Lo que se descubrió en los bosques de las Montañas Humeantes (Great Smoky Mountains) dos años después de la desaparición de Caroline Foster no fueron solo restos humanos; fue una creación metódica, ritualística y aterradora.

En mayo de 2000, 19 meses después de que la estudiante de botánica desapareciera en el Sendero de la Cueva Alum en octubre de 1998, un grupo de espeleólogos tropezó con un hallazgo macabro a unos 5 km de la ruta oficial, en una zona de barrancos: un altar de piedra improvisado.

 

La Creación: El Sarcófago de Resina

Los restos de Caroline Foster estaban depositados sobre una losa de pizarra pesada que, a su vez, descansaba sobre cuatro troncos toscamente labrados. Lo que era aterrador no era la ubicación, sino la condición de los restos:

El Capullo de Ámbar: El cuerpo de la joven estaba completamente encerrado en una sustancia dura y translúcida de color ámbar oscuro, una especie de sarcófago o capullo. Esta sustancia era resina de pino y abeto recolectada a mano.
Un Ritual Prolongado: El análisis químico de la resina reveló que no se había aplicado de una sola vez. El microscopio detectó múltiples capas que contenían polen de diferentes estaciones (otoño de 1998, invierno y primavera de 1999, y primavera de 2000). Esto demostró de manera irrefutable que alguien había regresado al lugar periódicamente durante 19 meses, capa tras capa, para preservar el cuerpo.
Elementos Rituales: Rodeando el altar, los investigadores encontraron tres candelabros tallados en huesos (probablemente de venado), lo que reforzó la naturaleza ritual y premeditada del crimen.
Símbolos Aterradores: En la corteza de varios árboles cercanos se encontraron siete símbolos tallados con una precisión inquietante: un círculo con una cruz dentro, similar a una cruz celta o un punto de mira.

 

 

 

El Asesinato y el Perfil del Perpetrador

 

La autopsia de los restos momificados naturalmente confirmó que el cuerpo pertenecía a Caroline Foster.

Causa de Muerte: La causa de muerte fue asfixia por estrangulamiento con una ligadura (probablemente un viejo cinturón de cuero), con fractura del hueso hioides.
La Desaparición: El hecho de que Caroline dejara su mochila, agua y teléfono en su coche en el estacionamiento (un comportamiento ilógico para una excursionista experimentada) llevó a los detectives a concluir que fue atacada inmediatamente al llegar o que acudió voluntariamente a un encuentro con alguien conocido.

El análisis conductual del FBI perfiló al perpetrador como un varón blanco, de entre 30 y 50 años, con profundos lazos o habilidades de supervivencia en la zona. Era un solitario o ermitaño con un sistema de creencias profundamente arraigado.

 

 

 

El Enigma Final: La Cabaña del Ermitaño

 

La investigación se estancó hasta que un ex-guardaparques recordó a un hombre que vivía ilegalmente en el área de Porter Creek a principios de los 90 y que tenía la costumbre de tallar símbolos extraños en los árboles.

En septiembre de 2000, los investigadores localizaron la cabaña abandonada del ermitaño, a 10 km del altar. Dentro, encontraron:

Prueba de Conexión: Los mismos símbolos (círculo con una cruz) tallados en las paredes de la cabaña.
Herramientas y Resina: Se encontraron herramientas primitivas (una vieja sierra de mano y cuchillos de asta de venado) y trozos de resina endurecida idéntica a la que cubría el cuerpo de Caroline.

A pesar de haber encontrado el “cubil” del asesino, el caso se enfrentó a un nuevo misterio: la cabaña parecía abandonada desde hace varios años, pero las últimas capas de resina se habían aplicado en la primavera de 2000, solo meses antes.

El asesino, que había cuidado su aterradora creación metódicamente durante 19 meses, había desaparecido sin dejar rastro antes de que el cuerpo fuera encontrado. El caso se convirtió en una doble cacería: por el asesino y por la explicación de su macabro ritual de “unión del alma al bosque”, una oscura leyenda local sobre la preservación de cuerpos con savia de árboles para que el espíritu sirviera de guardián. El caso de Caroline Foster quedó como uno de los más extraños e inexplicables en la historia del Parque Nacional de las Grandes Montañas Humeantes.