Capítulo 1: Noche de Tormenta y Veredicto Implacable
El trueno retumbaba cuando Nathan Caldwell arrojó otra maleta al pasillo inundado. Su rostro, normalmente sereno y tranquilo, ahora se distorsionaba por la ira. —¡Fuera! —gruñó, casi inaudible por el viento aullante—. Ya he aguantado suficiente contigo, Olivia.
Olivia Caldwell, con su vestido de diseñador empapado y pegado a su delgada figura, miraba a su esposo con incredulidad. Apenas unas horas atrás, planeaban celebrar su 15º aniversario de bodas. Ahora, su mundo se desmoronaba a su alrededor.
—¡Nathan, por favor! —rogó, con la voz quebrada—. ¿Qué está pasando? ¡Hable conmigo!
Pero Nathan había perdido la razón. Entró a la casa y segundos después salió con un montón de ropa de Olivia, que arrojó a la pila ya apilada en el pasillo.
—¡15 años, Olivia! —gritó—. ¡15 años de esfuerzo y nada! No puedes darme lo único que necesito: un heredero para mi imperio.
Olivia se encogió como si la hubieran abofeteado. Habían intentado concebir durante años, soportando tratamientos dolorosos y decepciones desgarradoras. Cada fracaso era una daga en su corazón, pero siempre creyó que Nathan la entendía.
Mientras Nathan continuaba con su discurso feroz, la mente de Olivia vagaba a momentos más felices: su boda, cuando Nathan le prometió amor eterno; su primer aniversario en una playa solitaria, soñando con la familia que formarían; el día que su primer proyecto inmobiliario fue un éxito, bailando en su pequeño apartamento, llenos de esperanza. Ahora, esos recuerdos parecían de otra vida.
—¡Nathan, detente! —gritó Olivia, intentando tocarlo—. Podemos resolver esto. Siempre lo hemos hecho.
Nathan apartó su mano. —No hay nada que resolver. Esto se acabó, Olivia.
En ese momento, el chirrido de neumáticos rompió el furioso viento. Un elegante coche deportivo se detuvo y de él salió Amber, la joven asistente de Nathan. El corazón de Olivia se hundió al ver la mirada triunfante en los ojos de aquella mujer.
—Nathan, amor —llamó Amber con dulzura—. ¿Estás bien? Me preocupé cuando no apareciste a nuestra cena.
El mundo de Olivia se tambaleó. —¿Cena? —susurró, mirando entre Nathan y Amber—. ¿Qué está pasando?
El rostro de Nathan se endureció. —Amber está embarazada, Olivia. Ella me dará lo que tú nunca pudiste.
Esas palabras cayeron sobre Olivia como un golpe físico. Dio un paso atrás, mareada. —¿Tú y ella? ¿Desde cuándo?
—El tiempo suficiente —se burló Nathan—. Ahora lárgate. Ya no eres bienvenida en esta casa.
Amber se acercó, abrazando a Nathan. Su mano descansaba posesivamente sobre su aún plano vientre. —No te preocupes, Olivia. Cuidaré de él y de nuestro bebé.
Algo dentro de Olivia se rompió. El amor en que creyó, la vida que construyó, todo una mentira. Con manos temblorosas recogió lo que pudo de su ropa mojada.
—Te arrepentirás, Nathan —dijo en un susurro—. Algún día entenderás lo que has perdido.
Nathan solo respondió dándole la espalda, guiando a Amber hacia el calor del hogar. La casa que minutos antes era de Olivia.
Sola bajo la tormenta, Olivia contempló la mansión que había llamado hogar durante una década. Las ventanas brillaban con una luz cálida que contrastaba con la oscuridad fría y húmeda que la envolvía. Por un instante, quiso suplicar otra oportunidad, pero una nueva fuerza crecía en su interior: una mezcla de ira, determinación y algo que no podía nombrar.
Respiró hondo y dio la espalda a su antigua vida. No sabía a dónde ir ni qué hacer, pero sabía que no podía quedarse, aferrada a los pedazos rotos de su matrimonio. Mientras caminaba, sus tacones de diseñador se hundían en el barro. Puso una mano sobre su vientre. Una oleada de náuseas la invadió —¿estrés o algo más? No estaba segura—. Pero en ese instante, una pequeña chispa de esperanza se encendió.
