📸 El Retrato del Secreto: La Amistad Que Desafió a la Reconstrucción

En 1868, Richmond, Virginia, todavía era una ciudad herida, el corazón de la recién derrotada Confederación. Tres años después del fin de la Guerra Civil y la abolición de la esclavitud por la Decimotercera Enmienda, la libertad para los afroamericanos era precaria, y la supremacía blanca, profunda. En este contexto de tensión, una fotografía aparentemente inocente, que llegó a la Sociedad Histórica de Virginia en una colección de la era de la Reconstrucción, ocultaba un acto de desafío y un vínculo prohibido.

La Dra. Sarah Bennett, archivista, fue la encargada de catalogar la imagen. Mostraba a dos niñas de unos 12 años, sentadas juntas en un banco de madera. Una era blanca, vestida con un atuendo de algodón bien confeccionado; la otra, negra, con un vestido similar pero más sencillo. Lo que inmediatamente inquietó a Sarah fue la composición: en los retratos de la época que incluían sujetos blancos y negros, existía invariablemente una jerarquía espacial (el blanco sentado, el negro de pie, o posicionado para indicar servidumbre). Pero estas niñas se sentaban exactamente al mismo nivel, hombros casi tocándose, sus manos extendidas una hacia la otra, sugiriendo una cercanía inusual. La inscripción en el reverso era críptica: “Richmond, Virginia, abril de 1868. MC y SJ”.

La Verdad Oculta en el Censo

 

La investigación de Sarah se centró en descifrar las iniciales y el contexto. En 1868, una amistad de igual a igual entre una niña blanca y una niña negra era socialmente escandalosa y, potencialmente, peligrosa.

El censo de 1870 reveló una posible coincidencia en la calle Grey:

Margaret Carter (MC), de 13 años, vivía con sus padres, William y Elizabeth Carter, una familia de clase media alta (William era comerciante de tabaco).

Susan Johnson (SJ), de 13 años, vivía en los cuartos de servicio de la misma dirección con su madre, Ruth Johnson, clasificada como sirvienta doméstica.

Las edades, las iniciales y la ubicación coincidían. Las niñas habían crecido juntas en la misma propiedad, separadas por la barrera de la esclavitud, pero nacidas con meses de diferencia en 1856. Una carta de 1861 de Elizabeth Carter confirmaba una “desafortunada cercanía” entre la “pequeña Margaret” y la “niña de Ruth, Susan,” a pesar de sus objeciones sobre que Margaret adquiriera “hábitos impropios.”


Libertad a Precio de Esclavo

 

El fin de la guerra en 1865 trajo la libertad legal a Susan y Ruth, pero la cruel realidad económica de la Reconstrucción las ató a sus antiguos dueños. Los registros de la Oficina de Libertos (Freedman’s Bureau) mostraron que Ruth Johnson, incapaz de encontrar un medio de supervivencia o reubicación, se vio obligada a firmar un contrato laboral con William Carter por $3 al mes más alojamiento y comida para ella y Susan.

La esclavitud había terminado, pero la dependencia económica persistía. Susan continuó viviendo en los mismos cuartos de servicio que ocupaba como esclava, y aunque era “libre,” seguía sirviendo a la familia Carter.


El Diario de Margaret y el Acto de Desafío

 

Sarah encontró la pieza clave en un diario anónimo de la Sociedad Histórica de Virginia, escrito entre 1866 y 1870. Las primeras entradas confirmaron que el diario pertenecía a Margaret Carter.

El diario de Margaret reveló una niña que luchaba contra la hipocresía racial que le habían enseñado. Escribió sobre:

La cruel ironía de que Susan y su madre fueran técnicamente libres pero no pudieran ahorrar nada.

El castigo de su padre por intentar enseñarle a Susan a leer, alegando que la educación haría a los negros “insatisfechos con su posición”.

La amistad secreta que mantenían, dejando notas en el hueco de un árbol y comunicándose con señales.

