El Descubrimiento de la Crueldad

 

La historia comienza con un Pancho Villa y sus Dorados acampando en el desierto de Chihuahua. La tranquilidad del campamento se rompe con la aparición de Laurinda, una niña de 9 años, descalza y con cicatrices en los brazos, que pide las sobras de la comida implorando: «Señor, me da las obras de la comida, pero por favor no me pegue después.» Villa se conmueve profundamente y descubre la existencia de la Hacienda San Cayetano, donde el patrón, Don Dalton Sartunino, somete a niños huérfanos y peones a torturas sistemáticas.

El relato de Laurinda sobre el «palo donde nos amarran para pegarnos» en el patio de la hacienda despierta en Villa una rabia primordial, recordándole las injusticias de su propia infancia. Villa jura a la niña que no volverá a ese lugar y que Don Dalton «va a aprender qué se siente ser el que recibe en lugar del que da.»

 

La Infiltración de Rodolfo Fierro

 

Sabiendo que la hacienda es un feudo protegido por la corrupción y con conexiones militares, Villa planea un ataque preciso. Para obtener la inteligencia necesaria, decide enviar a su hombre más temido, Rodolfo Fierro, en la misión más difícil de su vida: la contención. Fierro se disfraza de peón viudo llamado Juan Herrera y se infiltra en San Cayetano. Villa le advierte que debe observar, aguantar su instinto asesino y no delatarse bajo ninguna circunstancia, para poder salvar a todos los niños.

 

El Infierno Presenciado

 

Fierro consigue trabajo y pronto se entera de la naturaleza sádica de Don Dalton, quien tortura a los niños por un odio alimentado por el duelo de su esposa e hijo. El clímax de la infiltración ocurre cuando Fierro, oculto, es forzado a presenciar la tortura de Toñito, el hijo de la cocinera. Don Dalton azota al niño, amarrado a un poste, con un látigo de cuero trenzado, no por disciplina, sino con «placer metódico», obligando a la madre y a los otros trabajadores a observar.

Fierro siente el impulso irrefrenable de saltar la cerca y matar a Don Dalton, pero la voz de Villa resuena en su mente, recordándole el objetivo de salvar a todos. Se muerde la lengua hasta sangrar y observa los detalles: 17 hombres armados, la ubicación del arsenal y, crucialmente, la existencia de cinco peones (liderados por Jacinto, que perdió a su hija por los castigos de Dalton) dispuestos a unirse a la causa de la justicia.

El Plan Final

 

Al amanecer, Fierro regresa al campamento de Villa. Le reporta al General que la historia de Laurinda «no era ni la mitad de la verdad» y que San Cayetano es «como si el infierno hubiera abierto una sucursal en la tierra.» Villa estudia el mapa rudimentario dibujado en la tierra, sintiendo que esta no es una batalla política, sino la aplicación de justicia pura y brutal para proteger a los inocentes. La información está completa y el escenario está listo para la intervención de Pancho Villa y sus Dorados.