su habitual habladora. Solo se quedó callada, con los ojos pegados a la ventana. En la puerta de la escuela, Anthony detuvo el auto y se volvió hacia su hija.
“¿Estás segura de que no quieres decirme nada?” Lucy mordió su labio. “Papi, si no soy una buena niña, ¿me seguirás queriendo?” La pregunta dejó a Anthony atónito. Rápidamente abrazó a su hija.
“Lucy, siempre serás la niña más maravillosa del mundo. Papi te ama incondicionalmente.” Lucy enterró su cabeza en su pecho, sus pequeños hombros temblando.
“Papi… tengo miedo.” Anthony sostuvo firmemente sus diminutos hombros.
“¿De qué tienes miedo?” Pero Lucy solo negó con la cabeza, mordiendo fuerte su labio. Luego apartó sus manos y corrió rápidamente por la puerta de la escuela. Anthony se quedó inmóvil en el asiento del conductor, con el corazón pesado de preocupación.
Esa tarde, Anthony llegó para recogerla antes de lo habitual. Cuando sonó la campana de la escuela, Lucy salió de su aula con el rostro pálido. Él le hizo un gesto con la mano.
“Princesa, ven aquí.” Lucy lo miró por un segundo, luego corrió y se lanzó a sus brazos. Anthony podía sentir su cuerpo temblar.
“¿Qué pasa?” Lucy no respondió. Solo enterró su rostro en su pecho. Anthony acarició suavemente su cabello, sintiendo cómo su corazón se hundía.
Una voz habló detrás de él. “Señor Anthony.” Se giró.
Era la Sra. Dawson, la nueva maestra de Lucy. Una mujer de unos 50 años, con el cabello recogido y ojos fríos y penetrantes. “Hola, soy la maestra de Lucy.”
Anthony intentó sonreír. “Sí, encantado de conocerla. Lucy parece una niña muy sensible.”
Sus palabras incomodaron a Anthony. “¿Qué quiere decir con eso?” La Sra. Dawson se encogió de hombros. “Es solo que no parece llevarse muy bien con los demás.”
“Creo que debería enseñarle a fortalecerse.” Anthony sostuvo la mano de Lucy con fuerza. “Siempre le enseño a mi hija a ser amable. Y si hay un problema, espero que la escuela pueda ofrecer apoyo en lugar de críticas.”
La Sra. Dawson sonrió con desdén. “Por supuesto, señor Anthony.” Esa sonrisa hizo que Anthony sintiera un escalofrío.
Esa noche, mientras lavaba los platos, Anthony escuchó de repente a Lucy llorar suavemente en su habitación. Rápidamente se secó las manos y corrió hacia ella.
Lucy estaba acurrucada en su cama, abrazando su osito de peluche con fuerza, las lágrimas corriendo por su rostro. Anthony se sentó a su lado y la abrazó. “Lucy, ¿tuviste una pesadilla?” Ella asintió.
“Soñé que alguien me llevó. Papi ya no pudo encontrarme.” Anthony abrazó aún más fuerte a su hija.
“Nunca dejaré que nadie te haga daño, Lucy.” Lucy abrazó con fuerza su camisa. Pero dijo: “Si le contara a alguien, ellos te llevarían lejos. Entonces nunca te volvería a ver.”
Sus palabras golpearon a Anthony como un rayo. “¿Quién te dijo eso?” Lucy temblaba.
“Nadie.” Anthony podía sentir que su hija estaba ocultando algo. “Lucy, puedes confiar en mí. Te protegeré.” Lucy lo miró, con los ojos llenos de miedo, pero aun así negó con la cabeza.
Anthony apretó los dientes. La ira surgió dentro de él, pero no podía obligar a su hija. La besó suavemente en la frente.
“Ve a dormir, cariño. Mañana todo estará bien.” Pero en el fondo, Anthony sabía que no, que todo no estaría bien…
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