La Parada Fatal: Cuando una Rueda Pinchada los Condujo a la Cámara de Hielo
El verano de 1988 traía consigo la promesa de libertad y romance para Kyle Warren, de 24 años, programador, y Emily Harris, de 22, profesora de inglés de secundaria. Partieron de Eugene en un viaje en bicicleta de cuatro días por los escarpados y pintorescos bosques del condado de Douglas, en Oregón, una zona escasamente poblada donde la carretera a menudo se perdía en senderos de grava. Su amor por la soledad y la naturaleza los llevó a la tranquilidad del desierto, con una tienda de campaña, agua y un optimismo desbordante.
La tranquilidad se rompió el segundo día, el 24 de julio, cuando la rueda de Kyle sufrió un corte fatal con una roca afilada. Atrapados a 20 kilómetros del pueblo más cercano, divisaron un rayo de esperanza inesperada: un viejo y descolorido cobertizo de madera con el techo torcido y un letrero que decía: “Greg Sutton. Abierto todos los días”.
El cobertizo era una gasolinera rústica y olvidada. Dentro, se encontraron con Greg Sutton, un hombre bajo y barbudo con la ropa manchada de aceite, que hablaba en voz baja y tranquila. Parecía el típico mecánico solitario. Kyle le explicó el daño, y Greg, tras examinar el corte, ofreció sus servicios “gratis”, sugiriendo que entraran a refrescarse con un café mientras él trabajaba en la rueda. Agotados por el calor de 30°, Kyle y Emily aceptaron la oferta con gratitud.
Dentro del cobertizo fresco y oscuro, el café fuerte y amargo les supo a alivio. Se sentaron en silencio, escuchando el ruido metálico de las herramientas afuera. Pero la fatiga que sentían no era solo por el viaje; era el efecto insidioso de un somnífero sedante que Greg había mezclado en sus tazas.
El mundo de Kyle empezó a dar vueltas; su cuerpo se negaba a obedecer. Lo último que recordaba era a Greg entrando de vuelta al granero, con el rostro sereno y sin emoción alguna, y el pesado cerrojo deslizándose en la puerta. Su aventura había sido interrumpida por un acto de malicia casual y calculada.
El Mensaje en el Metal: Un Testimonio Final Agonizante
Kyle y Emily despertaron en la oscuridad más absoluta y con un frío glacial. Sus cuerpos estaban rígidos, el aire gélido, su respiración entrecortada. Enseguida se dieron cuenta de que estaban encerrados en una gran cámara metálica: un congelador industrial. El silencio solo lo rompían sus gritos frenéticos y los golpes apagados contra las paredes de hierro. La temperatura estaba fijada en unos mortales -28 grados Celsius.

Sabiendo que les quedaba poco tiempo, Kyle buscó a tientas sus llaves y emprendió un último acto desesperado. Impulsado por la urgente necesidad de dejar un testimonio de su destino, grabó un mensaje en la fría pared de metal. Era un garabato desgarrador e irregular, una carrera contra la hipotermia progresiva que les estaba agotando los cuerpos.
La inscripción legible decía: «El mecánico Greg Sutton se ofreció a arreglar la rueda gratis. Café con pastillas para dormir». Unas pocas palabras más, un último suspiro de consciencia, antes de que el frío los venciera. No murieron instantáneamente, sino en una terrible agonía, con sus cuerpos congelados rápidamente hasta quedar en estado de animación suspendida.
Afuera, el responsable, Greg Sutton, continuaba con su vida cotidiana. Había comprado el congelador industrial para “almacenar carne de caza”, pero con el paso de los años, se había convertido en un silencioso y poderoso depósito de sus secretos más oscuros: una “colección” de vidas robadas. Desarrolló un ritual aterrador: abrir el congelador una vez por semana para fotografiar los cuerpos congelados, documentando su macabro “álbum de trofeos” durante más de una década.
Trece años de silencio: Un caso sin resolver congelado en el tiempo
Durante 13 años, la desaparición de Kyle Warren y Emily Harris permaneció como un caso sin resolver. La policía, incapaz de encontrar rastro de la pareja más allá de la parada inicial en el motel, finalmente archivó el caso. Mientras tanto, Greg Sutton continuó su existencia solitaria, atrayendo ocasionalmente a otros turistas y viajeros a su remota gasolinera, ampliando así su colección. El álbum de fotos, escondido en su armario, se fue haciendo más grande, registrando un total de 30 víctimas entre 1994 y 2005, todos turistas o viajeros, solos o en pareja.
Para 2011, la salud de Greg se deterioraba y la gasolinera remota se estaba deteriorando. Decidió venderla, empacando sus pertenencias, incluyendo el álbum de fotos, que estaba muy acolchado. Vendió la propiedad a Daniel Croft, un hombre que buscaba un espacio para almacenar su negocio de autopartes. Greg le dio a Daniel las llaves de la propiedad, asegurándose de que la gruesa puerta del congelador industrial estuviera cerrada y dejando las llaves de la cerradura para el nuevo propietario.
Varias semanas después, Daniel Croft, mientras ordenaba el rincón más alejado del cobertizo, decidió revisar el viejo y enorme congelador. Encontró la llave, giró la cerradura y la puerta se abrió con un siseo, liberando una ola de aire gélido. Al iluminar la oscuridad con la linterna de su teléfono, vio primero dos bicicletas. Entonces, vio los cuerpos: perfectamente conservados por la temperatura constante de -28 grados, con la piel pálida, vestidos con ropa de ciclismo brillante, congelados en el tiempo.
La frenética llamada de Daniel atrajo a la policía, a los expertos forenses y a una triste conclusión. Los dos cuerpos fueron rápidamente identificados como la pareja desaparecida de…
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