La lluvia caía sobre las junglas de Luzón en junio de 1945.

El agua golpeaba las hojas anchas de los árboles tropicales, formando charcos en

los senderos de barro que los soldados japoneses habían dejado de mantener semanas atrás. En algún lugar sobre ese

cielo gris, los motores de los Republic P47 Thunderbolt cortaban el aire húmedo.

Llevaban las insignias de la Fuerza Aérea Mexicana pintadas en sus fuselajes, el águila devorando la

serpiente, visible incluso a través de las nubes bajas que cubrían el valle de

Cagayán. Los pilotos mexicanos del escuadrón 2011 volaban sus misiones de combate sobre

territorio filipino, atacando posiciones japonesas que ya no formaban líneas

defensivas coherentes, sino bolsas aisladas de resistencia en las montañas.

Para entonces, la guerra en el Pacífico ya no era una guerra de movimientos, era

una guerra de exterminio lento, metodológico inevitable. Pero este

relato no trata sobre victorias, trata sobre lo que vino después. En febrero de

1945, cuando el Escuadrón 2011 llegó a Manila para integrarse a las operaciones del

quinto ejército aéreo estadounidense, la guerra ya estaba decidida. Japón había

perdido el control del mar tras las derrotas en Midway, el mar de Filipinas

y el Golfo de Leite. Sus flotas mercantes yacían en el fondo del océano,

hundidas por submarinos americanos que operaban sin oposición real en las rutas

de suministro. Las islas que había conquistado entre 1941

y 1942, ahora eran prisiones para sus propias

guarniciones, cortadas del mundo, sin alimentos, sin municiones, sin esperanza

de refuerzos. Los soldados japoneses en Filipinas sabían esto. No necesitaban que nadie se

los dijera. Lo veían en las raciones cada vez más pequeñas, en los aviones

enemigos. que cruzaban el cielo sin que nadie los desafiara en las órdenes que

ya no llegaban del cuartel general. El dearto ejército de área, comandado

por el general Tomoyuki Yamashita, había sido empujado hacia las montañas del

norte de Luzón, no por elección estratégica, sino porque no quedaba otro

lugar a donde ir. Yamashita había ordenado la dispersión de sus fuerzas en

tres grupos. El grupo Shobu en el norte, el grupo Kembu en las montañas de

Zambales y el grupo Shimbu al este de Manila. Esta división no respondía a un

plan ofensivo, era un reconocimiento tácito de que la batalla por Manila

estaba perdida antes de comenzar. Los japoneses ya no defendían terreno por

valor estratégico. Defendían terreno porque era el único terreno que les quedaba. En las junglas

y montañas del norte de Luzón, aproximadamente 170,000 soldados

japoneses se prepararon para morir. Algunos lo sabían con certeza, otros

todavía se aferraban a la fantasía de que los refuerzos llegarían, que la

situación se revertiría, que el emperador encontraría una manera de salvarlos. Pero la realidad era simple.

estaban atrapados en una isla enemiga a miles de kilómetros de su hogar,

enfrentando a un enemigo con superioridad absoluta en aire, mar y

tierra. México había declarado la guerra a las potencias del eje en mayo de 1942,

después de que submarinos alemanes hundieran dos buques tanque mexicanos,

el potrero del llano y el faja de oro. La respuesta inicial fue diplomática y

económica, pero en 1944 el presidente Manuel Ávila Camacho

aprobó la formación de una unidad de combate aéreo que operaría junto a las

fuerzas estadounidenses en el Pacífico. El Escuadrón aéreo de pelea 2011 se

formó en julio de 1944 con 300 hombres, de los cuales 36 eran

pilotos. entrenaron en campos aéreos estadounidenses, primero en Randall

Field, Texas, y luego en Pocatelo, Idaho, donde se familiarizaron con los

P47 Thunderbolt, aviones masivos de 7 toneladas armados con ocho

ametralladoras calibre50 y capacidad para llevar bombas y cohetes. Para febrero de 1945,

el escuadrón estaba en Manila. Se les asignó al 52 grupo de casa de la quinta

fuerza aérea con base en Clarkfield. Sus misiones eran las mismas que volaban las

unidades estadounidenses, ataque a tierra contra posiciones enemigas, convoyes, depósitos de suministros y

cualquier concentración de tropas japonesas que pudiera ser identificada desde el aire. Los pilotos mexicanos

volaron su primera misión de combate el 7 de junio de 1945.

El objetivo era una formación japonesa cerca de Apari, en el extremo norte de

Luzón. Cinco aviones del escuadrón 2011 despegaron de Clarkfield esa mañana.

bombardearon y ametrallaron las posiciones enemigas sin encontrar resistencia aérea. No había cazas

japoneses que los interceptaran. No había artillería antiaérea que los

desafiara, solo objetivos en tierra, algunos de los cuales respondieron con

fuego de armas pequeñas, inefectivo contra aviones que volaban a 450 km/h.

Durante los siguientes 3 meses, hasta agosto de 1945,

el Escuadrón 2011 voló 59 misiones de combate.

posiciones en el valle de Cagayán, en la provincia de Nueva Vizcaya, en las montañas de la cordillera central.

Bombardearon búnkeres, puentes, almacenes y tropas en movimiento. A

veces, cuando las nubes permitían visibilidad, podían ver las explosiones

de sus bombas contra las laderas de las montañas. Otras veces solo veían humo. No sabían

exactamente a quiénes estaban atacando. No necesitaban saberlo. Los mapas les