La entrada clave, con fecha del 12 de abril de 1868, narraba su plan:

“Susan y yo hemos hecho un plan. Hay un fotógrafo en Broad Street, el Sr. Lawrence, de quien papá dice que es un simpatizante republicano radical, lo que significa que cree que los negros deberían tener los mismos derechos. Susan y yo hemos ahorrado dinero… Tenemos la intención de tomarnos una fotografía juntas, como amigas, como iguales. Será nuestra prueba secreta de que nuestra amistad existe, de que es real y verdadera, a pesar de todo lo que el mundo dice sobre cuán imposible debería ser.”

La fotografía que Sarah sostenía era este “documento secreto” de una amistad prohibida. Fue tomada por Thomas Lawrence, un fotógrafo que sí simpatizaba con la causa de la Unión y servía a la comunidad negra, y que simplemente les dijo a las niñas que se sentaran “de forma natural, como lo harían si estuvieran solas juntas”.


La Separación Forzada

 

El diario continuó documentando cómo la amistad se volvió insostenible a medida que crecían. La educación de Margaret en la Academia Femenina de Richmond la separó físicamente y mentalmente de Susan, y se enfrentó a la “crueldad casual” de sus compañeras de clase hacia los negros.

El final llegó el 4 de marzo de 1870:

“Padre anunció en la cena que ha arreglado que Susan y su madre dejen nuestro hogar… Las van a enviar a la casa del primo de Lynchburg, a casi 100 millas de distancia. Dicen que es lo mejor. Susan y yo somos demasiado viejas ahora para nuestro inusual apego.”

El 18 de marzo de 1870, Susan se fue. En su último momento a solas, Susan le dio a Margaret un pequeño paquete envuelto en tela: era la copia duplicada de su retrato de 1868. “Guárdalo a salvo. Algún día, cuando seamos viejas y libres de tomar nuestras propias decisiones, contaremos nuestra historia. Prométemelo.”


El Reencuentro y la Verdad Pública

 

Margaret y Susan vivieron vidas paralelas durante 53 años. Margaret se casó, se convirtió en una dama sureña de buena reputación (Margaret Carter Whitfield), aunque ocasionalmente mostró su desafío donando a escuelas para niños negros. Susan se casó (Susan Johnson Freeman) y vivió en Lynchburg, siendo una respetada defensora de la comunidad afroamericana.

Sarah descubrió una breve mención en un periódico negro de 1923: “Mrs. Margaret Whitfield, su amiga de la infancia, la visitó de sorpresa… La reunión conmovió a muchos testigos hasta las lágrimas.”

En 1923, a la edad de 66 años y al borde de la muerte, Margaret rompió su silencio de medio siglo.

Le escribió a Susan pidiéndole perdón por su cobardía al no luchar contra la separación y por haber “elegido la comodidad por encima del coraje.”

Dejó un legado de $500 a Susan en su testamento y legó su diario y la fotografía a la sociedad histórica de forma anónima, con la esperanza de que “algún día, cuando Virginia esté lista para reconocer sus pecados, alguien lo encuentre y cuente nuestra historia.”

Susan le respondió, aceptando el reencuentro: “No hay nada que perdonar. Éramos niñas atrapadas en un sistema diseñado para separarnos… Nos sentaremos juntas como lo hicimos en esa fotografía hace 55 años. Éramos dos ancianas que alguna vez fueron niñas que creían que la amistad era más fuerte que el odio. Teníamos razón, Margaret. Nuestra amistad sobrevivió a todo.”

La reunión de septiembre de 1923 fue su último acto juntas. Tres meses después, Margaret murió. Susan asistió a su funeral en la sección segregada. Cuando Susan murió 13 años después, su nieta escribió que su abuela “a menudo hablaba de la posibilidad de la amistad a través de las líneas raciales. Dibujando de su propia experiencia.”

La fotografía de 1868, que parecía “dulce” hasta que se comprendió el contexto, era la prueba irrefutable de dos niñas que, en medio de la opresión de la Reconstrucción, eligieron la igualdad y la amistad. Su historia se había conservado durante décadas en la conciencia de la comunidad negra y en el bolsillo secreto del diario de una dama blanca. La imagen no era un retrato accidental, sino un manifiesto secreto contra el racismo.