La Tumba del Pozo: Cómo la curiosidad de un adolescente y una disputa por tierras destaparon el brutal asesinato del cazador Thomas Reed cinco años después
Los Apalaches de Carolina del Norte son vastos, escarpados e implacables, y cada año se cobran la vida de excursionistas, cazadores y viajeros. Pero la desaparición de Thomas Reed en octubre de 2002 fue diferente. El mecánico de 46 años era un cazador experimentado que conocía el Bosque Nacional de Nantahala como la palma de su mano. Cuando su esposa, Susan, denunció su desaparición, las circunstancias fueron inmediatamente perturbadoras: su vieja camioneta Ford fue encontrada estacionada en su lugar habitual, cerrada con llave, con su rifle, saco de dormir y comida intactos dentro. Fue como si Thomas simplemente hubiera salido de su camioneta y se hubiera desvanecido en el aire.

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Durante cinco años agonizantes, el caso permaneció sin resolver, clasificado como uno de los expedientes sin resolver más frustrantes de la oficina del sheriff. Sin embargo, la verdad no fue ocultada por la naturaleza, sino por un acto deliberado de ocultación calculada, que finalmente salió a la luz gracias a la curiosidad de un grupo de adolescentes.

La Desaparición Perfecta
Thomas Reed fue visto por última vez el 24 de octubre de 2002, mientras se dirigía a la Carretera 28 para su cacería anual de ciervos. Su desaparición desafió toda lógica. Una exhaustiva búsqueda, en la que participaron agentes, voluntarios, equipos caninos e incluso un helicóptero de la Guardia Costera con imágenes térmicas, no encontró ni un solo rastro. Ni una rozadura, ni un desgarro en la tela naranja de la chaqueta de caza, ni un objeto personal caído. El rastro de olor que encontraron los perros desapareció a los pocos cientos de metros, un detalle que, en retrospectiva, sugería que Thomas había sido recogido o eliminado muy cerca de su camioneta.

La búsqueda finalmente se suspendió cuando la nieve invernal cubrió las montañas, dejando a la esposa de Thomas, Susan, en un estado de angustiante incertidumbre. Durante años, regresó al bosque, aferrándose a la esperanza de encontrar una pista, incluso mientras la oficina del sheriff se ocupaba de casos más urgentes.

La investigación solo tuvo un pequeño impulso en 2006, cuando trabajadores forestales encontraron un cráneo humano a kilómetros de la camioneta de Thomas. Si bien las características del cráneo (hombre, caucásico, de entre 40 y 50 años) coincidían con las de Thomas, los restos estaban demasiado dañados para una identificación segura. La búsqueda se reanudó y fracasó de nuevo rápidamente, pero el caso fue asignado al detective Mark Stevens, quien decidió volver a entrevistar a los conocidos de Thomas.

Fue durante esta tediosa reexaminación que surgió un detalle clave: Thomas llevaba años enfrascado en una amarga disputa por los límites de su propiedad con su vecino, un carpintero solitario y de carácter irascible llamado Christopher Doyle.

Los adolescentes y la losa de hormigón
El descubrimiento que desveló el caso sin resolver no provino de las fuerzas del orden, sino de tres adolescentes de la localidad en la primavera de 2007. Jason Cole, su hermano y un amigo exploraban edificios abandonados para un proyecto escolar sobre historia regional. Fotografiaban las ruinas de la granja Mlelen, abandonada desde la década de 1950, ubicada a unos cinco kilómetros de donde se encontró la camioneta de Thomas.

Allí, vieron un antiguo pozo de piedra. En lugar de la previsible tapa de madera podrida, la boca del pozo estaba sellada por una pesada losa de hormigón que parecía notablemente más nueva que la mampostería circundante. Usando un tubo de hierro como palanca, los chicos lograron mover ligeramente la losa. Al iluminar con una linterna la profunda oscuridad de seis metros, no vieron escombros, sino huesos humanos. De inmediato se dirigieron al pueblo e informaron del impactante descubrimiento.

El detective Stevens llegó puntualmente. La escena era espantosa. Tras llamar a una grúa para levantar la enorme tapa de hormigón, el equipo de investigación encontró un esqueleto humano completo en el fondo del pozo. El examen forense inicial, realizado por la Dra. Elena Washington, reveló detalles espeluznantes: las manos de la víctima estaban atadas a la espalda con fragmentos de cuerda doméstica común, y los tobillos también estaban atados. Además, el cráneo presentaba dos orificios que sugerían golpes con un objeto contundente, y las costillas mostraban evidencia de varias heridas de arma blanca.

La identificación fue rápida. Tras recuperar el número de la licencia de conducir de los restos de una billetera en el bolsillo de los vaqueros, y mediante una coincidencia definitiva con radiografías dentales proporcionadas por Susan Reed, se identificaron oficialmente los restos. La víctima era Thomas Reed. El caso de la persona desaparecida era ahora una investigación activa por asesinato.

El rastro de la evidencia hasta el taller del carpintero
La autopsia confirmó la brutalidad del ataque: Thomas Reed murió a causa de múltiples puñaladas (siete en total) en el pecho y el abdomen, infligidas con un arma blanca. Las heridas en la cabeza fueron infligidas con un objeto contundente y pesado. Cabe destacar que la pequeña cantidad de sangre encontrada en el pozo indicó que Thomas fue asesinado en otro lugar y que su cuerpo fue transportado al pozo, que luego fue sellado con la pesada losa de concreto. Esto apuntaba directamente a alguien que conocía la zona y tenía acceso a maquinaria capaz de levantar la losa.

La disputa de propiedad, olvidada durante mucho tiempo, entre Reed y Christopher Doyle se convirtió en el centro de atención. La granja de Doyle estaba a solo tres kilómetros de…