¿Qué pasaría si un día la policía toca tu puerta y te lleva preso… solo porque te llamas igual que un criminal? Esta es la desgarradora historia de Don Pruding, un abuelo inocente que pasó más de medio año tras las rejas por un error absurdo… o quizás por pura codicia.
En el tranquilo pueblo de San Mateo Atenco, en el Estado de México, vivía Don Prudencio Calubid Jr., conocido por todos como Tatay Pruding. A sus 68 años, llevaba una vida sencilla y tranquila junto a su familia. Era un abuelo amable, siempre dispuesto a ayudar, con una vida limpia y sin antecedentes penales. Sin embargo, todo cambió drásticamente una mañana del año pasado, cuando fue arrestado sin previo aviso por elementos de la policía estatal.
La acusación: ser un criminal buscado desde 2009.
Según los agentes, “Prudencio Calubid” tenía una orden de arresto activa y una recompensa de 7.8 millones de pesos por su captura. Sin escuchar explicaciones, sin investigar a fondo, y sin considerar los documentos que el mismo Don Pruding entregó —como su acta de nacimiento, credencial de elector y CURP— fue detenido en plena calle y llevado directamente al reclusorio.
El supuesto criminal al que buscaban se llamaba simplemente Prudencio Calubid, sin el sufijo “Jr.” que distingue a Don Pruding. Pero para los agentes, eso fue un detalle menor. Según sus palabras, “los nombres coinciden, eso basta.”
Durante más de seis meses, Don Pruding estuvo encerrado, sin juicio, sin pruebas sólidas, y con un dolor cada vez más profundo en el corazón. Lejos de su familia, incomprendido, y víctima de un sistema que parecía más interesado en cobrar la recompensa que en encontrar al verdadero culpable.
Fue su hijo, junto con un abogado voluntario, quienes comenzaron a mover cielo y tierra para demostrar la inocencia de su padre. Buscaron documentos, entrevistaron a testigos del pueblo, presentaron pruebas ante el juez. Finalmente, un análisis más detallado de las huellas dactilares reveló lo que Don Pruding había dicho desde el principio: él no era el criminal que buscaban.
El verdadero Prudencio Calubid seguía prófugo. Pero el daño ya estaba hecho.
Cuando Don Pruding fue finalmente liberado, la escena fue emotiva: lágrimas, abrazos, y una mezcla de alegría y rabia. Su hijo, al volver a abrazarlo, no pudo contener el llanto. Don Pruding solo repetía:
“Nunca pensé que por llamarme igual que otro, perdería mi libertad.”
La historia de Don Pruding se volvió viral en redes sociales gracias a un video que su familia compartió al momento de su liberación. Miles de personas expresaron su indignación, su apoyo, y exigieron justicia.
Pero la pregunta más dolorosa quedó en el aire:
¿Realmente fue un error… o fue intencional?
Muchos sospechan que su arresto fue motivado por la recompensa millonaria ofrecida por el verdadero criminal. Al ver que Don Pruding tenía un nombre similar, los oficiales prefirieron actuar rápido y asegurar el dinero, sin importar si estaban condenando a un inocente.
Es decir, ¿cuánto vale la vida y la dignidad de un hombre mayor en este país?
¿7.8 millones de pesos?
Una reflexión para todo México
El caso de Don Pruding no es único. En México, hay numerosos casos de personas detenidas injustamente por errores administrativos, tratos inhumanos o simplemente por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Pero lo de Don Pruding es más grave aún: hubo pruebas claras de su inocencia desde el principio, pero fueron ignoradas deliberadamente.
Este caso evidencia la urgente necesidad de una reforma profunda en el sistema judicial y policial, donde se priorice la verdad y los derechos humanos por encima del interés económico o la comodidad institucional.
Don Pruding ahora está libre, pero su salud se ha deteriorado, su confianza en la justicia está quebrada, y su familia ha vivido meses de angustia que nadie les podrá devolver. Aún así, él no guarda odio:
“Solo quiero que esto no le pase a otro. Nadie merece perder su libertad por culpa de un sistema que no escucha.”
¿Y ahora qué?
La familia de Don Pruding planea demandar al Estado mexicano por detención arbitraria, daños morales y violación a los derechos humanos. Organizaciones civiles ya se han ofrecido a acompañarlos en este proceso.
Mientras tanto, la comunidad de San Mateo Atenco ha organizado una misa y una colecta en su honor. Porque para ellos, Don Pruding no es solo una víctima del sistema: es un símbolo de dignidad y resistencia.
Y para todos nosotros, su historia es un recordatorio poderoso: en México, todavía queda mucho por cambiar para que la justicia realmente sea para todos.
¿Te conmovió esta historia?
Compártela. Que el país entero sepa que ser inocente no te salva si el sistema está roto.
Y que ningún abuelo más vuelva a sufrir lo que vivió Don Pruding.
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