Pasara lo que pasara, Olivia sabía algo: su vida jamás sería igual.
Capítulo 2: Imperio Insensible y Cicatrices del Pasado
Nathan Caldwell se sentó en su elegante oficina, mirando el horizonte de la ciudad. Su imperio se extendía ante él. Pero su mente estaba en otro lugar, perdida en recuerdos que intentaba olvidar.
Recordó ser un niño de ocho años en el asiento trasero del auto de sus padres. Reían mientras planeaban su próxima fiesta de cumpleaños. Luego, el chirrido de los frenos, una luz cegadora… silencio.
Parpadeó, obligándose a volver al presente. Esa noche cambió todo. De ser un niño feliz con padres amorosos, pasó a estar solo, abandonado en el frío orfanato St. Michael.
La vida allí fue dura. Nathan aprendió rápido que la vulnerabilidad era una debilidad que otros explotaban. Construyó muros alrededor de su corazón y juró no dejar que nadie se acercara lo suficiente para hacerle daño.
Con los años, su determinación se volvió implacable. Estudió con excelencia, consiguió una beca universitaria y descubrió su talento en bienes raíces y su ansia por el éxito.
Tras graduarse, consiguió un trabajo modesto en una pequeña inmobiliaria. Trabajaba sin descanso, incluso dormía en su escritorio. Su ambición llamó la atención de su jefe, que se convirtió en su mentor. Fue entonces cuando cometió su primer acto éticamente cuestionable: persuadió a su jefe para que embargara rápidamente una casa de una familia en apuros, y luego la revender con gran ganancia. La culpa lo carcomía, pero el éxito era embriagador. Borró de su mente la imagen de esa familia y se enfocó en el creciente saldo bancario.
Ascendió rápidamente y conoció a Marcus Johnson, un joven abogado con fuerte ética. A pesar de sus diferencias, se hicieron amigos. Marcus era su voz de la razón, intentando frenar sus impulsos despiadados.
—Nathan, no podemos seguir con este trato —le dijo Marcus un día, mostrando papeles—. Esa gente lo perderá todo.
—Es solo negocios, Marcus. Si no lo hacemos nosotros, otros lo harán —respondió Nathan, ignorando las advertencias.
Con el tiempo, fundó Caldwell Developments y se hizo un nombre en el competitivo mundo inmobiliario de Nueva York. Sus métodos no siempre éticos, pero efectivos. Encontraba puntos débiles, presionaba a las personas indicadas, hacía que los problemas desaparecieran. Cada éxito aumentaba sus defensas emocionales.
Desde afuera tenía todo: dinero, poder, respeto. Pero en la soledad de la noche sentía un vacío. Y entonces conoció a Olivia.
Ella era diferente: amable, sincera, con una calidez que derretía sus muros. Por un tiempo, Nathan tuvo esperanza. Tal vez con Olivia podría tener la familia que perdió. Tal vez podría llenar ese vacío.
Pero cuando los años pasaron y Olivia no pudo darle un hijo varón, sus miedos regresaron. La idea de vulnerabilidad lo aterraba. Era más fácil retirarse a sus murallas y enfocarse en su imperio.
Sentado en su oficina, miró la foto de su boda. Él y Olivia sonriendo, llenos de esperanza. De repente la volteó. Ya había tomado su decisión. Su imperio era lo único que importaba. Había trabajado demasiado, sacrificado demasiado.
Al sonar el timbre, un asistente anunció: —Sr. Caldwell, su cita de las dos está aquí.
Ajustó su corbata, volvió a su pose fría y confiada. Era hora de trabajar. El imperio no se construye solo.
Capítulo 3: Alarma y Cruda Realidad
Nathan se reclinó con un vaso de whisky en la mano. Frente a él, Amber, con la mano sobre su incipiente barriga, decía: —Tenemos que empezar a buscar colegio. Solo lo mejor para nuestro heredero.
Nathan sonrió satisfecho. —Por supuesto, nada menos para mi hijo.
