Mi nombre es Kemi y esta es la historia completa de cómo el amor, la codicia y la ingenuidad me llevaron al borde de la destrucción. No cuento esto para buscar compasión. Lo hago para que otras chicas abran los ojos antes de que sea demasiado tarde.
Todo comenzó con Jude, un chico atractivo, carismático y aparentemente generoso. Lo conocí en una fiesta y desde entonces, mi vida giró en torno a él. Me compró el último iPhone, me llevaba de compras, me llenaba de regalos costosos. Decía amarme, y yo, ciega de ilusión, le creí.
Pero Jude no era lo que parecía. Era un “Yahoo boy”—un estafador digital obsesionado con los rituales oscuros para conseguir riqueza rápida.
Durante meses, Jude insistió en deshacerse de mis compresas menstruales por mí. Al principio me pareció extraño, pero lo tomé como un acto de amor. Incluso llevaba control exacto de mi ciclo. Cuando pedía verme justo en mis días, pensaba que era adorable, que realmente le importaba. La primera señal de alarma fue cuando me pidió tener sexo durante mi menstruación. Me negué al principio, pero su cambio de actitud—frío, distante, casi cruel—me asustó. Para mantenerlo, acepté.
Después de aquel acto, mi vida empezó a desmoronarse lentamente. Empecé a enfermar sin razón. Me sentía agotada, tenía pesadillas horribles y una extraña sensación de vacío. Cada vez que veía a Jude, parecía más próspero: coches nuevos, ropa cara, relojes de lujo. Mientras tanto, yo me sentía cada vez más como una sombra de mí misma.
Una noche, impulsada por el miedo y la intuición, decidí seguirlo en secreto. Lo vi entrar a un edificio viejo y abandonado en las afueras. Dentro, descubrí lo impensable: un ritual en plena ejecución. Velas negras, símbolos en el suelo, y… mis compresas manchadas de sangre. Me di cuenta de que había estado alimentando un oscuro pacto sin saberlo.
No fui la única. Había otras chicas. Todas usadas, todas traicionadas. Jude no me amaba. Me estaba utilizando como herramienta en un rito para atraer fortuna y éxito.
Desesperada, corrí al único lugar donde pensé que encontraría ayuda: mi mejor amiga, Amara. Ella, horrorizada, me llevó con un pastor espiritual que confirmó mis peores temores. Estaba bajo un maleficio. Mi sangre había sido usada en un pacto de sangre para transferir suerte y vitalidad de mí hacia él.
El pastor realizó una intensa liberación espiritual. Me dieron instrucciones: cortar todo contacto con Jude, destruir todo lo que me había regalado, ayunar y orar durante 21 días. Fue una batalla espiritual y mental. Lloré. Me desplomé. Quise rendirme.
Pero sobreviví.
Jude, por su parte, no tuvo un final feliz. Poco tiempo después, su fortuna comenzó a derrumbarse. Sus clientes desaparecieron, su cuenta fue bloqueada, y los “amigos” que lo rodeaban lo abandonaron. Peor aún, fue arrestado durante una redada policial sobre delitos cibernéticos. Su caída fue tan rápida como su ascenso.
Las demás chicas afectadas también encontraron fuerza para liberarse. Algunas lograron rehacer sus vidas. Otras no tuvieron tanta suerte. Amara, mi amiga, se convirtió en activista, dedicando su vida a educar jóvenes mujeres sobre los peligros de la desesperación y la ignorancia.
En cuanto a mí, la experiencia me transformó. Volví a la universidad, comencé un pequeño negocio y encontré el valor para amarme primero antes de buscar amor en otro. Aprendí que ningún lujo vale el precio de tu alma o tu salud.
Mi mensaje final es este:
Nunca ignores las señales de alarma. Nunca sacrifiques tu dignidad por promesas vacías. Y sobre todo, nunca entregues tu poder a alguien que solo quiere destruirte por dentro.
Hoy soy libre. Y tú también puedes serlo.
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