El Libro de la Retribución: Cómo dos hermanos gemelos usaron los métodos de su tío para ejecutar una macabra venganza en los Ozarks de 1853
Corría el año 1853. Una repentina y gélida helada se cernía sobre los Ozarks de Misuri, trayendo un silencio sobrenatural a Blackwood Hollow. Ese silencio fue el preludio de uno de los casos moralmente más desconcertantes de la historia de la frontera estadounidense: el asesinato meticulosamente documentado de un prominente terrateniente y su esposa, un acto de crueldad premeditada perpetrado por sus sobrinos gemelos huérfanos, Silas y Elias Cain.
Lo que distinguió a este caso no fue la violencia en sí, sino los dos libros de contabilidad descubiertos en el lugar de los hechos: uno, un meticuloso diario de venganza, el otro, un horroroso catálogo de abusos. Pruebas que transformaron una simple investigación de asesinato en una profunda crisis legal y moral que desafió la propia definición de justicia.
El Silencio de Blackwood Hollow
La alarma la dio el reverendo Michael Shaw, quien, durante sus rondas estacionales, encontró la granja Croft desierta. No salía humo de la chimenea, los animales estaban demacrados y se respiraba un aire de terror sobrenatural.
La familia —Jedodiah Croft, un terrateniente adinerado y severo; su tranquila y hermosa esposa Altha; y sus dos sobrinos huérfanos, Silas y Elias— simplemente había desaparecido. El sheriff Augustus Ryland, un joven agente de la ley decidido a poner orden en las colinas sin ley, se sintió inmediatamente perturbado por el relato de Shaw.
La búsqueda de Ryland en la granja reveló rápidamente un abandono sobrenatural. La casa estaba congelada en el tiempo: una comida en descomposición en la mesa de la cocina, ropa abandonada en el armario. En el estudio de Jedodiah, Ryland encontró la primera pista escalofriante: entre Biblias y escrituras, se apilaban panfletos sobre la pureza del linaje, toscas tablas anatómicas y textos médicos que hablaban de la herencia y la “mejora racial”. Las notas manuscritas de Jedodiah en los márgenes hacían referencia a su propio linaje y a inquietantes cálculos sobre la concepción.

El testimonio de un vecino añadió otra capa de oscuridad: Altha había estado embarazada, una concepción tardía mantenida en secreto tras dos décadas de esterilidad, y a los gemelos se les había visto «cavando detrás del granero» con una «furia fría», creando un agujero inexplicablemente grande.
El verdadero foco de atención era la puerta de una bodega que Ryland confundió inicialmente con la de la despensa. Estaba cerrada desde el exterior con un candado nuevo y pesado, y un pasador de hierro atornillado al marco con «precisión de carpintero». Ryland sabía que la verdad que se escondía debajo había sido encerrada con terribles intenciones.
El sótano y el libro de cuentas de la venganza
Cuando forzaron la cerradura, una oleada de aire pútrido —el inconfundible hedor a muerte, a excrementos humanos y a putrefacción— ascendió rápidamente. Lo que Ryland encontró a la luz parpadeante de la lámpara fue una cámara de tortura deliberada.
Jedodiah y Altha Croft estaban encadenados a paredes opuestas, sus cuerpos reducidos a esqueletos, muertos de inanición y deshidratación. Las cadenas eran pesadas, permitiéndoles apenas moverse, y los cubos de agua estaban justo fuera de su alcance: una crueldad calculada.
Los restos de Altha contaban la peor historia. La tierra bajo ella estaba profundamente manchada, lo que indicaba que había sufrido un violento aborto espontáneo en la oscuridad, desangrándose mientras su marido, encadenado, solo podía observar desde el otro lado del suelo.
Entre los dos cuerpos, sobre una caja de madera, yacía el primer libro de cuentas. Su letra era tosca, la ortografía, pésima, pero el contenido era escalofriantemente claro: el diario de venganza de los gemelos.
Página tras página, escritas alternativamente por dos manos distintas, documentaban la inanición sistemática de los Croft. Las anotaciones registraban las súplicas de clemencia de las víctimas, el agua que se les negaba y las confesiones obtenidas mediante privaciones. Los gemelos habían aplicado las lecciones de su tío sobre cómo llevar un registro a su último acto:
Una anotación del 26 de octubre decía: «Ante los gritos, sangrando abundantemente, el tío llora y tira de las cadenas; nosotros observamos como él nos observaba. Esta es la lección que nos enseñó».