Mientras planeaban su futuro de lujo, Olivia enfrentaba otra realidad. En el refugio para mujeres, las luces fluorescentes parpadeaban mientras ella miraba al techo, incapaz de dormir. El colchón delgado apenas la protegía del frío suelo. ¿Cómo había terminado allí? Hace días planeaba fiestas benéficas en su mansión, ahora estaba sin casa ni dinero.
Su mano se posó sobre el vientre, una costumbre nueva. Fue al consultorio médico y confirmó sus sospechas: estaba embarazada.
El médico explicó opciones, pero Olivia estaba abrumada. ¿Decirle a Nathan? ¿La aceptaría? Tras una noche de insomnio decidió no contarle. Ese bebé era suyo, lo criaría sola.
Buscó empleo pero sin experiencia reciente ni referencias, recibió muchas negativas. Un día escuchó que en Leblanc contrataban camareras. El sueldo no era alto, pero las propinas buenas. Era un comienzo.
Nathan, por su parte, trabajaba con intensidad renovada, imponiendo plazos estrictos. Marcus observaba preocupado.
—Le estás exigiendo demasiado —advirtió.
—Es negocios —respondió Nathan—. Si no aguantan, no merecen estar aquí.
Olivia consiguió trabajo en Leblanc y se entregó al esfuerzo. El chef la elogió tras un turno agitado. Se sentía orgullosa, podía lograrlo por ella y su hijo.
Semanas después, un sábado en el restaurante, Olivia vio a Nathan y Amber brindando en una mesa. Su mundo giró y casi se cayó. Sarah la sostuvo y la llevó a un lugar seguro.
Mientras Nathan y Amber celebraban, Olivia sentía que algo dentro suyo despertaba: determinación. Lo superaría sin Nathan.
Capítulo 4: Redes de Poder y Alivio en la Oscuridad
Nathan ordenó a un colaborador modificar informes ambientales para reducir niveles de contaminación.
—¡Hazlo! —exigió—. Este trato vale millones.
En Leblanc, Olivia luchaba con su creciente barriga mientras los clientes se impacientaban. Dos colegas murmuraban que pronto no aguantaría más.
Olivia pidió dos semanas para probarse a sí misma y mantener su trabajo. Le dieron la oportunidad.
En Caldwell Developments, Nathan cerró el trato Riverside, presentando un futuro brillante. Pero Marcus lo confrontó con la verdad sobre los informes falsificados y las familias afectadas.
—Eso no eres tú, Nathan —le suplicó.
—El que conociste ya no existe —respondió Nathan—. Esto es la realidad.
Marcus, horrorizado, renunció.
Esa noche, Amber encontró documentos confidenciales que podían destruir el imperio de Nathan. Sonrió, sabiendo que el castillo de arena de Nathan estaba por caer, y ella estaría lista para recoger las piezas.
Capítulo 5: Tablero Roto y Precio de la Independencia
Amber exigió a Nathan un rol más importante en la empresa, usando la amenaza de revelar sus secretos.
Mientras tanto, Olivia sufrió complicaciones en el embarazo y fue hospitalizada. Sarah llamó a Nathan con la noticia.
Nathan corrió al hospital, abrumado por la gravedad de la situación. Olivia estaba estable, pero el bebé, nacido prematuro, luchaba por sobrevivir.
Entonces, Marcus apareció con policías y periodistas: Nathan fue arrestado por fraude y poner vidas en riesgo.
Nathan, despojado de todo, vio cómo se desmoronaba su mundo.
Capítulo 6: Nuevo Amanecer
Meses después
, Olivia sostenía a su bebé en brazos. Aunque sola, había encontrado fuerza en su amor maternal.
Nathan cumplía condena y comenzaba terapia, intentando redimirse.
Amber perdió el apoyo de la empresa y se mudó a otra ciudad, con su futuro incierto.
Sarah abrió un centro de ayuda para mujeres maltratadas, inspirado en Olivia.
Olivia miró al horizonte, la luz del sol filtrándose entre nubes grises. La oscuridad había sido profunda, pero ahora brillaba con una luz nueva, fuerte y verdadera.
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