El Método Tain: El escándalo de la plantación de 1836, donde una viuda adinerada dirigía una “casa de cría” secreta, impulsada por la eugenesia, para “perfeccionar” su linaje familiar.
La Plantación Tain, en la región Lowcountry de Carolina del Sur, era, a primera vista, un monumento a la prosperidad sureña en 1836. Sus majestuosas columnas blancas y sus cuidados jardines evocaban tradición, éxito y alta sociedad. Sin embargo, dentro de sus cuidados límites, se estaba llevando a cabo un monstruoso experimento, encabezado no por un hombre despiadado, sino por su elegante y calculadora dueña, la viuda Elle Lanena Tain.

A la vista del público, la Sra. Tain era una figura célebre que, contra todo pronóstico, había incrementado la producción de la plantación tras la muerte de su esposo, el coronel William Tain, tres años antes. “Dios provee para quienes se proveen a sí mismos”, afirmaba con una sonrisa fría y cautelosa. Lo que la sociedad no comprendía era la naturaleza horrible y clandestina de su autoabastecimiento. Oculto a la vista, más allá de los jardines de flores, se alzaba un edificio conocido solo entre los esclavos como el “criadero”, el motor de la verdadera y oscura empresa de la familia Tain.

El libro de contabilidad tácito
En su estudio, rodeada de libros encuadernados en caoba y cuero, Elle Lanena Tain trataba la vida humana con la misma indiferencia clínica que aplicaba a sus cosechas de algodón. Para ella, el criadero era la “operación más rentable” de la plantación. Se trataba de un programa sistemático y científico de embarazo forzado y trata de personas, intensificado tras la prohibición internacional de la trata de esclavos, diseñado para producir “ganado” con el máximo valor de mercado.

Pero el libro de contabilidad contenía un secreto más profundo y escalofriante. Las notas que detallaban la cuidadosa fecundación de Mercy, la criada de dieciséis años de su propia hija, cuya hija sería registrada y vendida como esclava, indicaban una manipulación deliberada de las líneas de propiedad y filiación.

La mansión Tain, la llamada “joya blanca reluciente”, albergaba a tres hijas, cada una de ellas portadora de un fragmento de la oscura verdad de la finca: Caroline (22), cómplice incondicional de su madre; Josephine (20), la cronista secreta; y Beatatrice (17), el próximo objetivo de los planes de su madre.

Su destino, y la verdadera magnitud del horror, estaban a punto de colisionar con la llegada de dos figuras inesperadas: Isaiah, un esclavo doméstico recién adquirido, decidido a encontrar a su hermana Ruth, quien había desaparecido en el programa de cría meses antes, y el teniente James Blackwood, un joven plantador aparentemente progresista que, en realidad, era un investigador federal enviado para confirmar los rumores de operaciones ilegales.

La abominación científica
Los movimientos cuidadosos de Isaiah y su oído atento confirmaron el secreto de la plantación: su hermana Ruth probablemente estaba confinada en la “enfermería”, el nombre oficial del criadero. Su aliada, la anciana esclava de cocina Phyllis, confirmó el peligro y la identidad del círculo íntimo: la Sra. Tain, el brutal supervisor Silas Webb y el meticuloso Dr. Maxwell Parnell, cuyos servicios científicos eran esenciales para el programa.

Mientras tanto, Josephine Tain, al compilar un diario secreto sobre los movimientos de su madre y las frecuentes e inusuales visitas del Dr. Parnell, había descubierto un aterrador legado familiar. Las anotaciones en el libro de contabilidad privado de su difunto padre mostraban que el proyecto de crianza selectiva había comenzado hacía dos décadas. Lo más inquietante era que su hermana Caroline ya había sido incorporada como supervisora, y Beatatrice tenía previsto su “primer mandato” a los dieciocho años.

El verdadero y escalofriante alcance del Método Tain les fue revelado a Josephine y a su hermana menor mientras seguían a Isaiah a un túnel oculto bajo el lavadero, que conducía a un laboratorio subterráneo secreto. Allí encontraron armarios repletos de frascos que contenían fetos humanos preservados —los experimentos fallidos del programa de reproducción—, cada uno meticulosamente etiquetado con detalles sobre la paternidad y la causa de la interrupción.

“No todos son de mujeres esclavizadas”, susurró Josephine, con la sangre helada al examinar las entradas marcadas con el escudo de la familia Tain. Los registros mostraban que Elellanena Tain había utilizado a mujeres esclavizadas como madres sustitutas para gestar a sus propios hijos, engendrados por hombres “seleccionados”, criando a la descendencia resultante —incluyendo, potencialmente, a las propias hijas— como miembros legítimos de la familia. El propósito era la optimización genética: aislar a las hijas Tain de las cargas físicas de la gestación y, al mismo tiempo, asegurar que un linaje “superior” se replicara y mejorara continuamente.

La Alianza Impía y el Acto Final
La noche de la visita a la plantación, orquestada por Elle Lanena para reclutar al teniente Blackwood, llevó la crisis a un punto crítico. Durante el postre, la Sra. Tain le explicó su visión al Teniente: estaba perfeccionando métodos para “cultivar” humanos con rasgos específicos, como fuerza y ​​resistencia, sugiriendo que el “porta-espíritu militar” de Blackwood eran excelentes rasgos que deseaba introducir en su programa. Su aterradora conclusión: el primer “emparejamiento” de Beatatrice ya estaba planeado: con él.

En un pasaje oculto, Josephine e Isaiah enumeran