La última anotación, fechada el 2 de noviembre, constaba de solo cuatro palabras: «La deuda está saldada». Ryland se dio cuenta de que tenía en sus manos una confesión escrita de asesinato, ejecutada con terrible precisión, nacida no de la pasión, sino del frío cálculo.
El Segundo Libro de Contabilidad: El Libro de los Pecados
La búsqueda de los gemelos fue breve. Los encontraron viviendo en un cobertizo cercano, sin intentar huir, aparentemente esperando ser descubiertos. Mientras Ryland los transportaba de vuelta a la cárcel, Silas (o Elias) le entregó un paquete envuelto en hule: El segundo libro de contabilidad.
Este libro, antiguo y encuadernado en cuero, era el diario personal de Jedodiah Croft, el “Libro de los Pecados”. Datado en 1849, era un catálogo de abusos sistemáticos, encubierto con el lenguaje de la investigación científica. Jedodiah escribió sobre la línea familiar de Caín como “debilitada por la endogamia” y detalló su intención de realizar “experimentos que probarían ciertas teorías sobre la herencia y la purificación”.
Lo que siguió fueron páginas y páginas de descripciones clínicas de torturas sistemáticas contra sus sobrinos. Lo más condenatorio fueron las entradas que documentaban cómo utilizó a Altha como participante involuntaria, obligándola a participar en situaciones con los gemelos como parte de sus “experimentos de cama” para probar sus teorías sobre la debilidad genética y la concepción. Registró meticulosamente los múltiples embarazos fallidos y abortos espontáneos que sufrió Altha, atribuyendo siempre la pérdida a fallos en su metodología, nunca a la maldad intrínseca de sus actos.
Jedodiah había plasmado su completa falta de conciencia moral en su propia letra.
Ante las pruebas, los gemelos hablaron por primera vez, con voces monótonas e inexpresivas, completando las frases del otro. Explicaron que su tío les había enseñado la importancia de llevar un buen registro y que simplemente habían aplicado sus enseñanzas a su último acto de rebeldía.
Cuando se les preguntó por qué habían elegido la inanición, Silas respondió: «Nos enseñó que el aprendizaje requiere observación a lo largo del tiempo. Lo observamos como él nos observó a nosotros. Llevamos un registro como él nos enseñó. Completamos su último experimento».
Habían impartido justicia al margen de cualquier marco legal, utilizando los mismos métodos de su torturador.
El veredicto que dividió al condado
El juicio de Silas y Elias Cain en marzo de 1854 se convirtió en un espectáculo que dividió al condado. La fiscalía, dirigida por el fiscal de distrito William Hargrave, exigió la pena de muerte, argumentando que permitir que los asesinatos por venganza quedaran impunes sumiría a la sociedad en el caos. El propio libro de contabilidad de los gemelos, declaró Hargrave, era prueba irrefutable de asesinato premeditado.
La defensa, liderada por el reacio Samuel Pritchard, no abogó por la inocencia, sino por la atenuación de la pena. Pritchard presentó el diario de Jedodiah como prueba de que la capacidad de los gemelos para un juicio moral normal había sido sistemáticamente destruida por años de abuso y tortura calculados. Argumentó que ahorcarlos solo culminaría la obra de su tío.
El jurado recibió ambos libros de contabilidad —el Libro de los Pecados y el Libro de la Retribución— como las dos pruebas fundamentales. Tras tres días de deliberación, el jurado llegó a un veredicto de compromiso que sentaría precedente legal en Misuri durante generaciones.
Declararon a Silas y Elías Caín culpables de asesinato en primer grado, pero se negaron formalmente a recomendar la pena de muerte. En su lugar, solicitaron al tribunal la pena máxima de prisión permitida por la ley. El juez Horus Peton aceptó la recomendación y condenó a ambos gemelos a cadena perpetua en la Penitenciaría Estatal de Misuri.
Se les perdonó la vida, un compromiso que reconocía tanto la gravedad de su crimen como las circunstancias sin precedentes que lo habían provocado.
Silas murió de neumonía en 1859. Elias sobrevivió hasta una edad avanzada, convirtiéndose en un prisionero modelo, conocido por su meticulosa labor de catalogación de libros en la biblioteca de la prisión. Cuando falleció en 1897, entre sus pertenencias personales solo quedaba un pequeño cuaderno en el que había copiado palabra por palabra cada entrada del libro de la venganza, preservando así su último y terrible testimonio.
Por orden judicial, ambos libros, el diario de Jedodiah y las pruebas físicas fueron sellados durante cien años en los archivos estatales, un reconocimiento oficial de que la verdad encontrada en el sótano de Blackwood Hollow era demasiado macabra para ser revelada a la luz del día.
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